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2026, Mundial en tres países: México, EEUU y Canadá

Getty

LOS ÁNGELES -- La nueva Concacaf, como pomposa, jactanciosa y ufanamente se autonombra al interior, da un golpe severo de autoridad en el corazón ajado del organismo desautorizado moralmente: la FIFA.

Tras un cabildeo en el Congreso de FIFA, la nueva Concacaf, con los viejos maquiavelos, Justino Compeán y Sunil Gulati, ha sembrado la semilla codiciosa: el Mundial de 2026 se jugaría en dos países, México y Estados Unidos.

Ojo: pretenden una alianza obscena dos países divorciados en todos los demás puntos comunes, que son, por cierto, puntos de conflicto.

EEUU y México pretenden asociarse para organizar el Mundial de 2026, después de que han fracasado, de que han sido imposibles, infructuosos, los afanes por sentar sociedades más útiles en escenarios urgentes para ambas naciones.

Pretende, la nueva Concacaf, con los viejos y conocidos amos de la intriga, Compeán y Gulati, que el futbol consume un matrimonio donde sólo ha habido divorcios en temas trascendentales como migración, discriminación, lucha contra el narcotráfico, extradición de criminales, lineamientos estrictos de importación y exportación en agroproductos, etcétera, etcétera.

Además, según las versiones, al final no sería un Mundial en dos naciones sino en tres, porque se alargaría a ciudades fronterizas de Canadá como Vancouver.

Bellísima la idea, fantástica la propuesta, seductoramente idealista, claro en un mundo perfecto, pero irrealizable, vamos, hasta en el planeta metafóricamente saludable de El Principito de Saint-Exupéry. Sobrarían la zorra y el rosal.

1.- La FIFA terminó arrepentida, espantada, golpeada, tras el Mundial de 2002. Corea del Sur y Japón construyeron estadios. Fue fascinante para fanáticos y medios, pero una pesadilla para los organizadores.

Fue un choque cultural de estilos, métodos y conductas de trabajo, además entre dos naciones con rencillas históricas y heridas que nunca terminan de cerrarse. Corea del Sur, la versión más deliciosamente latina de Asia, se enfadaba ante el rigor cuadriculado de los japoneses.

Y a pesar de la generosidad de patrocinadores en dos naciones distintas, los torrentes de dólares fueron menos generosos de lo que FIFA esperaba, pero que mudanzas de fayuca zarparon para el mundo.

2.- ¿Y el resto de la Concacaf permanecerá callada? Si se comparte la organización, obviamente, México y EEU se llevan dos de los boletos de la zona. ¿Y Canadá? Podría ser sede aunque tal vez no clasifique.

Se reducirían los boletos posibles a ese Mundial de 2026. ¿Centroamérica y El Caribe se cruzarán de brazos?

No olvidemos que por Norteamérica son sólo tres votos. Menos que los de Centroamérica (siete) y muchos menos que el Caribe (31). Incluyendo a los canadienses, serían 39 países por dos boletos mundialistas.

Seguramente en la primera Asamblea General de Concacaf quemarían en leña verde a Justino, a Sunil y a su nuevo parapeto y presidente del área, Víctor Montagliani. Aunque claro, siempre han existido en la Concacaf y en FIFA los métodos de indemnización clandestina para compensar a directivos.

3.- ¿Puede un país en crisis como México descargar recursos públicos en una Copa del Mundo? Y quien diga y quien crea que el país no se vería sangrado por un Mundial que revise, realmente, si la crisis de la presidenta bajo sanción en Brasil, Dilma Russell, no se debe, fundamentalmente, a tanta basura mundialista tirada bajo la alfombra del engaño y la corrupción.

¿Puede un país con una inflación y una devaluación controladas perversa y falazmente y con tres millones de indígenas sin vacunas, sin servicios de salud, sin educación, sin agua, sin trabajo, destinar dinero público a la organización de un Mundial?

Para los necios: Alemania, hasta 2006, era el país más poderoso del mundo. Su PIB era un orgullo de su fortaleza económica. Después del Mundial perdió ese liderazgo como resaca, como rezago, de haber cedido su casa a la voracidad de FIFA.

4.- Y México y EEUU tienen un problema en común. El primero no tiene manera de garantizar la seguridad en un territorio donde se estima que se llevan a cabo más de 170 secuestros exprés cada día, la mayoría sin ser denunciados, además del índice desalmado de crímenes y ajusticiamientos entre narcos y asesinatos.

Por su parte, los parámetros de seguridad de EEUU, especialmente para la concesión de visas, y más especialmente si hay un gobierno republicano, coartaría o condicionaría el turismo de los países en competencia.

Y se agravaría si tuviera que ser más flexible con los aficionados que pretendieran cruzar desde México. Hoy, el escenario global es muy diferente del Mundial de 1994. Y Seguridad Nacional de EEUU lo sabe.

Y por otro lado, el precio de los boletos mundialistas serían idénticos en ambos países. Boletos de privilegio en un Mundial rozarían en promedio los 250 dólares. Es decir 5 mil pesos mexicanos, es decir casi tres salarios mínimos mensuales.

¿Puede, debe, un país en esas condiciones pagar, millonariamente, para que le organicen una fiesta ostentosamente opulenta u opulentamente ostentosa en su casa, sin que pueda participar en ella?

Ojalá hagan caso a Alexis Lalas. "EEUU puede organizar el Mundial 2026, sin la ayuda de México".

Amén, Alexis, amén.