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Ichiro NO SUPERÓ a Pete Rose en imparables

El japonés Ichiro Suzuki hizo historia este miércoles al lograr dos imparables más en su carrera en Grandes Ligas.

En su primer turno al bate del miércoles ante los Padres de San Diego, Suzuki, de los Marlins de Miami, se apuntó un infield hit gracias a la increíble velocidad de piernas que mantiene a sus 42 años de edad.

Y en su último turno del día, con dos outs en la novena entrada, conectó un doble a lo profundo del jardín derecho del Petco Park.

¿Y qué de importantes tienen estos hits?

Ahora Suzuki suma 2,979 imparables de su carrera en Grandes Ligas, a sólo 21 de los 3,000 que, en caso de que alguien tenga dudas, le garantizarán el boleto al Salón de la Fama de Cooperstown en su primer año de elegibilidad.

Con estos 2,979 cohetes y los 1,278 que disparó en sus nueve campañas en la liga profesional japonesa, Ichiro superó el total de 4,256 que conectó Pete Rose en Grandes Ligas, y ahora suma 4,257.

Pero la comparación de cifras es injusta. Pretender igualar su cosecha global con la de Rose es absurda, pues el nivel de la liga nipona no es equitativa con las Grandes Ligas norteamericanas.

Si fuera por eso, entonces a Pete Rose habría que sumarle los 427 hits que disparó cuando estaba en las Menores.

Nadie duda de la calidad extraordinaria, suprema, de Ichiro Suzuki, uno de los bateadores más finos que ha pisado jamás un terreno de béisbol.

Pero comparar ambas ligas es un sinsentido, pues abundan casos de jugadores que triunfaron en el país asiático y luego fracasaron al probarse en el mejor béisbol del mundo.

Hideki Matsui fue un muy buen jugador con los New York Yankees, pero jamás se acercó al nivel que alcanzó en su natal Japón.

Allá, Matsui era apodado Godzilla y era una verdadera bestia, que promediaba 33 bambinazos por temporada y hasta tuvo una de 50.

En diez campañas en Japón, botó 332 pelotas, pero cuando vino a jugar a Estados Unidos, su total de jonrones fue de 175 y sólo una vez llegó a 31.

Otro de tantos ejemplos fue el cubano Orestes Destrade, con 160 cuadrangulares en 1,816 turnos en los cinco años que pasó en Japón, a un promedio de un vuelacercas cada 11.4 veces al bate.

En Grandes Ligas sólo consiguió 26 jonrones en 765 oportunidades, uno cada 29.4.

Creo que si Ichiro Suzuki hubiera jugado toda su carrera en las Ligas Mayores de Estados Unidos, posiblemente hoy sería o estaría cerca de ser el líder absoluto de hits de todos los tiempos.

Pero celebremos las hazañas como son. Sin exageraciones innecesarias.

Ichiro ha sumado muchas desde que llegó en el 2001 a los Marineros de Seattle, como sus diez temporadas seguidas con 200 o más imparables.

O los 262 que bateó en el 2004, con los que rompió la marca de 257 impuesta por George Sisler en 1920.

Para que se tenga una clara dimensión de ese récord de 262 cohetes, basta señalar que después que Sisler logró su marca, pasaron por las Mayores varios de los mejores bateadores de la historia, como Ted Williams, Babe Ruth, Joe Dimaggio, Stan Musial, Mickey Mantle y el propio Rose, y ninguno lo consiguió.

Por cierto, si yo fuera Terry Collins, manager de los New York Mets, escogería a Ichiro como refuerzo del equipo de la Liga Nacional en el próximo Juego de las Estrellas que se disputará en el Petco Park de San Diego el 12 de julio.

Me atrevo a asegurar que el cubano Jose Fernandez, el dominicano Marcell Ozuna, el venezolano Martin Prado y Christian Yelich, todos con méritos suficientes para ser convocados al partido estelar por los Marlins, cederían con gusto su lugar a su legendario compañero japonés.

Sería una ocasión muy especial para que el mundo reverencie como merece el samurái del béisbol.