FORTALEZA (Enviado especial) -- -Después de cada triunfo de Brasil en la Copa del Mundo, todo el país se convierte en una fiesta. Hay pirotecnia, baile en las calles, música y litros de cerveza. Eso sucedió frente a Croacia, Camerún y Chile. El partido contra Colombia era la gran oportunidad de hacer aún más grande esa celebración, porque la Canarinha podía clasificar a semifinales por primera vez desde 2002. Sin embargo, no hubo ningún tipo de festejo. El equipo jugó bien y ganó, sí. Pero la pena fue mayor que la alegría.

Iban 41 minutos del segundo tiempo cuando Neymar encaró y fue derribado por Juan Camilo Zúñiga. A primera vista, pareció una falta normal del juego, en la que un defensor logra derribar a un delantero que se escapa hacia el área. La figura brasileña quedó tendida en el piso, gritando por el dolor. A pesar de esto, nadie en el estadio le creyó demasiado al principio. Su equipo ganaba, necesitaba perder tiempo y no es extraño en Ney simular. Hasta los médicos tardaron en ingresar. Luego, cuando lo vieron salir en camilla todo cambió.

Neymar
Getty ImagesLa lesión de Neymar dejó a Brasil sin ganas de festejar
El partido terminó sin el delantero de Barcelona en la cancha, pero el público festejó de todas maneras una clasificación que terminó siendo sufrida porque Colombia atacó en los últimos minutos y estuvo cerca de empatar. La felicidad duró hasta que comenzaron a llegar las noticias: Neymar había sido trasladado inmediatamente a una clínica de Fortaleza, donde le realizaron una tomografía que arrojó el diagnóstico más temido: fractura de tercera vértebra lumbar.

El estadio Castelao ya estaba casi desierto cuando se confirmó la lesión, pero en las calles ese golpe se sintió y mucho. Dejaron de escucharse los cantos y las sonrisas desaparecieron. Es que Brasil deberá afrontar el duelo de semifinales contra Alemania sin dos de sus pilares: el suspendido Thiago Silva y el lesionado Neymar. Preocupación es el sentimiento común hoy en todo el país.

"Estamos muy tristes por Neymar. La Canarinha jugó muy bien, pero la lesión de nuestro mejor jugador nos angustia", afirmó un torcedor que todavía estaba en las inmediaciones del campo de juego cuando se dio a conocer la baja del Diez. Sus compañeros intentaban ser más optimistas, pero se notaba el nerviosismo y la incertidumbre por lo que viene: "Vamos a ser campeones igual, aunque esto hará todo más difícil".

Los bocinazos y el ruido de las cornetas estuvieron presentes en la noche de la capital de Ceará, pero sin dudas fueron menos que los que atronaron en Sao Paulo, Recife y las otras sedes donde jugó el Scratch. Es que Neymar es el símbolo de este equipo, el mejor jugador, el hombre capaz de romper cualquier cerrojo del rival, cualquier esquema defensivo. Además, ese el goleador del Seleccionado local y fue la figura en tres de los cinco juegos.

"Claro que será muy complicado superar la ausencia de Ney, para nosotros los hinchas y para los jugadores también. Pero somos locales y seguiremos apoyando a la Canarinha en todos los juegos". Las palabras son de un simpatizante fortalecense que pasea por el centro de la ciudad enfundado en su camiseta verdeamarela y charla sobre las posibilidades de la Selección con un grupo de amigos.

La sensación podría describirse como "agridulce", pero en realidad es más amarga que otra cosa. Porque nadie pensó nunca que el triunfo local estuviera en duda, por eso la clasificación fue celebrada con mesura. Sin embargo, la lesión de Neymar sí es algo que tomó por sorpresa a la torcida. Y muchas veces las malas noticas vencen a las buenas. Por eso, la noche de Fortaleza no fue de fiesta ni mucho menos.

El pesar también estuvo presente entre los jugadores. De hecho, Fred estuvo a punto de romper en llanto tras el partido: "Estoy triste porque trabajó tanto para estar con nosotros. La importancia que tiene para nosotros, claro que ahora vamos a centrarnos en el grupo, que tiene mucha calidad".

El sábado, los periódicos brasileños ilustraron muy bien la situación. La tapa del diario más importante de Fortaleza tenía dos fotos: la de David Luiz y el título "alegría" y la de Neymar con el título "tristeza". Ahora, Brasil, el gran candidato al título, deberá aprender a jugar y a vivir sin su referente.

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SAO PAULO (Enviado especial) -- Hinchas de Brasil, Colombia, Argentina, Holanda, México, Australia, Estados Unidos, Alemania y más. Eso es lo que uno se puede encontrar en las calles de cada una de las sedes mundialistas. Todos juntos, compartiendo tragos, charlas y vivencias que los unen durante un mes. Porque vivir un Mundial en el lugar de los hechos es algo que se puede dar pocas veces en la vida y disfrutarlo con otros visitantes es aún más placentero.

Vila Madalena
Getty ImagesVila Madalena es el sitio preferido de los hinchas

En Vila Madalena esta unión se puede ver mejor que ningún otro sitio. Este "barrio noble" de Sao Paulo se ha vestido de fútbol durante la Copa del Mundo. Situado en el distrito de Pinheiros, en la región oeste, es reconocido por ser el reducto bohemio de la capital paulista y también por recibir a muchos de los estudiantes que asisten a la Universidade de São Paulo y a la Pontifícia Universidade Católica de São Paulo.

