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Tuca Ferretti juega con carta marcada

LOS ÁNGELES -- Tahúr empedernido, Tuca Ferretti jugará en el Tri con una carta marcada. Es su mejor carta. O su peor carta.

Ese as de una baraja escuálida ha sido severamente cuestionado. Su nombre abre sepulcros dolorosos por un lado, y por el otro saca a las arpías del morbo a escena.

1.- Miguel Herrera lo acosó y lo acusó de manera aviesa. Usó un tono homofóbico hacia él y lo aderezó con rencor.

"Me queda claro que de seguro le gusto, por sus desviaciones sexuales, porque no para de darme, nada más habla de mí en sus columnas", dijo El Piojo dirigiendo aún al América.

Miguel Mejía Barón cepilló a Herrera del Mundial de 1994. La zacapela incluida, dejó heridas abiertas. Ninguno quiere cicatrizarlas. Los resquemores azuzan sus calenturas personales.

2.- Y el mismo Mundial de 1994 marcó a fuego un estigma para Mejía Barón. No hizo cambios ante Bulgaria.

Y no los hizo en un partido que se extendió hasta 120 minutos y penaltis. Ahí, en el manchón, errando Bernal, Aspe y Rodríguez, a México lo alcanzó su destino.

Jugadores como Carlos Hermosillo, Hugo Sánchez, Luis Miguel Salvador y Missael Espinoza, se quedaron en el banquillo.

Y las desgracias tienen memoria de solterona: histórica e histérica. Ese día para los mexicanos no perdió el Tri, sino Mejía Barón.

¿Por qué no entró Hugo? La versión más insistente es que en el palco del Estadio de los Gigantes, Guillermo Aguilar Álvarez, arquitecto de la mejor época de Pumas, ordenó a Tuca Ferretti que le advirtiera a Miguel que el Pentapichichi no debía entrar de cambio.

Campeón dirigiendo a Pumas, protagonista de Liguillas con Atlante, pero con un humillante fracaso ante Toros Neza de Enrique Meza, con un global de 9-2, eligió al final alejarse de los banquillos hasta que aceptó ser brazo derecho de Tuca en estos Tigres.

Y ahora, los dos, en posiciones invertidas, regresan al Tri, al mismo al que los dos habían sepultado bajo toneladas de desinterés y desdén.

Mejía Barón es una apuesta inteligente por parte de Ferretti. Especialmente en el trato directo con el jugador, más allá de la ponzoña urbana que acompaña pasajes viciosamente chismosos, en especial en el Mundial de 1986.

Justamente en esa Copa del Mundo de 1986, Mejía Barón, ya por años parte del equipo de Bora Milutinovic, aparece como un negociador y catalizador de un grupo de jugadores con gravitante personalidad.

Una base de ocho jugadores de extracción puma, con cuerpo técnico universitario, recibía a futbolistas de respeto en el medio: Javier Aguirre, Tomás Boy, Fernando Quirarte, Armando Manzo, Cristóbal Ortega, Carlos de los Cobos, y El Abuelo Cruz, quienes se sumaban a Manuel Negrete, Luis Flores, Hugo Sánchez, entre otros.

Y había una evidente y voraz ansia de protagonismo de todos. La guerra por los puestos era verdadera y brutalmente encarnizada en los entrenamientos en las canchas de Nestlé en Toluca, a los cuales, además, tenía acceso total la prensa, y de hecho a la misma concentración mundialista.

Mejía Barón en ese entonces era quien convivía y convencía a los jugadores del desafío y la urgencia de temperamento y personalidad. Un trabajo constante en todos los rincones de la concentración y entrenamientos.

Incluso detenía entrenamientos y calmaba los ánimos en una mezcla potencialmente explosiva con jugadores de Pumas, América y Chivas.

Complementaba el trabajo delicado para el que Bora Milutinovic nunca demostró tener la tersura suficiente para estimular al futbolista.

Ya en cuartos de final, llegaron los calambres a Hugo Sánchez, y además el árbitro colombiano Jesús Díaz protegió a Alemania y se encargaría de mandar el trámite a penaltis en un silencioso y silenciado Estadio Universitario. Ahí, en el manchón, Quirarte y Servín fallarían.

Más allá de los homofóbicos buscapiés que lanzó El Piojo y de la inanición en la banca ante Bulgaria, hay otro pasaje grave del actual auxiliar del Tuca.

Según relato de Alfredo Tena, fue el mismo Mejía Barón quien le negó, en 1986, la entrada a la concentración de la selección sin explicación alguna en la concentración final para el Mundial.

El Capitán Furia era echado del Tri por usar una marca de zapatos distinta a la que patrocinaba a México. "Ni me volteó a ver (Mejía Barón), ni me dio explicación alguna, sólo me dijo que ya no estaba en la selección".

Por entonces, Tena era el mejor central en México al lado de Félix Cruz, de Pumas y Fernando Quirarte de Chivas.

Aún así, a los 71 años, Mejía Barón parecería tener la suma de cicatrices de aciertos y errores, para ser de nuevo el catalizador detrás de Ricardo Ferretti, más allá de que ha mantenido un contacto directo y continuo con el futbol.

Ferretti jugará seguramente el papel de policía malo, que tan bien desempeña, mientras que su asistente, se encargará de dar la arenga diaria, que el jugador mexicano necesita, como el policía bueno.

Por eso, insisto, Miguel Mejía Barón es una carta marcada. Tuca Ferretti puede ganar con ella la partida ante sus seleccionados, y por lo tanto ante EEUU...

...o perderla.