Derek Jeter
Jamie Squire/Getty ImagesSi la lógica se impone, el eterno capitán de los Yankees, Derek Jeter, debería ser exaltado de forma unánime a Cooperstown.
Un año después que el panameño Mariano Rivera se convirtiera en el primer exaltado al Salón de la Fama con el voto unánime de los miembros de la Asociación de Escritores de América (BBWAA), su compañero de equipo en los New York Yankees, Derek Jeter, va en camino de imitar su hazaña.

Según Ryan Thibodaux, quien lleva el conteo de las boletas en la medida en que se hacen públicas, Jeter ha sido marcado por todos los que han revelado sus votos.

Hasta ahora se han dado a conocer 48 papeletas, que representan el 11.7 por ciento de los integrantes de la BBWAA con derecho al voto para Cooperstown.

Aunque la muestra todavía es demasiado pequeña, no existe absolutamente ninguna razón para no votar por el famoso número 2 de los Yankees.

Sus 3,465 hits lo sitúan en el sexto lugar de todos los tiempos, sólo superado por Pete Rose, Ty Cobb, Hank Aaron, Stan Musial y Tris Speaker.

Es además el líder histórico en imparables dentro de la franquicia de New York, Novato del Año en 1996, con 14 participaciones en Juegos de Estrellas, cinco anillos de campeón de Serie Mundial, Jugador Más Valioso en el clásico de octubre del 2000, ganador de cinco Guantes de Oro e igual cantidad de Bates de Plata.

Fue un hombre ejemplar, dedicado por entero al deporte, sin escándalos extradeportivos tan comunes en estos tiempos, de conducta intachable que le valió ser la cara limpia del béisbol en la turbulenta era de los esteroides.

Y después de Jeter, ¿cuándo volveremos a ver otro unánime en Cooperstown? ¿Quién sería ese al que nadie se atrevería a escatimarle su voto?

No será en el 2021. De hecho, ninguno de los que aparecerán por primera vez en las boletas reúne los requisitos necesarios para la inmortalidad.

En el 2022 les tocará el turno a Alex Rodríguez y a David Ortiz.

De antemano, hay muchos integrantes de la BBWAA que han adelantado que jamás votarían por ARod, mientras que otros dudarán en hacerlo incondicionalmente por el Big Papi, pues siempre hay quien cuestione su rol fundamental de bateador designado.

En la clase del 2023 se estrenan como principales figuras el puertorriqueño Carlos Beltrán y el venezolano Francisco Rodríguez, ambos con números sobresalientes, pero sin llegar a extraordinarios, de esos que dejan al mundo con la boca abierta.

En el 2024 le corresponde su oportunidad al dominicano Adrian Beltre, quien debería entrar en su primer año de elegibilidad, aunque dudo que lo haga con todos los votos.

Si no lo consiguió Ken Griffey Jr., difícilmente lo logre Beltré.

Tendrán entonces que pasar cinco años desde Jeter para que veamos entrar, de manera unánime, indiscutible, al gran samurái de Japón, Ichiro Suzuki.

Ichiro Suzuki
Masterpress/Getty Images Después de Derek Jeter, aparentemente el japonés Ichiro Suzuki es quien tiene mayores posibilidades de entrar al Salón de la Fama de manera unánime.

A pesar de llegar a las Grandes Ligas con 27 años en el 2001, Ichiro, único pelotero que lucía su primer nombre y no su apellido en el uniforme, tuvo unas primeras diez temporadas excepcionales.

En su debut ganó la corona de bateo de la Liga Americana y fue elegido Novato del Año y Jugador Más Valioso.

Su excelencia ofensiva le permitió superar los 200 imparables en diez campañas seguidas, incluida la del 2004, donde impuso el récord de 262 cohetes, para eclipsar la marca de George Sisler, que databa de 1920.

Para que se tenga una dimensión real de su hazaña, téngase en cuenta que desde el récord de Sisler pasaron por las Grandes Ligas la mayoría de los mejores bateadores de la historia, como Babe Ruth, Ted Williams, Musial, Aaron, Joe DiMaggio, Mickey Mantle o el propio Rose. ¡Y ninguno logró lo que el japonés!

Además, en ese mismo lapso ganó siempre el Guante de Oro por su defensa exquisita en el jardín derecho.

