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Adiós, Manny; Adiós, Kobe: será imposible no extrañarles

En tan sólo algunos días, hemos despedido a dos de los más grandes atletas de nuestra generación. Y no será fácil despedirnos de ellos. Tampoco será fácil encontrar quien llene "sus botas". Un boxeador y un basquetbolista que fueron más allá de su propio deporte. Fue Manny y fue Kobe, dos legados de inspiración, dos hombres que forjaron noches maravillosas alrededor de su deporte, que nos dieron material para soñar, para creer, para matizar y que si alguna vez nos decepcionaron más allá del ring o de la duela, tuvimos la paciencia y yo diría que hasta el ofuscamiento para perdonarles. Adiós, Manny; adiós Kobe. Será imposible no extrañarles.

LOS ANGELES -- Nada duele más que tener que despedirse de algo que llegamos a amar, a atesorar y a casi hacerlo parte de nuestra vida. El sábado fue Manny. El miércoles es Kobe.

Los atletas no dejan de ser una visualización de los anhelos más sagrados del ser humano. A través de ellos, nos permitimos soñar, creer, aspirar y al tiempo en que admiramos su juego, sus destrezas físicas y mentales, al mismo tiempo en que perdonamos lo que son y lo que creemos o queremos que sean más allá del escenario deportivo, terminamos forjándonos la imagen de un ídolo.

"Todavía puede. Tiene con qué seguir. Debe quedarse por lo menos un par de peleas más", lo decía casi, implorando, Julio César Chávez, el sábado por la noche, en la sala de conferencias del MGM Grand de Las Vegas, justo unos minutos de haber sido testigos del episodio que parece ser el final de la carrera de uno de los más grandes boxeadores del que nuestra generación haya sido testigo.

En Chávez, una leyenda del boxeo mexicano, leemos y percibimos la necesidad del ser humano de alargar el efecto que el boxeo de Manny Pacquiao, la imagen y esencia de Manny Pacquiao provocaba en todos nosotros. Por momentos, no lo queríamos dejar ir, nos aferrábamos a las grandes y espectaculares noches que nos brindó desde el cuadrilátero, a la forma en la que condujo su talento en ocho divisiones diferentes, las combinaciones de poder y de velocidad que le hacían distinto al resto. Al Manny de la guardia lateral, al que solo faltaba una cinta en la cabeza para ser el "Karate Kid" de nuestra imaginación. Ese Manny se fue y por fortuna, se ha ido en un escenario ganador, apto de todas sus facultades, con una economía que le permitirá subsistir a él y a sus generaciones venideras y con un carrera política que promete mantenerlo entretenido.

Otra noche difícil la que nos espera hoy: despedir a uno de los más grandes jugadores de básquetbol de todos los tiempos. Un ganador genuino, que jugó 20 temporadas para un equipo de la dimensión de los Lakers y que les condujo a ganar cinco títulos del basquetbol profesional. Un jugador espectacular, atlético, que por momentos, más allá de los números, confundió su esencia con la de Michael Jordan y con la de los mejores jugadores de este deporte. Kobe Bryant fue una inspiración y una alegría para el basquetbol, fue nuestro "superhéroe" vestido en la camiseta de los Lakers. Lamentablemente, se va en la peor temporada en la historia del famoso equipo de Los Angeles. Se va, también, arrastrando dolor en sus músculos y quizá hasta una fatiga mental que no le permite ser el jugador avasallador que alguna vez se le ocurrió hacer 81 puntos en una misma noche, o ganar dos veces el trofeo al Más Valioso de las Finales de la NBA y presentarse en 18 selecciones al Juegos de las Estrellas. Impresionante.

No es fácil decirles adiós. Aunque no parezca, una parte de nosotros se van con ellos, una parte de la alegría de nuestro corazón, desaparece. Una parte de lo que fuimos, soñamos, creímos, aspiramos, se va cuando se van ellos.

Damas y caballeros, de Manny a Kobe. Gracias a Dios, al destino y a ellos, claro, que nos permitió vivir en la misma puesta en escena de su grandiosa obra. Los vamos a extrañar, sin duda.

@Faitelson_ESPN