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Purga Miguel Herrera la Gira del Perdón

LOS ÁNGELES -- Miguel Herrera recorre su vía crucis para poder bajarse de la cruz a la que él mismo eligió ser trepado. La Gira del Perdón.

Muy acicalado, con un guardarropa de vacacionista, y con esa sonrisa de sus primeros escarceos como seleccionador nacional, El Piojo comenzó una ruta penosa, larga, sinuosa, escrupulosa, melindrosa incluso. No puede equivocarse nuevamente.

Lo sabe: cuando las malas pulgas se apoderaron de El Piojo, cuando su arrebato de furia lo llevó, diría Joaquín Sabina, a "brindar con el Diablo a su salud", derribó el magnífico castillo que construía desde sus cimientos.

Casi 19 meses de persistencia, resistencia y consistencia en el trabajo diario, los arruinó en 19 segundos de cólera. A un paso del trono, víctima de un cachondeo de furia, prefirió la silla eléctrica.

La Gira del Perdón. Miguel Herrera sabe de su carisma. Y sabe que mirando a los ojos a su eventual interlocutor, casi, casi con la mirada ladinamente autoindulgente del Gato de Shrek, se asesta inocuos e inofensivos latigazos verbales con un fuete de siete colas, en el ancho lomo, reconociendo su error.

La Gira del Perdón. Miguel Herrera conoce a la Hydra que lo juzgó y lo sentenció al ostracismo del despido del puesto más mediático, frágil, envidiado y movedizo en México.

Los 130 millones de expertos en futbol lo treparon al Patíbulo y lo ejecutaron, mucho antes de que el manotazo, empujón o arañazo en el rostro de Cristian Martinolli hubiera desaparecido.

Por eso, conociendo a sus jueces anónimos y ociosos, porque fueron ellos, los aficionados, y no el asustadizo advenedizo de Decio de María, quienes le echaron del puesto, por eso, busca los aparadores estratégicos, los canales de televisión, para acercarse quejumbroso, contrito, compungido a quienes articulan el pulgar siniestro que lo echó del Tri, y que lo mantienen en el confinamiento.

La Gira del Perdón. Y ciertamente él eligió cuándo y cómo comenzarla. Cuando El Piojo encerró a las malas pulgas, y segura, y sabiamente, enjauló el pajarito azul del Twitter de la belicosa y beligerante cuenta de su apasionada defensora, su propia hija Mishelle, entendió que era el momento de restaurar su imagen y restañar las heridas, muchas de ellas hipócritas, sin duda, de la opinión pública.

Porque, Miguel lo sabe, su prestigio como técnico está intacto. Fracasó en la Copa América y aprendió entonces que no todas las mezclas de tierra y agua dan arcilla, algunas son simplemente barro vulgar, del que están hechos endebles espíritus de algunos jugadores mexicanos.

Pero cumplió el objetivo en la Copa Oro, cierto, con la superchería delictiva de los árbitros ante Costa Rica y Panamá, con un indecoro desfachatado de la Concacaf. El pase del Tri para el repechaje rumbo a la Copa Confederaciones, tiene un asterisco rojo de duda y sospecha.

Pero, ante Jamaica, en la más poderosa exhibición, ante el más poderoso rival posible de la otra llave, México ofreció un concierto, no obstante que era imposible borrar los marcadores ensangrentados ante Panamá y Costa Rica.

Y hoy, Miguel Herrera se declara listo para regresar al futbol. Sabe que en México deberá esperar hasta el próximo torneo por reglamento de la FMF. Y en el exterior, su imagen sigue en la galería de los técnicos menos buscados por su visceral encono y reacción, aún cuando después del Mundial de Brasil, su perfil atraía a varios promotores.

Explica El Piojo que ha desdeñado los petrodólares de Arabia Saudita. "No me siento en condiciones de trabajar en este momento", subraya a ESPN.

Y la verdad no es difícil imaginar a Miguel Herrera darse vida de jeque, especialmente porque siempre ha sido un elitista en corte y confección, aunque recientemente parece vestirse con el mismo sastre daltónico de Gustavo Matosas y algunos cantantes gruperos.

La realidad, seguramente, es que El Piojo sabe que dirigir en Arabia Saudita es complicado para él. El inglés no lo mastica, lo escupe, y el árabe que habla es seguramente el de los albures escatológicos de un show de Polo Polo o de un video de Chaf y Queli.

Miguel sabe que como complemento de sus habilidosos recursos como estratega, el trabajo frontal con los jugadores es fundamental. Crea una fraternidad de lealtad mutua, absoluta. Y sabe que a los árabes hay que hablarles de lejecitos.

Pero, por eso, más su acendrado y respetable nacionalismo, llenaba y llena el prototipo de lo que debe ser un técnico del Tri. Y eso lo acepta casi todo mexicano, excepto que las malas pulgas siempre se le cargan al Piojo más calenturiento.

La Gira del Perdón. Un vía crucis de muchas estaciones y poca tolerancia.

Miguel Herrera ha elegido su propia penitencia, su propio Purgatorio, porque estando en el Cielo durante 19 meses, eligió el Infierno en 19 segundos.

Queda claro que en el futbol mexicano es más fácil subirse a la cruz, que bajarse, totalmente, de ella.