<
>

Roger también es humano

BRISTOL -- Roger Federer tuvo una reacción natural de frustración en la cancha. No me refiero al sólido revés que celebró a todo pulmón, ni tampoco se lanzó al piso casi en signo de desmayo por haber logrado el título de Miami. Roger Federer destruyó su raqueta, a lo Marat Safín, durante el tercer set del partido de semifinales del Sony Ericsson Open que perdió frente a Novak Djokovic.

Pudiéramos decir que la reacción es natural para cualquier mortal de este deporte, pero no para Roger. Al menos, aquel Roger que se convirtió en icono del deporte por su clase dentro y fuera de la cancha. El mejor número uno en la historia del tenis y embajador del respeto y los buenos modales.

No olvidemos que antes de ser un extra terrestre, Roger fue terrícola y rompió muchas raquetas. Aprendió muchísimo de sus inmaduros desplantes a sus rivales cuando perdía partidos importantes, como sucedió en el 2001 en Wimbledon.

¿Recuerdan ese año mágico cuando en cuarta ronda y en cinco espectaculares sets que quedarán en la memoria de muchos, cortó la racha de 31 partidos seguidos ganados por el gran Pete Sampras?

En su siguiente encuentro en la catedral del tenis, pasó de lo sublime a lo ridículo, al perder en cuartos de final ante el local Tim Henman. Al momento de llegar a la red tras la derrota, le dejó el saludo en la mano al británico. Lo hizo por acto reflejo, por inmaduro y necio; así lo reconoció el suizo.

Ese fue precisamente su punto de recapacitación, y a partir de ese momento, su vida cambió y el tenis le premió con 5 títulos consecutivos en el templo sagrado. Su racha continuaría hasta que, en julio del año pasado, Roger cayera en cuenta que ya no era invencible en el césped. Su gran rival, Rafael Nadal, le arrebató de las manos lo que él le quitó a Pistol Pete. No podemos ocultar que fue a partir de ese instante que su aura de imbatibilidad se ha venido desvaneciendo.

¿Qué lo condujo a salirse de la línea a la cual nos malacostumbró por unas 237 semanas?

La respuesta es muy sencilla: Frustración acumulada. Incluyendo esa derrota en cinco sets en Wimbledon frente a Nadal, Federer ganó sólo 6 de los últimos 16 partidos que llegaron a un set decisivo.

Federer nos recordó a todos con su reacción espontánea de destruir su raqueta ante 13 mil 800 personas presentes en la cancha central de Crandom Park, y los millones que lo atestiguaron por televisión, que él es mortal, que adolece y que lo sabe.

Se cansó de ocultarlo y una manera de manifestarlo fue admitiendo que estaba feliz que la temporada sobre cancha dura llegara a su fin, para enfocarse en la temporada sobre polvo de ladrillo, donde no ha sido ajeno a frustraciones por ser el terreno en el cual su archienemigo, Rafa Nadal, es el rey.

No nos preguntemos más que pasa con Roger. Él lo sabe y sólo el tiene la solución, duélale a quien le duela.