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Un futbol desmemoriado...

Oribe encabezó al Tri en la conquista del Oro en Londres. Mexsport

Se nos olvidó muy pronto que somos los "campeones olímpicos del futbol". No entendimos nunca que, si bien no hace falta ser una potencia del futbol para ganar el oro en unos Juegos Olímpicos, la señal era positiva, muy positiva y podría haberse tomado como una plataforma para seguir creciendo y allanando el camino rumbo a la consagración definitiva. El futbol mexicano desperdició cuatro años, desechó la hazaña, la epopeya de una tarde en Wembley y siguió en lo suyo: mantener a flote una industria boyante en lo económico que debe, según ellos, por las buenas o por las malas, alcanzar algún día la excelencia en el futbol internacional. Se nos olvidó, pronto, que éramos, que somos, los campeones defensores del futbol olímpico.

LOS ANGELES -- Nunca nos quedó bien el traje. Si no era la manga, entonces había problema con el cuello, los hombros y la forma en que "caía" sobre nuestro cuerpo y nuestra historia. El traje de "Campeones Olímpicos del Futbol" pareció llegar a nuestro cuerpo como resultado de un simple accidente, como esos que históricamente ha recogido el deporte y el futbol mexicano. Lo tomamos a "la ligera", al valor superficial de una medalla olímpica, ajena a los grandes de los intereses que el futbol de nuestros días reclama. La medalla de oro, la hazaña de Wembley, para guardarla en la "memoria flaca" de nuestro futbol y no en la caja fuerte donde se guardan los "verdaderos" tesoros de la industria futbolística mexicana.

Hoy, la realidad, es que vamos con "una mano por detrás y otra por delante", sin ninguna garantía de que el equipo será competitivo desde el juego de presentación y lejos de la certeza de que el sitio del futbol mexicano, en los Juegos Olímpicos, está, otra vez, en el pódium de los ganadores.

Y es fácil despreciarlo. No solo un desprecio federativo, de dirigentes que terminaron tan lastimados y agobiados tras el papel vergonzoso de México en la Copa América con la llamada "selección mayor", que hicieron poco en el resto del verano por armar, realmente, al equipo olímpico. No solo ellos, también del aficionado, de usted mismo, que responde tajantemente: "es otro nivel", como restándole la importancia de lo que el futbol mexicano fue capaz de lograr, contra todos los pronósticos, hace cuatro años.

Entiendo muy bien que para ganar una medalla en el futbol de los Juegos Olímpicos no hay que ser una potencia futbolística. Comprendo también el papel, que juega el futbol dentro de un certamen olímpico, donde no tiene el nivel de exposición mediática ni competitiva de disciplinas como el atletismo, la natación o la gimnasia, pero lo que me sigue sin cuadrar es por qué el futbol mexicano y por qué los aficionados mexicanos al futbol no somos capaces de atesorar y de cuidar lo que con tanto trabajo y esfuerzo se ha logrado. Ganar una medalla de oro olímpica en el futbol debe ser la señal de algo positivo que estás haciendo en tu trabajo, en el desarrollo de tu futbol y de tus futbolistas. Seguir alimentando esa idea es una buena forma de apostar por el futuro y seguir creciendo.

El futbol y el deporte mexicano están hechos, justamente, de momentos como el que se vivió hace cuatro años en Wembley. De pronto, la gloria se aparece, una tarde de inspiración, de triunfo, de alarido, de epopeya y luego... ¿Luego qué? El luego no existe, porque no hay elementos para planear, para seguir creciendo a partir de lo logrado. Se celebra y se almacena la hazaña en la "memoria flaca" de un futbol que solo recuerda la combinación de su caja fuerte, el sitio donde guarda los tesoros de su industria.

@Faitelson_ESPN