De haber llegado más joven a la MLB, en lugar de pasar nueve campañas en el béisbol profesional japonés, quién sabe hasta dónde hubiera llevado su marca de 3,089 hits.

Desde ya, Ichiro tiene un voto. El mío. No creo que nadie me lleve la contraria.

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Yandy Díaz fue el último invitado a la fiesta de octubre y se robó el show en el inicio de la Postemporada en la Liga Americana.

Díaz disparó jonrones en sus dos primeros turnos al bat y, además, añadió un sencillo en cuatro turnos para convertirse en el héroe inesperado de los Tampa Bay Rays, que vencieron 5-1 a los Oakland Athletics en el Juego de Comodines del joven circuito.

“Sólo traté de hacerle swing a buenos pitcheos y salieron los batazos. Hoy (miércoles) soy el hombre más feliz del mundo”, dijo el cubano de 28 años, quien está en su primera campaña con la organización floridana, tras pasar sus dos primeros años con los Cleveland Indians.

Hasta último momento, la gerencia de los Rays debatió si incluir a Yandy en el roster de 25 peloteros para Playoffs tras ser activado apenas el domingo, en el partido final de la temporada regular. El cubano se perdió los 58 juegos previos por una fractura en una pierna.

Al final, no sólo fue incluido sino que el manager Kevin Cash lo colocó como primer bat en la alineación. Frente al zurdo Sean Manaea, abridor de los Athletics, Díaz le desapareció la pelota por la banda contraria en cuenta de 3-1 para darle temprana ventaja a su equipo.

En el tercero, nuevamente ante Manaea y esta vez en conteo de 2-2, el cubano sacó la pelota casi por el mismo punto para convertirse en el cuarto pelotero y segundo en la historia de Tampa Bay (Evan Longoria) en disparar dos cuadrangulares en su debut en Postemporada.

Los Rays apelaron a la producción de largometraje, pues, además de los dos vuelacercas de Díaz, también la sacaron del parque el venezolano Avisail Garcia con uno a bordo en el segundo inning y Tommy Pham en el quinto, con la casa limpia, para redondear las cinco carreras del equipo.

Nuevamente, el Moneyball alcanzó sólo para llegar a la Postemporada y despedirse temprano. Por segundo año consecutivo, el dirigente Bob Melvin se equivocó en la selección de su abridor o el error vino desde la oficina de Billy Beane. Da lo mismo.

En 2018, Melvin usó al hoy cerrador Liam Hendicks como “opener” y esta vez se decantó por el zurdo Manaea por encima del diestro Mike Fiers, su caballo de batalla a lo largo de toda la contienda.

Para un juego de vida o muerte, uno en el que no hay mañana para el perdedor, uno tiene que jugársela, sí o sí, con su mejor hombre, como hizo Cash con el veterano Charlie Morton o como un día antes sucedió con Max Scherzer y los Washington Nationals.

Si sale mal, puede pasar. Scherzer no se presentó dominante ante los Milwaukee Brewers en el Juego de Comodines de la Liga Nacional, pero nadie osa criticarle al manager Dave Martínez el haber apelado a su mejor lanzador.

Morton se presentó con problemas de descontrol en el primer inning, en el que hizo 36 lanzamientos, pero, aún así se las arregló para mantenerse cinco episodios con una sola carrera sucia permitida antes de dejar el partido en manos del bullpen.

Nadie duda de la capacidad de Manaea (4-0, 1.21 de efectividad en cinco aperturas), pero, para un partido de estas características, la experiencia cuenta mucho y el zurdo jamás había lanzado bajo la presión de una Postemporada, mucho menos en un juego de eliminación, de todo o nada.

Fiers (15-4, 3.90) ya había estado en 2015 con los Houston Astros y conocía de alguna manera el ambiente de tensión que se respira en los juegos de octubre.

Los dioses del beisbol no perdonan semejantes errores de juicio contra lo que dicta la lógica y el sentido común.

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En el último suspiro, los Washington Nationals ganaron por primera vez un juego de postemporada en que enfrentaban la posible eliminación.

De paso, dejaron en el camino a los Milwaukee Brewers al vencerlos 4-3 en el juego de comodines de la Liga Nacional, con que dieron inicio los playoffs del 2019.