En la rua Aspicuelta se encuentra la gran mayoría de los bares del barrio. Allí, todos los fines concurren miles de jóvenes en busca de diversión. Los fines de semana se cierra el tránsito, los establecimientos sacan las sillas a las veredas y la vía pública se llena literalmente de gente. Además, puestos ambulantes de bebidas alcohólicas copan el paisaje. Durante el Mundial, el ritual se repite todos los días. Por eso, Vila Madelena es conocido como "el barrio de los torcedores".

El día después del histórico partido que la Selección Colombia le ganó a Uruguay, se pudieron ver muchos hinchas cafeteros celebrando en Sao Paulo. Aunque el encuentro se disputó en Río de Janeiro, algunos simpatizantes cafeteros no pudieron viajar y se quedaron en la ciudad que ya se convirtió en hogar del fútbol colombiano. En Vila Madalena disfrutaron de la victoria.

"Colombia le demostró al mundo que somos grandes. El partido contra Uruguay fue espectacular y ahora vamos a ir a ganarle a Brasil. Los respetamos, claro, pero tenemos equipo para ganar de nuevo". José Luis, bogotano que viajó a la Copa junto a sus amigos, habla mientras toma una cerveza. Sus compañeros asienten con la cabeza mientras visten con orgullo la camiseta tricolor.

Desde que se pone el sol, a las seis de la tarde, hasta la madrugada, las calles de Vila Madelena dejan sus apariencia bucólica y se transforman en una especie de discoteca gigante al aire libre. La música llega desde los bares pero también hay bandas que amenizan la velada con ritmos típicos de Brasil. De hecho, el barrio tiene una escola do samba propia: el Grêmio Recreativo Social Cultural Escola de Samba Pérola Negra.

La Copa del Mundo forma parte de la vida social y cultura de todo el país desde antes del comienzo del juego. Brasil es una de las naciones más futboleras del planeta y, como tal, ha cambiado sus rutinas durante el gran torneo. En estos días, lo que era una zona bohemia, de artistas, se convirtió en un hervidero de sentimientos mundialistas, con hinchas por todos lados.

ESPNFC.com estuvo en Vila Madalena el día del partido entre Costa Rica y Grecia. En la definición por penales, todos tenían un favorito y los goles se festejaron como si fueran propios. No había demasiados costarricenses y griegos entre la concurrencia, pero nadie estuvo indiferente. Cuando triunfó el conjunto tico, todos dejaron un rato sus bebidas y aplaudieron a los clasificados para cuartos de final. Es decir, que primero está en el Mundial y luego todo lo demás.

A días del gran duelo entre Brasil y Colombia, este era un sitio perfecto para comenzar a vivir lo que será uno de los partidos más emocionantes del torneo. Entre los hinchas de ambas Selecciones sólo hubo respeto, pero también mucha confianza en las propias fuerzas. Por el lado de la Tricolor, vencer a los dueños de casa sería una verdadera hazaña. En Vila Madelana, como en todo Colombia, ya se sueña con eso.

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RIO DE JANEIRO (Enviado especial) -- Después de casi dos semanas de Copa del Mundo, se puede decir que la ciudad en la que se vive con más intensidad el gran torneo es Río de Janeiro. Claro que en todas las sedes el Mundial está omnipresente en las calles, en los negocios y en las conversaciones de la gente, pero es aquí, en la Cidade maravilhosa, donde absolutamente todo gira alrededor de la pelota Brazuca.

Hinchas colombiaGetty ImagesLos colombianos coparon Copacabana

Desde el 12 de junio, Copacabana se vistió con camisetas de las diversas Selecciones participantes y los bares típicos de la playa se convirtieron en sitios de propiedad casi exclusiva de los hinchas. Hoy, a pocas horas del inicio de los octavos de final, los simpatizantes colombianos son los dueños de Río de Janeiro, tal y como antes coparon Belo Horizonte, Brasilia y Cuiabá.

Según informaciones que llegaron desde Bogotá, se esperan unos 60 mil colombianos este sábado en la capital carioca. Teniendo en cuenta todos los que ya se encuentran viajando por Brasil, el estadio Mario Filho podría ser completado exclusivamente por hinchas cafeteros, algo que en otros tiempos era una utopía. Sin dudas, la masiva presencia de simpatizantes de la Tricolor ha sido uno de los puntos para destacar en lo que va de la Copa.

Copacabana invita a caminar. Sus amplias veredas y el paisaje de mar y montañas son la mejor escenografía para dar un paseo bajo el sol carioca. Allí, en la Avenida Atlántica, está el centro de la vida mundialista. No sólo porque se encuentra el Fan Fest más grande del Mundial, sino también porque está la tienda oficial y, sobre todo, porque es el sitio que los hinchas de todas las Selecciones han decidido tomar como propio.

"Venimos a disfrutar de la playa antes del partido. Para venir a Río teníamos que salir primeros y siempre tuvimos esperanza de que eso iba a suceder, por eso compramos los pasajes", afirma Andrés, un bogotano de 30 años que llegó junto a su pareja para vivir el gran choque entre su equipo y Uruguay. Como él, decenas de compatriotas vestidos de riguroso amarillo matan el tiempo en las playas más famosas del planeta.

El sentimiento que más se repite en los momentos previos al gran choque es la ansiedad. Casi todos los colombianos con los que uno habla afirman estar muy ansiosos por el partido más importante de las últimas décadas para el fútbol de su país. En la primera fase, sobre todo después del debut triunfal, había mucha alegría por volver a formar parte de la fiesta, pero hoy eso cambió y se puede ver una concentración mayor, como si la dificultad hubiese aumentado también para los hinchas.

