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10 minutos con Kobe Bryant

LOS ÁNGELES -- "Ni un minuto más" fue la instrucción que recibimos cuando el personal de prensa de los Lakers confirmó a ESPN que Kobe Bryant había accedido a dar una entrevista uno a uno. No nos resolvieron nuestra principal duda: en qué idioma sería la entrevista.

No es un secreto que Kobe habla un casi perfecto español, pero tampoco es un secreto que no se siente muy cómodo haciendo declaraciones públicas en un idioma distinto al inglés.

Cada entrevista es una experiencia singular; pero cuando de frente está uno de los mejores jugadores de toda la historia, uno de los iconos mundiales de los últimos 20 años la vivencia completa es tan impactante que los detalles alrededor de las preguntas y respuestas son indelebles.

En un salón de eventos del mejor hotel de Denver está sentado Chauncey Billups, ahora analista de ESPN, que iba a saludar a su amigo, e inmediatamente llega Michael Wilbon, el periodista de ESPN en inglés que también lo entrevistaría.

Kobe tarda más de 10 minutos en llegar y lo primero que llama la atención es que ese monstruo de la duela es más delgado de lo que parecía.

Camina lento, viste pants que se ven muy cómodos, calza tenis Nike de su línea comercial desabrochados y se ven bastante nuevos. Su sortija de casado tiene un brillo inevitable de advertir. Barata no es.

Abraza a Billups y este le presenta a su pequeña hija. Con Wilbon se repite la dinámica solo que al final lo toma por el hombro y se dirigen a las sillas donde hará la entrevista.

Me quedé sin saludarlo. No creo ni que me haya visto. Ya tendré mi oportunidad.

Mientras contesta, capta mi atención lo distendido que se ve, la estaba pasando bien, tenía ganas de hablar y mientras pongo atención a más detalles saludo al encargado de prensa de los Lakers; le agradezco por la gestión y el tiempo y me sorprende con un "Kobe está muy emocionado de hacer tu entrevista".

Ajá, entonces es posible que hable en español.

Esa posibilidad pasó a ser una realidad cuando al terminar los 13 minutos con Wilbon le pregunta "¿qué sigue en tu día?" "La entrevista en español con ESPNDeportes", le contesta.

¡Ajá!

No perdí tiempo en acercarme y presentarme. Extendí la mano para saludarlo y le dije "Mauricio Pedroza, ESPNDeportes". Como respuesta obtuve una fantástica pronunciación de mi nombre y un tirón que se convirtió en un abrazo seguido de un "mucho gusto amigo, dame un minuto y empezamos".

Cuando nos dedicamos a este negocio en teoría deberíamos dejar de irle a algún equipo, dejar de "admirar" a los deportistas para trabajar con ellos. O sea, debemos dejar de ser fanáticos. Algo que a mí, la verdad, pocas veces me ha importado.

No quiere decir que vaya pidiendo autógrafos y fotos por el mundo --eso ya raya en la falta de ética-- pero no quiere decir que no me pueda emocionar por el encuentro con un jugador al que crecí admirando, de quien tengo su jersey, que he pagado por ver jugar y al que siempre quise entrevistar.

Y si de plano está mal emocionarse por eso, ME-VA-LE.

De la entrevista se pueden destacar muchas cosas sobre lo que dijo, pero yo me quedo con CÓMO dijo las cosas.

Kobe Bryant vive una paz interna que le hace disfrutar la vida de otro modo, hasta las entrevistas. Antes de empezar a grabar me dijo que tenía un poco de miedo por hablar en español, nunca lo había hecho en ese formato. Le ofrecí que si no se sentía cómodo podíamos continuar en inglés.

Bryant la pasaba bien, pero yo la pasaba mejor.

Tal vez por temor a no enviar correctamente su mensaje en forma verbal, fue extremadamente enfático en sus manifestaciones corporales. No dejaba de gesticular, se involucraba con los brazos, con la sonrisa con los ojos en cada pregunta y en cada respuesta. Como si estuviera driblando y preparando un tiro de media distancia.

Cuando hablamos de sus lesiones, golpeaba su palma izquierda con su puño derecho; cuando hablamos del sexto título, rechinaba los dientes; cuando hablamos de su deseo de seguir jugando y saber que su cuerpo no se lo permite más, bajó la voz, se inclinó hacia el frente y juntó las manos con una insoportable resignación.

Su insuperable afán por ganar, ese que le costó perder amigos, ganar enemigos y una polémica reputación, se ha ido. O por lo menos ya no lo exhibe. Aún y con esa ausencia, su halo contagia como ningún otro atleta al que haya conocido.

Cuando dejamos de grabar, se recargó con fuerza en la silla y exhaló: "espero que la gente me entienda", me dijo. Le volví a extender la mano, le agradecí el tiempo y la buena onda para contestar. Volvió a replicar con un abrazo y un "gracias a ustedes, nos vemos pronto".

Si en la TV y en la duela Kobe Bryant despide una vibra ganadora, un deseo sin límites por ganar, una obsesión por cada segundo y cada centímetro de la vida, en persona lo confirma con una gran diferencia: lo hace con una sonrisa y una paz que no le conocíamos.

Fueron 10 de los mejores minutos en mi carrera.

Diez minutos para conocer a Kobe Bryant que, por cierto, duraron 18.

Gracias, Kobe.