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México a Rusia, visado con dolor de EEUU

LOS ÁNGELES -- En la calma, las reflexiones. Las burbujas del champaña se evaporaron. El confeti detuvo su acompasado descenso.

La sonrisa es una mueca tan genuina como anhelada en los mexicanos. Los rostros torcidos en EEUU finalmente cuestionan la incuestionable farsa de Jürgen Klinsmann.

El futbol mexicano va a Juegos Olímpicos y a la Copa Confederaciones. Lo más maravilloso es que lo consigue a pesar de sus dirigentes. EEUU está en lista de espera para Río, y Moscú deberá esperar, tal vez, a 2018.

Tuca Ferretti cumplió su palabra y su cometido. Medió un triunfo sufrido ante EEUU. Sufrido innecesariamente. Porque los delanteros de México erraron, y porque la justicia divina llegó tarde y el árbitro se negó a conceder dos claros penaltis al Tri, como retaliación a los que le fueron obsequiados falazmente en la Copa Oro.

¿Espectáculo? Fue un triste remedo comparado con la fascinante parafernalia de la semana previa. Y una vergüenza ante la estrujante y maravillosa ofrenda de los más de 93 mil aficionados en el magnífico Rose Bowl de Pasadena, que vivió una de sus mejores fiestas.

Pero del Tuca no podía esperarse más, y de Klinsmann no debía esperarse menos que recluyera asustadizo a su equipo, y rescatar la artimaña valedera del contragolpe, un artilugio legitimizado desde la academia de Bora Milutinovic, y estilizado paulatinamente por Sampson, Arena y Bradley.

1-0, de madrugada. Coreografía de Jiménez y Oribe. Y Chicharito, con su código de barras, golpea mal y la mete bien. Un juego estremecedor en el principio y el final. Sus primeros 18 minutos y los últimos 18 en la agonía alargada de los tiempos extra, erizaron sensaciones.

Cierto, una de las más lamentables versiones de EEUU... y pudo ganar. Y cierto, no una de las más deslumbrantes versiones del Tri... y le bastó para ganar.

Lecciones reiteradas para la defensa de México, que se vio amparada por un par de lances de Moisés Muñoz, y el lamento por un jugador como Héctor Herrera, que encontró su penuria táctica en el Porto prolongada en el Tri: le cortan las alas.

Irónico: el Tri sobrevivió a las ausencias de los presuntamente indispensables. Giovani y su lesión, y Carlos Vela y su antipatía futbolística con el Tuca, mientras que Raúl Jiménez, con las reminiscencias de su paso por el América del Piojo, confirma su utilidad, y sin ser el más vistoso, debió ser el más útil.

Contrastes extraños: Miguel Layún sigue carburando sin reposo, pero ante EEUU se vio confundido. Un divorcio circunstancial sin duda con Andrés Guardado impedía que conectaran a pesar de que por izquierda había espacio constante.

Y Paul Aguilar tuvo el premio a su tesón y a su tozudo proceder. Intenta todas, intenta siempre. Da un pase accidentadamente despatarrado a Oribe para el segundo, y hereda la magia de Giovani en aquel 4-2: con un soberbio gol de brutal volea, deja el 3-2 con la estampa magníficamente plástica de un pasaje de Ang Lee.

Insisto: México tenía para hacer de la fiesta un festín. Dejaba constancia por momentos de que era muy superior a su adversario. Demasiados grilletes de mesura. El 1-0 y el 2-1 le hicieron más daño en su articulación de juego, que a EEUU.

Al final, en la contabilidad pueril sobrevive el resultado. México está en Rusia 2017. EEUU, finalmente, confrontando la crisis de una mala elección de entrenador, al negarle unos dólares más a Bob Bradley.

Y el aficionado mexicano lo entiende plenamente: ese deleite distinto, prolongado, de poder, nuevamente, vencer a EEUU. Y merece saborearlo.

El boleto a la Confederaciones está guardado en un sobre hecho con la zalea del equipo estadounidense.

"No hay mejor cena que la que disfrutas sobre el cadáver de tu enemigo", reiteraría Maquiavelo en estos tiempos.