"Estamos muy ansiosos, queremos que empiece el juego ya. Creemos que Colombia tiene un gran equipo, con jugadores en muy buen nivel y que tiene una gran oportunidad contra Uruguay", declaró José Luis a la salida de la tienda oficial. Este santandereano llegó a Río junto a su familia y, aunque no tiene ticket, espera disfrutar del encuentro en el Fan Fest, que promete estar repleto de colombianos al igual que el Maracaná.

Caminar por Copacabana es encontrar uno y mil hinchas de la Tricolor. Como por ejemplo David, quien lleva la bandera atada a su cuello y camina con el pecho erguido: "Estamos muy orgullosos de lo que hizo la Selección hasta ahora, pero creemos que le vamos a ganar a Uruguay y también a Brasil. Para eso estamos aquí".

No sólo hay bares en las "praias mais grandes do mundo", también hay canchas de fútbol. Una al lado de la otra. Como para entender por qué se dice que los brasileños aprenden a jugar en la arena y no en el césped. Aí también se puede ver a simpatizantes cafeteros jugando como si de ellos dependiera la clasificación a cuartos de final. Es fácil distinguirlos porque todos tienen su camiseta. Si no viste la amarilla o la roja, no es colombiano. Así de simple.

En uno de los restaurantes playeros se dio la situación más mundialista que uno puede presenciar. Dos grupos bastante importantes de uruguayos y colombianos se trenzaron en un "duelo de hinchadas" muy duro. Los charrúas cantaban "vamos a ser campeones como la primera vez" y los cafeteros respondían "mi Colombia va a ganar". Son los dos gritos más famosos de cada una de las parcialidades, que también recordaron viejos partidos.

"Colombia va a hacer historia en este Mundial. Lo sabemos desde que clasificamos. Con Pekerman, James, Cuadrado, Teo, el corazón de Falcao y Faryd tenemos todo para ser campeones". La frase es de un hincha sin nombre, pero representa el sentimiento de un pueblo, que hoy vive y sueña en Río de Janeiro.

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El día de la marmotaGetty Images / Montaje ESPN.comEl entrenamiento de Colombia y su rutina: una y otra vez, una y otra vez, y otra vez, y otra...
SAO PAULO (Enviado especial) -- Día 1. Los periodistas están afuera de la carpa de prensa porque el calor dentro de la misma es insoportable minutos antes de las tres de la tarde. Sólo ingresan para anotarse en la lista de quienes desean hacer preguntas y vuelven a salir. Cuando aparecen los dos jugadores elegidos, todos regresan y se sientan. Hay mucha más capacidad de la necesaria y sólo las cámaras no están tan cómodas como deberían. Se hacen preguntas rutinarias y se escuchan respuestas rutinarias. Cómo juega el rival, cómo está el grupo, cómo se sintieron en el último partido. Termina la rueda de prensa y muchos salen corriendo rumbo a las tribunas del campo de entrenamientos, distantes unos 50 metros. Algunos trotan de manera cómica, con trípode y cámara a cuestas. Otros van con paso cansino, como si no esperaran demasiado de lo que verán. Son siempre los mismos, claro. Trabajadores de prensa que van una y otra vez al predio de Cotia donde se entrena la Selección Colombia. Se conocen, se saludan y, si se puede, se ayudan en la tarea. Se acomodan en la platea, lo más cerca del centro de la cancha que se pueda. Entonces, asisten al espectáculo: los jugadores ingresan cuando el cuerpo técnico ya está sobre el verde césped. Entonces, se reúnen en una ronda. Pekerman habla, sus futbolistas lo miran. Se abrazan. Todo transcurre en silencio, porque las voces no llegan hasta la tribuna. Luego se separan, toman contacto con la pelota. Se arman dos grupos, se hacen pases sin correr demasiado. Luego, se separan en parejas: Teo con Bacca, Valdés con Yepes, Carbonero con James. Tocan la pelota y elogan. Entonces, hacen un trote, desde el extremo más lejano hasta el más cercano de la platea. Un trote tranquilo, lento. El preparador físico Urtasún mira y Pekerman camina, charla con Patricio Camps. Los futbolistas se tiran en el piso y elongan de nuevo. Entonces, aparece el jefe de prensa Mauricio Correa y dice: "Ya está muchachos, se cumplieron los quince minutos, afuera". Lo dice una, dos, tres veces. A los dos o tres minutos, los camarógrafos y los periodistas salen de a poco, espiando un poco más de la práctica sin saber muy bien buscando qué. La seguridad cierra la puerta de las tribunas y todos tienen un rato más para dejar el predio. Entonces, Bill Murray se despierta y todo comienza otra vez.


