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Roberts con mucho trabajo por delante

Los Dodgers acaban de oficializar la contratación de Dave Roberts como su nuevo manager, el décimo desde que el equipo se mudó a la ciudad de Los Angeles en 1958.
Roberts es, curiosamente, el primero proveniente de minorías étnicas en la toda la historia del equipo que en 1947 rompió la barrera racial al contratar a Jackie Robinson.

Hijo de un afroamericano y una japonesa, el nuevo mentor nació en la provincia nipona de Okinawa, donde su padre estaba destacado como militar.

Con 43 años, Roberts llega con una experiencia mínima como manager, pues dirigió un partido de los Padres de San Diego la pasada temporada (y lo perdió).

Pero desde el 2011 se desempeñó como coach de primera base y de banca de los Padres, bajo el mando de Bud Black.

Al despido de Black, el 15 de junio, Roberts dirigió su único partido y regresó a sus funciones de asistente del manager interino Pat Murphy.

Ahora llega a Los Angeles y encuentra mucho trabajo que hacer para tratar de llevar a un escalón superior al equipo con la nómina salarial más alta de todas las Grandes Ligas.

Pero sobre todo, tiene la tarea de recomponer un clubhouse que se le fue de las manos a Don Mattingly, quien hizo sus maletas y se fue a dirigir los Marlins de Miami.

La impresión que dejó Mattingly tras su partida es que los Dodgers, más que un equipo, es un grupo de peloteros que juegan cada cual por su lado.

Egos elevadísimos que chocan una y otra vez e impidieron durante el reinado de Mattingly llegar y ganar la Serie Mundial, a pesar de las inversiones millonarias de la gerencia.

Una de las primeras tareas que tendrá Roberts es qué hacer con Yasiel Puig. El cubano, que tiene todo el talento del mundo para ser el mejor jugador de todas las Mayores, no acaba de madurar y sus problemas de actitud lo han convertido en un indeseable entre sus compañeros, a juzgar por fuentes cercanas al club.

Incluso Clayton Kershaw, el pelotero mejor pagado dentro de la plantilla, habría pedido que sacaran a Puig del equipo, como condición para mejorar la química interna del grupo.

Pero la decisión del destino futuro del cubano no está en las manos del manager. Con todo y sus malacrianzas, Puig sigue siendo una de las caras de los Dodgers, uno de esos jugadores por los que los fanáticos pagan la entrada al estadio, porque para bien o para mal, siempre tiene reservado algún acto de espectacularidad.

A Roberts le toca moldear esos y otros egos, bajar los humos y cohesionar un equipo que siempre se quedó corto en la era Mattingly.

Tarea difícil la que tiene por delante, pero no imposible, sobre todo para alguien que ya enfrentó los fantasmas de la muerte y salió airoso, cuando en el 2010 fue diagnosticado con un linfoma de Hodgkin.