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México a semifinales con ayuda arbitral

ATLANTA -- México accede a Semifinales de la Copa Oro con un asterisco.

Un penalti es el salvoconducto. Walter López concede un penalti al minuto 121. Y el Tri, con una injusticia haciéndole justicia, recupera la calma, aplacando además la habitual tormenta de esa Marea Roja tica que ya no se atraganta de rivales, como en la época de Pinto. Wanchope la hizo un manantial sereno, comparada con la horda mundialista.

Y de tras de todo ese escenario, hay varias observaciones.

1.- ¿Cuántos silbantes de Concacaf habrían hecho lo que hizo un Walter López considerado en su misma Guatemala el árbitro más sospechoso? ¿Un penalti a un suspiro de la tanda de penaltis? O hay que ser muy cínico. O muy valiente. O ambas cosas.

2.- Hay contacto. La regla no dice si hay que degollar al contrario o sólo testerearlo. Pero, convengamos que en un futbol civilizado y congruente, ese penalti no se marca. De otra manera los encuentros se resolverían desde el manchón y no desde la magia de unos y los errores de otros.

3.- Fascinante la teatralización de Oribe Peralta. Con semejante cabriola, con semejante contorsión, para magnificar el contacto de Miller, tiene un mundo maravilloso de oportunidades. Ang Lee, podría contratarlo para una de sus fantásticas y fantasiosas películas de acción. O podría ir a Las Vegas y enlistarse en Cirque du Soleil, y deslizarse al vacío con listones púrpuras.

4.- La personalidad de Andrés Guardado. Desde ese hoyo negro de maquillaje blanco, el futbol mexicano ha protagonizado suicidios y hazañas. En el ADN del jugador azteca se nace, se crece y se reproduce con una fobia congénita y colosal a los penaltis. México ha enterrado en ese círculo concéntrico de tragedias, grandes fracasos. Guardado tomó la pelota al minuto 124, y con seguridad desafió los demonios de su cabeza, de sus antecesores, y puso la pelota en las redes. Como debe hacerlo un capitán.

Más allá de lo inmerecido del penalti, México hizo merecimientos en la cancha para la victoria. Tuvo la pelota y tuvo el mando del juego, a excepción de algunos minutos del primer tiempo en que lo hurtaron las riendas del encuentro.

Sin convencer, sin maravillar, sin deslumbrar, como lo hizo en la época de Pinto, pero Costa Rica llegó como el mejor de su grupo para enfrentarse a México, cierto, en una caravana empobrecida de actuaciones.

Miguel Herrera hacía dos consideraciones en la conferencia de prensa. "No hemos ganado nada aun", en una proclama puntual de que todavía debe ser mejor en dos encuentros para conseguir su juramentada adjudicación de la Copa Oro.

La otra: "he visto crecer la posibilidad de ganar la Copa Oro, al ver a los semifinalistas", dijo con Panamá frente a frente en el Georgia Dome de Atlanta y aguardando, supone El Piojo, al finalista entre EEUU y Jamaica.

¿Cómo enderezarle la puntería a su grupo de goleadores a los que la presión, la ansiedad, la urgencia, les ha enchuecado la mira y la mirada?

Carlos Vela, ante defensivas más exigentes y condiciones de mayor presión, ha errado goles que en España presume como racimos.

Y Oribe Peralta ha desperdiciado oportunidades que en Santos ha concretado con el festejo incluido antes de empujar el balón, y de nuevo, ante circunstancias más exigentes y mejores defensores.

Pero ante Costa Rica erraron. Ambos alargaron innecesariamente la angustia, los estremecimientos, la angustia, la desesperación, la ansiedad, hasta los inquietantes 120 minutos, y se quedaron a segundos de que la ruleta rusa de los penaltis, marcara el derrotero del juego.

No sólo ellos. Héctor Herrera y Andrés guardado se agregaron a ese desperdicio. Y ambos, en Europa, han puesto, en condiciones similares de anotar, su nombre en la boca festiva de sus aficiones.

Curiosamente, México ha sido víctima de esa inestabilidad. Abre con seis sobre Cuba; empata a cero con Guatemala, reacciona y le hace cuatro a TyT, y a Costa Rica lo indulta a pesar de quetiene seis remates al arco, dos a los postes, 13 remates hacia afuera y ocho tiros de esquina.

Irónico pues, porque con menos de eso, le hizo seis a Cuba y le hizo cuatro a TyT.

¿Quiere cifras? Diviértase: 64 balones recuperados, por sólo 38 de los ticos; 369 pases correctos, por sólo 286 del adversario, y, cierto, 112 pases incorrectos por 84, esto reflejo de jugadas intentadas, lo cual también ilustra quien mandó en la cancha.

Y se debe agregar que la supuesta víctima del penalti, Oribe, debió ser echado por una entrada artera 10 minutos antes. Y cierto también que durante el juego, ocurrieron dos acciones en el área tica, que fueron faltas más evidentes e intencionadas que la del juicio final.

Pero el asterisco arbitral, al final, ahí se queda. Es imborrable. Insisto en lo escrito el domingo: a México se le hizo justicia con una injusticia. En la tierra perversa y percudida de Concacaf no es de asombrarse.

Lo que se agrega de manera lúdica es que los mismísimos que durante el Mundial de Brasil se invistieron con la mortaja del #NoFuePenal ante Holanda, ahora se desgarran esas mismas vestiduras con la apología advenediza del #SíFuePenal.

Bien lo dijo Winston Churchill: "Un fanático es alguien que no quiere cambiar de opinión y no quiere cambiar de tema".

Por eso prefiero la reflexión de Jung: "El fanatismo es una sobrecompensación de la duda". Y así es fácil vivir, permutando del #NoFuePenal ayer al #SíFuePenal de hoy. La incongruencia es la hija bastarda abandonada por la razón.