Día 2. Los periodistas están afuera de la carpa de prensa porque el calor dentro de la misma es insoportable minutos antes de las tres de la tarde. Sólo ingresan para anotarse en la lista de quienes desean hacer preguntas y vuelven a salir. Cuando aparecen los dos jugadores elegidos, todos regresan y se sientan. Hay mucha más capacidad de la necesaria y sólo las cámaras no están tan cómodas como deberían. Se hacen preguntas rutinarias y se escuchan respuestas rutinarias. Cómo juega el rival, cómo está el grupo, cómo se sintieron en el último partido. Termina la rueda de prensa y muchos salen corriendo rumbo a las tribunas del campo de entrenamientos, distantes unos 50 metros. Algunos trotan de manera cómica, con trípode y cámara a cuestas. Otros van con paso cansino, como si no esperaran demasiado de lo que verán. Son siempre los mismos, claro. Trabajadores de prensa que van una y otra vez al predio de Cotia donde se entrena la Selección Colombia. Se conocen, se saludan y, si se puede, se ayudan en la tarea. Se acomodan en la platea, lo más cerca del centro de la cancha que se pueda. Entonces, asisten al espectáculo: los jugadores ingresan cuando el cuerpo técnico ya está sobre el verde césped. Entonces, se reúnen en una ronda. Pekerman habla, sus futbolistas lo miran. Se abrazan. Todo transcurre en silencio, porque las voces no llegan hasta la tribuna. Luego se separan, toman contacto con la pelota. Se arman dos grupos, se hacen pases sin correr demasiado. Luego, se separan en parejas: Teo con Bacca, Valdés con Yepes, Carbonero con James. Tocan la pelota y elogan. Entonces, hacen un trote, desde el extremo más lejano hasta el más cercano de la platea. Un trote tranquilo, lento. El preparador físico Urtasún mira y Pekerman camina, charla con Patricio Camps. Los futbolistas se tiran en el piso y elongan de nuevo. Entonces, aparece el jefe de prensa Mauricio Correa y dice: "Ya está muchachos, se cumplieron los quince minutos, afuera". Lo dice una, dos, tres veces. A los dos o tres minutos, los camarógrafos y los periodistas salen de a poco, espiando un poco más de la práctica sin saber muy bien buscando qué. La seguridad cierra la puerta de las tribunas y todos tienen un rato más para dejar el predio. Entonces, Bill Murray se despierta y todo comienza otra vez.


Día 3. Los periodistas están afuera de la carpa de prensa porque el calor dentro de la misma es insoportable minutos antes de las tres de la tarde. Sólo ingresan para anotarse en la lista de quienes desean hacer preguntas y vuelven a salir. Cuando aparecen los dos jugadores elegidos, todos regresan y se sientan. Hay mucha más capacidad de la necesaria y sólo las cámaras no están tan cómodas como deberían. Se hacen preguntas rutinarias y se escuchan respuestas rutinarias. Cómo juega el rival, cómo está el grupo, cómo se sintieron en el último partido. Termina la rueda de prensa y muchos salen corriendo rumbo a las tribunas del campo de entrenamientos, distantes unos 50 metros. Algunos trotan de manera cómica, con trípode y cámara a cuestas. Otros van con paso cansino, como si no esperaran demasiado de lo que verán. Son siempre los mismos, claro. Trabajadores de prensa que van una y otra vez al predio de Cotia donde se entrena la Selección Colombia. Se conocen, se saludan y, si se puede, se ayudan en la tarea. Se acomodan en la platea, lo más cerca del centro de la cancha que se pueda. Entonces, asisten al espectáculo: los jugadores ingresan cuando el cuerpo técnico ya está sobre el verde césped. Entonces, se reúnen en una ronda. Pekerman habla, sus futbolistas lo miran. Se abrazan. Todo transcurre en silencio, porque las voces no llegan hasta la tribuna. Luego se separan, toman contacto con la pelota. Se arman dos grupos, se hacen pases sin correr demasiado. Luego, se separan en parejas: Teo con Bacca, Valdés con Yepes, Carbonero con James. Tocan la pelota y elogan. Entonces, hacen un trote, desde el extremo más lejano hasta el más cercano de la platea. Un trote tranquilo, lento. El preparador físico Urtasún mira y Pekerman camina, charla con Patricio Camps. Los futbolistas se tiran en el piso y elongan de nuevo. Entonces, aparece el jefe de prensa Mauricio Correa y dice: "Ya está muchachos, se cumplieron los quince minutos, afuera". Lo dice una, dos, tres veces. A los dos o tres minutos, los camarógrafos y los periodistas salen de a poco, espiando un poco más de la práctica sin saber muy bien buscando qué. La seguridad cierra la puerta de las tribunas y todos tienen un rato más para dejar el predio. Entonces, Bill Murray se despierta y todo comienza otra vez.

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Hinchas
Getty ImagesLos acampantes colombianos de Cuiabá

CUIABÁ (Enviado especial) -- Las historias de hinchas en la Copa del Mundo esperan en cada sede, en cada calle. Pueden tener diferentes orígenes, desenlaces o características, pero tienen algo en común: el amor por la Selección. Todos los simpatizantes que hicieron un largo viaje para vivir desde el lugar de los hechos el campeonato más trascendente del planeta tienen la misma motivación, que es acompañar al representativo nacional.

En Cuiabá, como antes en Belo Horizonte y en Brasilia, hay miles de colombianos que llegaron para alentar a la Tricolor. Después de 16 años de frustraciones, el equipo regresó a un Mundial y la tentación por viajar fue irresistible para muchos hinchas. De hecho, han conseguido que el conjunto de Pekerman se sintiera local en cada uno de sus partidos y han llenado todos los estadios.

La capital de Mato Grosso no es una ciudad tan amigable como la de Minas Gerais y el Distrito Federal. El calor sofocante hace muy difícil permanecer en la vía pública y eso atenta contra la idea de un Mundial "callejero". como ha sido éste. Por eso, aquellos simpatizantes que hicieron el viaje hasta aquí son aún más valiososo, porque aunque la Selección ya está clasificada, es importante que siga sintiéndose dueña de casa.

Una de las historias que hoy pueblan las calles cuiabanas es la de Eduardo, Andrés y Mike, tres amigos que se juraron estar presentes en el Mundial y lo lograron con sacrificio e inventiva. Salieron desde Bogotá el 11 de junio y llegaron a Cuiabá este domingo, dos días antes del partido de la Selección y de la fecha prevista.

"Nuestra idea era llegar acá para ver a Colombia contra Japón y lo logramos", afirma la voz cantante del grupo, Eduardo, quien además cuenta que durante el viaje conocieron a otros cuatro amigos que se sumaron a la travesía mundialista por América Latina.

