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La FMF comienza el año como lo terminó: podrida

LOS ÁNGELES -- Rescato la frase de André Bretón: "No intentes entender a México desde la razón, tendrás más suerte desde lo absurdo. México es el país más surrealista del mundo".

Y eso que el fundador del surrealismo, como corriente cultural, ni siquiera olisqueó el futbol de México. Porque, éste, terminó por engendrar su versión del neosurrealismo.

El Clausura 2017 apenas gatea, en un balompié en el que sus dirigentes perviven arrastrándose, y el año se enriquece de la magnificación de lo absurdo.

1.- Decio de María pierde su primera batalla ante los árbitros. Los títeres sabotean al titiritero. Terroristas de la cancha en el futbol de México, lejos de la pulcritud moral y huérfanos de capacidad y calidad, moral y técnica, como jueces, piden la expulsión de Edgardo Codesal.

Una rebelión similar ocurrió hace años. Esa vez, Justino Compeán, en el mismo puesto, pero sin la misma muñeca blandengue que Decio, sino con tenazas, sofocó aquella sublevación. Les amenazó con el exilio y les prometió cambios y mejoras.

Y Decio ha terminado como hizo quedar a los árbitros muchas veces. Despersonalizado, sin autoridad, como marioneta de la primera revolución de unos tipos que llevan años, generaciones, con actuaciones que oscilan entre la sospecha y la ignorancia, entre la estulticia y la trampa.

Hay una versión oscura detrás de esa debilidad de Decio: los árbitros se equivocarán menos en contra del América. Inmunidad para el equipo del jefe de Decio, a cambio de la cabeza de Codesal, quien dicho sea de paso, no goza de ninguna guirnalda, ni siquiera de medio cachete, para ostentar en su currículum.

Claro, en el exterminio de Codesal ha participado activamente Héctor González Iñárritu, ex vicepresidente de América, y quien en su primera irrupción dentro del arbitraje mexicano, fue el patiño de Decio en aquella estupenda farsa del ordenador como el cerebro inteligente de las asignaciones arbitrales.

¿Ahora quién elige a los árbitros para cada partido? ¿Ocurrirá como aquella época ochentera y noventera, cuando los jueces se distribuían los juegos de las quinielas de Pronósticos Deportivos y... claro, siempre acertaron? ¡Ah, Loretta Lynch, tan cerca de FIFA y tan lejos de la FMF!

2.- Ocupémonos de otro de los tentáculos de Decio de María: la Comisión Disciplinaria. Obra bien castigando a Novaretti, quien tendrá seis semanas de ocio para acumular más saliva y mejores hábitos, que andar escupiendo colegas.

Pero, ahora, en un caso sublime de ceguera absoluta o de corrupción absoluta, decide no levantarle el castigo a Gabriel Peñalba, porque a su juicio, la Comisión Disciplinaria estima que hay intenciones depredadoras del jugador, y mantiene la suspensión por un encuentro.

El video es irrefutable: ni siquiera existe falta de Peñalba. Por lo tanto la expulsión fue injusta, y ese error, la Comisión decide refrendarlo con otro error: la sanción.

Después, decide obrar de oficio sobre el presunto escupitajo de Peñalba sobre Nico Castillo aún sin la petición oficial de Pumas.

La injusticia queda consumada, pero, puede ser peor todavía. La Disciplinaria ya se exhibió como un organismo incapaz de hacer justicia con el video que exonera al jugador.

Ahora, Peñalba, en el peor de los casos, para él, es irse siete juegos suspendido, y perderse casi medio torneo.

Y, en el peor de los casos, para una Comisión Disciplinaria siempre cuestionada por su honorabilidad, es que no encuentre argumentos suficientes para castigar por el escupitajo, pero que, en realidad, sea una forma de justificar y compensar por el partido de suspensión que ya le estampó a Peñalba.

Algo así como: "te castigo inmerecidamente por un juego, para no castigarte merecidamente por otros seis". Tráfico de impunidades.

Como quiera que ocurra, castigando dos veces a Peñalba, o exonerándolo del escupitajo a Peñalba, queda claro, la Disciplinaria, uno de los tentáculos más torvos de Decio, ya demostró su incapacidad para regular la justicia.

Quien tiene la moral putrefacta, no tiene autoridad para dictaminar sentencias, pero, en el neosurrealismo del futbol mexicano, no sólo es permitido, sino prohijado.

Agreguemos a la consideración de Bretón, una más. Esta de Salvador Dalí: "De ninguna manera volveré a México. No soporto estar en un país más surrealista que mis pinturas".