Desde 1978 que no se jugaba un Mundial en nuestra tierra y eso hizo que muchos jóvenes crecieran sin la posibilidad de disfrutar de cerca el evento más importante de todos. Por eso, nadie quiso dejar pasar esta oportunidad de vivir la Copa en el lugar de los hechos. La historia de este trío de amigos sirve para describir algo que quien esté en Brasil puede ver con claridad en cada ciudad.

"Llegamos mochileando y haciendo dedo acá. Lo único que queríamos era estar listos para apoyar a la Tricolor en el Mundial. Ahora, esperamos poder entrar al Arena Pantanal hoy y después viajar rumbo a Río de Janeiro para seguir alentando a nuestros ídolos", afirma con optimismo Aldo, quien viste orgulloso una casa amarilla del combinado nacional.

En medio de la marea amarilla que inunda cada pueblo donde vaya el plantel que conduce Néstor Pekerman, aparece esta pequeña historia de amor por el fútbol y también de amistad. Porque Eduardo, Mike y Andrés viajaron por la Copa del Mundo pero también porque buscaban vivir una experiencia inolvidable con sus amigos. Eso es lo que genera un hecho social como este, porque un Mundial no es sólo un torneo de fútbol, es mucho más que eso.

Este trío de colombianos se hizo "famoso" porque llegó a Cuiabá en la noche del domingo y, como no tenían dónde dormir, decidieron acampar en las puertas mismas del Arena Pantanal. Sí, llegaron y se preguntaron: ¿ahora adónde vamos? La respuesta era obvia: vamos a la cancha ahora mismo. Pidieron permiso a las autoridades y se instalaron en el césped que rodea el moderno estadio matogrossense. Allí, se convirtieron en una verdadera atracción.

"Comenzamos el viaje tres pero hoy somos como siete amigos que estamos aquí para alentar a la Selección. El Mundial es algo único y nuestra idea es continuar el viaje hasta la final, que es donde soñamos con ver a Colombia contra Argentina". El deseo es unánime y es lo que los mantiene firme en el viaje. Aunque no tienen boletas y ni siquiera saben si podrán conseguir, eso no les impide sentirse parte de la numerosa hinchada colombiana que hoy ha copado Cuiabá.

La historia de Eduardo, Andrés y Mike es sólo una más de las cientas que potencian la historia de Colombia en esta Copa del Mundo. Una historia de amor y fútbol, que en definitiva es lo que transforma al Mundial en algo único, extraordinario.

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SAO PAULO (Enviado especial) -- El Cururu y el Siriri son las dos expresiones musicales típicas de la región de Mato Grosso y los principales legados culturales de su capital, Cuiabá. Ambas tienen su razón de ser en el festejo del santo del pueblo, San Benedicto. Como cada año, durante el mes de junio se llevó a cabo el 12° festival de cururu y siriri, con una particularidad: la Copa del Mundo.

Gentileza Festival Cururu y SiririLa danza títpica de Mato Grosso se topó con el Mundial

El Mundial está omnipresente en todo Brasil desde hace meses y esa sensación es aún más fuerte en las sedes. Cuando se escogieron las doce ciudades que recibirían los 64 partidos del torneo, se pensó en una Copa federal, con participación de todos los pueblos del país. Gracias a esa idea, Cuiabá se ganó el derecho de formar parte del campeonato. Y desde su vida cotidiana hasta su más importante festival, todo fue marcado a fuego por el fútbol.

La celebración gratuito comenzó el 12 de junio, el mismo día que la Copa del Mundo y desde el inicio tuvo a la Selección de Brasil como una de sus atracciones principales. Toda la programación de la apertura giró en torno al Scratch, a su historia y a sus triunfos. Y fue un verdadero éxito, ya que más de diez mil personas particparon de la primera jornada.

Luego, el festival continuó como de constumbre, con las "competencias" de talento típicas. El siriri es un canto femenino, mientras que el cururu es danza y canto sólo masculino. Son músicas alegres, que han servido desde hace muchos años para sobrellevar mejor el trabajo en el campo y que, según los manifiestos oficiales, "celebran las cosas simples de la vida". Además del hecho musical, también son muy apreciadas las vestimentas de los participantes.

Grupos de Cuiabá, Barra do Bugres, Santo Antônio de Leverger y Várzea Grande estuvieron presentes las dos semanas que duró la fiesta y hoy están pendientes del resultado final, que se dará a conocer el próximo 27. Los 15 ganadores serán seleccionados para volver a participar el próximo año.

Al margen de lo que significa un festival de estas características para los artistas de la región, es el pueblo el que más disfruta de estos espectáculos. Gran parte de la ciudad de Cuiabá asiste para disfrutar de la danza y el canto pero también como un hecho social, para compartir un momento con sus vecinos y asistir a exposiciones de artes plásticas, grafiti, fotografía, teatro, danza, shows de bandas regionales, ferias de artesanías, espectáculos indígenas y talleres literarios.

También es una gran ocasión para degustar los platos típicos de la región, que son a base de pescado (pacú, pintado, dorados, matrinxa, peraputanga) proveniente de los muchos ríos cercanos. Se cocinan fritos o asados envueltos en hojas de bananero.

El secretario de cultura, Alberto Machado, afirmó: "Ha sido un gran suceso. Tanto de público, que llegó para prestigiar el evento como de participación de los grupos, que se esmeraron y protagonizaron óptimas presentaciones, rescantando nuestra tradición y cultura". Además, gracias al Mundial, este año aumentó en buena proporción la cantidad de visitantes.

En este año mundialista, el festival fue denominado "Cururu y Siriri sin fronteras", ya que se convirtió en una gran excusa para dar a conocer a todos los visitantes de Cuiabá la vida artística de Mato Grosso. Sin dudas, el objetivo fue conseguido, porque como tantas otras veces el fútbol se mezcló con la cultura popular.

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SAO PAULO (Enviado especial) -- En las últimas semanas, la palabra "Cotia" ha sido una de las más escuchadas en los medios colombianos. Todos hablan de este municipio paulista como si fuera un pueblo antioqueño o cafetero. Pero, ¿cómo es en realidad Cotia? ¿cuáles son los atractivos de la ciudad donde vive y sueña la Selección Colombia?

Cotia es un municipio de la Microrregión de Itapecerica da Serra, en el estado de Sao Paulo. Forma parte de la inmensa región metropolitana que rodea la capital paulista. Tiene una superficie de poco más de 325 kilómetros cuadrados y 205.154 habitantes. Hasta ahí, todo lo que nos dice Google, como para contextualizar cómo es el hogar del Seleccionado nacional.

El cuerpo técnico encabezado por José Pekerman eligió este sitio porque aquí se encuentra uno de los predios de entrenamiento de Sao Paulo FC, un lugar perfecto para concentrarse para el Mundial: alejado, tranquilo y con todas las comodidades. Pero este club no es el único atractivo del pueblo.

Cotia es conocida como la "ciudad de las rosas", por la presencia de Roselândia, una especie de reserva ecológica donde se cultivan flores y plantas ornamentales ubicada muy cerca del centro urbano. Durante muchos años, la visita a este lugar era uno de las excursiones más solicitadas desde el centro de la ciudad, sin embargo, con el tiempo perdió trascendencia y la festividad más importante de Cotia, "La fiesta de las rosas" ya no existe más.

En 1928, los hermanos Kurt y Hans Boettcher llegaron a Brasil procedentes de Erfurt, "la ciudad de las flores" de Alemania. Un año después adquirieron una chacra en Jabaquara y comenzaron a plantar dalias. Su emprendimiento fue un verdadero éxito y en 1934 necesitaron más espacio para sus cultivos y se trasladaron a Cotia. Allí se dedicaron sobre todo a las rosas, pero también a las dálias, caléndulas, gladiolos y a árboles de frutos.

A mediados de la década del 40, con la empresa ya muy firme los hermanos crearon "la fiesta de las rosas", una especie de reunión íntima para celebrar la belleza de sus plantas. En 1951 construyeron el predio donde hoy se encuentra Roselândia y en 1958 el festival quedó institucionalizado como parte del circuito de exposiciones oficial.

Esa fue la época de esplendor de Cotia, que creció al ritmo de su más importante atracción. Año tras año, muchas de las más importantes estrellas de la moda visitaron Roselândia. Hoy, lo que alguna vez fue un verdadero punto de encuentro de los amantes de las flores es un negocio de venta que todavía mantiene su belleza pero no el glamour de otros tiempos.

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Aficionados de ColombiaGetty ImagesEste Seleccionado le ha dado alegrías al pueblo colombiano, que le paga con amor y devoción

BRASILIA (Enviado especial) -- Tal como sucedió en Belo Horizonte hace cinco días, hoy Brasilia amaneció invadida por hinchas colombianos. Desde ayer se podía ver por las calles de la capital a miles de simpatizantes con camisetas amarillas, mucho más eufóricos incluso que en el estadio Mineirao. Es que la gran victoria de la Selección en el debut frente a Grecia les dio una inyección de optimismo a todos los cafeteros que están en Brasil para la Copa del Mundo.

La caminata desde el centro hasta el Mané Garrincha estuvo marcada por dos colores: el celeste de un cielo inmaculado y el amarillo. Amarillo por todos lados. El campo de juego está ubicado en un lugar abierto y eso permite ver un panorama mucho más amplio de la cantidad de espectadores que estarán en el juego contra Costa de Marfil. Todos ellos tienen una historia que contar.

Este Seleccionado le ha dado muchas alegrías al pueblo colombiano, que a su vez le paga con amor y devoción. Todos los jugadores del plantel son amados por los hinchas, desde el último suplente hasta el titular indiscutido. En Brasilia, muchos simpatizantes lo demuestran de una forma ya clásica: usar la camiseta con el nombre y el número del ídolo. ESPNFC.com charló con once hinchas. Sí, cada uno con una historia de amor diferente.

Alejandro, sobre DAVID OSPINA
"Yo soy arquero y para mí David es el mejor del mundo. En el primer partido jugó muy bien y lo seguirá haciendo en el Mundial. También lo quiero a Camilo Vargas porque soy de Santa Fe, pero Ospina es el mejor". Alejandro es alto y tiene ya pinta de arquero. Con 15 años, sueña con emular a su ídolo algún día.

Eduardo, sobre FARYD MONDRAGÓN
"Hice poner el nombre de Faryd en una camiseta porque es mi ídolo desde siempre. Él se merecía estar en este Mundial más que ninguno". Eduardo es caleño y en su camiseta amarilla tiene el nombre del arquero suplente del equipo y el número 1.

José Luis, sobre MARIO YEPES
"Siempre quise mucho al capitán, es un defesor muy bueno y en la Selección nos ha dado muchas alegrías. Para mí debe jugar siempre como lo hizo contra Grecia". José Luis es veterano como su querido Mario Alberto y espera volver a disfrutar de una actuación como la de Belo Horizonte.

John, sobre AMARANTO PEREA
"Es una pena que no pueda jugar en el Mundial, pero yo lo sigo queriendo igual y además nunca dejará de ser parte de la Selección". John no se olvida de uno de los futbolistas clave durante las Eliminatorias que no pudo estar en Brasil por lesión.

Fabián, sobre PABLO ARMERO
"Es mi ídolo absoluto porque en Medellín juego en su posición. Pablo sabe marcar muy bien pero también ataca y por eso hizo el primer gol del Mundial". Fabián, de 14 años, sabe destacar las virtudes de Armero y lleva su número con alegría.

Giovanni, sobre JUAN GUILLERMO CUADRADO
"Siempre juega bien y corre como ninguno. Es uno de los jugadores que siempre tienen que estar. Yo soy hincha de Fiorentina y cuando vino al club me puse muy feliz". Giovanni es hijo de italiano y tiene la casaca roja de la Selección con el nombre de su ídolo.

Juan, sobre JUAN FERNANDO QUINTERO
"Lo amo desde el Mundial sub 20. Soy hincha de Nacional y lo disfruté en el club aunque se fue muy joven. Espero que hoy juegue al menos unos minutos". Este paisa se llama también Juan y tiene casi la misma edad de su ídolo. Vino a Brasil con sus amigos y espera seguir de fiesta.

Andrés, sobre JAMES RODRIGUEZ
"Es el mejor de todos. Incluso cuando teníamos a Falcao, James también era mi jugador favorito por cómo juega y por lo que es como persona". Fue difícil elegir un testimonio porque la camiseta de James es la que más se puede ver entre los hinchas colombianos. Uno se encuentra con decenas de números 10. Pero las palabras de Andrés describen bien el sentimiento.

Guillermo, sobre TEÓFILO GUTIÉRREZ
"Soy de Barranquilla y lo quiero a Teo desde hace muchos años. En la Selección es muy importante por los goles y también por su amor por la camiseta". Guillermo, de 28 años, lleva el nombre de su ídolo con orgullo y sueña con gritar un nuevo gol mundialista.

John, sobre RADAMEL FALCAO
"Es nuestro ídolo máximo, aunque no haya podido jugar este Mundial. Fue la figura de las Eliminatorias y siempre deja el nombre del fútbol colombiano en lo más alto". Es otro de los nombres que más se repiten en las espaldas de los colombianos. El testimonio de John resume lo que piensan todos ellos.

Richard, sobre JACKSON MARTÍNEZ
"El mejor delantero que vi en el DIM y uno de los mejores colombianos que recuerde. Si es titular en este partido marcará uno o dos goles". Richard tiene más de 40 años según sus propias palabras y cree que su querido Jackson brillará en Brasil.

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Brasilia: Catedral Metropolitana Nossa Senhora AparecidaGetty ImagesLa construcción más reconocida de Brasilia: la Catedral Metropolitana Nossa Senhora Aparecida

BRASILIA (Enviado especial) -- Brasilia no es una ciudad más. No hay que ser demasiado observador para darse cuenta de las grandes diferencias entre cualquier sitio que hayamos visitado y la capital de Brasil. Sus calles, sus edificios, sus espacios verdes, todo es muy particular, tiene una identidad propia que poco tiene que ver con una ciudad tradicional.

El periplo mundialista nos trajo al Distrito Federal, donde la Selección Colombia jugará su segundo partido frente a Costa de Marfil. Uno conoce la historia de la fundación de Brasilia, pero visitar esta metrópolis es como meterse en una especie de libro de George Orwell o de Aldous Huxley. Fue diseñada para ser la capital del futuro en una época en la que se pensaba el futuro como la ciencia ficción.

Brasilia no nació como cualquier pueblo. Tuvo una fundación "artificial". En 1956 se logró llevar a cabo un proyecto intentado varias veces en Brasil: el de trasladar la capital legislativa, ejecutiva y judicial al interior del país. El presidente socialista Juscelino Kubitschek decretó el comienzo de la construcción ese mismo año y fue inaugurada el 21 de abril de 1960.

Lúcio Costa fue el principal urbanista y Oscar Niemeyer el principal arquitecto. Entre ambos pensaron una ciudad cómoda, moderna y sin diferenciación de clases sociales. Este proyecto utópico fue cumplido de forma parcial, porque la población planificada era de 500.000 habitantes en total y hoy hay más de dos millones entre el centro urbano original y el área metropolitana.

Apenas llegué me dirigí al Estadio Mané Garrincha, como cada vez que arribo a un destino nuevo: el estadio es la primer visita. Es un campo de juego muy bonito en su parte exterior, con decenas de columnas que le dan una identidad particular, como para estar en sintonía con el resto de la ciudad. Adentro, es mucho más "vertical" que otros estadios y la disposición de las tribunas altas recuerdan al menos un poco a la Bombonera.

El estadio se encuentra en la avenida "Eixo Monumental", que significa eje monumental. No es sino la calle principal de Brasilia, la que recorre todo el Distrito Federal de norte a sur. Cuando uno deja la cancha y sale a la calle lo primero que ve es espacio libre. Mucho espacio libre. Entre el carril de ida y el de vuelta hay aproximadamente quinientos metros de césped y eso le da un aspecto de libertad espectacular.

Al caminar en dirección al centro, lo primero que se ve es la Torre de televisión. Es una antena de 224 metros que se ve imponente desde cualquier ángulo de la ciudad. Desde allí emiten muchas de las más importantes señales audiovisuales de la nación. Por otro lado, es uno de los pocos edificios importantes que no fue obra de Niemeyer.

En la continuidad en la caminata aparecen la plaza de las fuentes a la derecha y el distrito hotelero a la derecha. Así está organizado este pueblo: cada rubro comercial tiene su lugar y así se mantiene la organización. Un poco más adelante se encuentra la estación principal, que es el punto de entrada a la capital. La misma etá justo arriba del Eje monumental, en una especie de puente.

Luego, aparece la construcción más reconocida de Brasilia: la Catedral Metropolitana Nossa Senhora Aparecida. Está construida con una estructura hiperboloide y tiene un impresionante techo de vidrio. Fue diseñada y construida por Niemeyer y en su interior uno olvida al menos por un rato a las tradicionales iglesias. Estar en la Catedral es una verdaera injusticia. A su lado está el Complejo Cultural de la República.

Seguimos la caminata y allí a lo lejos se ve la Plaza de los Tres Poderes. Su nombre lo indica: es el hogar del poder legislativo, el judicial y el ejecutivo. En un mapa o incluso aquí mismo las distancias parecen cortas, pero en realidad son muy largas. Esa percepción tiene que ver con la grandeza de los espacios libres y el ancho de las carreteras.

La Plaza de los tres poderes fue pensada como un lugar donde las tres instancias de la República se unieran de forma pacífica y armónica. El Palacio de Planalto, el Congreso Nacional, el Supremo Tribunal Federal y el Palacio de la Alborada (la casa del presidente) confluyen en un mismo espacio físico que puede verse desde varios kilómetros a la redonda. El Congreso es el edificio más fácil de reconocer, porque son dos columnas al final de la Avenida.

En definitiva, una visita a Brasilia es toda una experiencia. Uno puede sentirse cómodo por estar en una ciudad bien organzada, que no sufre las dificultades a las que estamos acostumbrados, y a la vez puede sentir una extrañeza por esta capital fundada de manera artificial y que parece muy fría. Aunque esa gelidez desaparece cuando uno se encuentra con colombianos ansiosos por ver a la Tricolor en la cancha.

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BRASILIA (Enviado especial) -- La onda expensiva por la caída de España en el Maracaná se extendió por todos los rincones de Brasil. El colapso de un campeón del mundo es un hecho tan significativo que excede el ámbito en el que sucede y en estos momentos se habla de la derrota de la Roja en toda la nación.

Sergio Busquets
EFEEspaña se fue en primera ronda y los hinchas lo sufrieron

Este miércoles, Brasilia amaneció invadida de hinchas colombianos, que verán a su Selección frente a Costa de Marfil en el estadio Mané Garrincha. Sin embargo, en las sedes no hay sólo simpatizantes de los equipos que allí jugaron o jugarán, sino de todos los Seleccionados participantes de la Copa. Por eso, la capital del estado también fue un sitio de tristeza para los españoles que allí se encontraban.

Bastó una corta caminata por la avenida Eixo Monumental para cruzarse con una buena cantidad de hinchas de la Roja, que paseaban su pesar por el centro de la ciudad. Es que una derrota inesperada es una derrota que duele el doble. Es cierto que el equipo que dirige Vicente Del Bosque no llegaba en su mejor momento, pero nadie podía imaginar dos derrotas y siete goles en contra en los primeros dos juegos.

"Es un varapalo muy fuerte", afirmó Sergio, un madrileño que vive en Brasil desde hace cinco años pero que no perdió el amor por la camiseta de su patria. "Jugamos muy mal, demasiado mal y perdimos con justicia. Desde luego que este resultado es sorprendente", agregó antes de lamentarse por no poder ver a su Selección en la ciudad donde vive.

Cerca de la icónica Catedral Metropolitana nos encontramos con un grupo de seis españoles que parecían no haberse enterado de la derrota de su Selección. Estaban tomando cerveza y celebrando el simple hecho de estar vivos, porque otra cosa no podían festejar. Se habían ido del Fan Fest de Taguaparque mucho antes del final del partido y ya estaban de regreso en el centro de la ciudad.

"Ha sido una pena, pero el Mundial sigue y nosotros estamos aquí para pasarla bien", exclamó César, un madrileño y madridista que era el más tranquilo del grupo. Junto a él viajaban tres catalanes y dos valencianos. Se conocieron en Salvador -la sede del choque contra Holanda- y desde ese momento comenzaron a moverse juntos para todos lados.

"Estamos en Brasilia porque aquí hay dos arquitectos que querían venir a esta ciudad. Como no teníamos entradas para el Maracaná, decidimos hacer un alto antes de seguir viaje. Ahora no sabemos qué haremos", comenta Joan, un hincha de Barcelona que ve desde cerca como se termina una temporada que ya quiere olvidar.

La derrota de España es el fin de uno de los ciclos más brillantes de la historia. Entre 2008 y 2014, la Roja ganó dos Eurocopas y un Mundial, algo que nadie había hecho nunca. Esta decepción gigantesca no oscurece aquellos logros, que tienen un brillo propio, imposible de quitar. A Brasil 2014, el Seleccionado de Del Bosque llegó en un pésimo estado físico, sin grandes motivaciones y con más para perder que para ganar. Por eso se va en primera ronda.

Siguen los amigos españoles: "El Fan Fest fue una fiesta, estuvimos con los chilenos, que estaban muy felices y se lo merecen. Nosotros ya festejamos mucho ultimamente y no nos vamos a morir por perder una vez". Las palabras de César parecen muy sabias pero enseguida su amigo lo refuta: "por favor, no se puede jugar así, ha sido una vergüenza este equipo".

Tras la charla, los amigos se van a seguir con su viaje, que ya ha dejado de ser mundialista y se transformó en turístico. Aunque algunos intenten esconder la decepción, se ve en la postura que esta derrota ha pegado fuerte en la humanidad de una hinchada que, por primera vez en su historia, se había acostumbrado a ganar.

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