El jovencito Juan Soto fue el héroe indiscutible del encuentro, con su cañonazo en el cierre del noveno con las bases llenas, que se combinó con un error del patrullero derecho Trent Grisham, para limpiar las almohadas y darle un vuelco de 180 grados al marcador.

Soto había fallado en sus tres primeros turnos, con dos ponches incluidos, pero a la hora buena le pegó hit al supersónico cerrador zurdo Josh Hader con dos outs en la pizarra.

Nationals celebra triunfo (Washington Nationals)
AP Photo/Patrick Semansky

Hader, salvador de 37 partidos en la campaña regular, se presentó con poco dominio de la zona de strikes y primero golpeó al emergente Michael Taylor, luego admitió imparable de bate partido del también sustituto Ryan Zimmerman y embasó por boleto a Anthony Rendón.

Si el manager Craig Counsell no levantó del montículo a Hader después del pasaporte a Rendón, a pesar de su manifiesto descontrol, habrá sido por la condición de zurdo del jovencito dominicano, quien echó por tierra la teoría y le despachó el lineazo a la pradera derecha.

El otro villano de la noche fue el novato Trent Grisham, quien al entrar a cortar el batazo de Soto, perdió la pelota y permitió que Rendón anotara desde primera la carrera que decidió el encuentro.

Fue ahí, a la defensa, cuando se echó más en falta la ausencia de Christian Yelich, un ganador de Guante de Oro que si bien no hubiera podido evitar que anotaran los corredores de tercera y segunda con las carreras que empataban el choque, pues tiene menos brazo que la Venus de Milo, al menos, con su experiencia, habría sabido cerrar la pelota e impedido que se fuera hacia atrás, como sucedió con el debutante Grisham.

Pero quizás el gran causante de la derrota, más que Hader o Grisham, haya sido el manager Counsell, quien una vez más fue traicionado por los nervios, cuando tuvo el triunfo al alcance de la mano, como le sucedió el año pasado en la Serie de Campeonato de la Liga Nacional ante Los Ángeles Dodgers.

Hader es su cerrador y tal vez se apuró al llamarlo a trabajar en la octava entrada con ventaja de 3-1, a pesar de que el también zurdo Drew Pomeranz, tercer pitcher que utilizó en la jornada, había trabajo dos episodios perfectos, con dos ponches.

Y tratándose de un serpentinero experimentado con gran camino recorrido como abridor, perfectamente pudo haberle dado un inning más, para reservar a Hader para su habitual novena entrada.

Por su parte, el mentor de Washington, Dave Martínez, se la jugó con su principal carta, el diestro Max Scherzer, como lo hubiera hecho el 95 por ciento de los dirigentes, con todo y que el astro de los ojos de colores distintos no estaba en su mejor forma.

Scherzer volvió a fallar, al permitir dos carreras antes de sacar el primer out, por jonrón del cubano Yasmani Grandal con uno a bordo y otro bambinazo en el segundo, solitario de Eric Thames.

Pero Martínez manejó bien el pitcheo y a sabiendas de que no había mañana, trajo de relevo a su segundo mejor abridor, Stephen Strasburg, quien se apuntó el triunfo con tres entradas inmaculadas.

Scherzer sigue quedando a deber en postemporada, pero al menos esta vez, la vida le regaló más oportunidades para reivindicarse, aunque para ello tenga que hacerlo nada menos que frente a los Dodgers, rival de Washington en la próxima serie divisional.

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Joe Maddon
AP Photo/Jae C. HongJoe Maddon is enjoying the drama of the current political season.
Se acabó la paciencia de los Chicago Cubs con Joe Maddon y ahora el controversial mánager está sin empleo, aunque no será por mucho tiempo.

Ojo, no se trata que el equipo lo haya despedido. Simplemente se vence el contrato de cinco años que firmó en el 2015 y la gerencia decidió no renovarle el pacto.

Maddon logró lo que no pudieron otros 52 mentores en 108 años y quedó santificado por la Diosa Victoria, pero después de ganar la Serie Mundial del 2016 y romper la Maldición de la Cabra, los Cubs no lograron construir lo que se proyectaba como una dinastía.

Por el contrario, el equipo fue de más a menos, hasta el colapso final de nueve derrotas en fila entre el 17 y el 26 de septiembre del 2019, que dieron al traste con cualquier posibilidad de llegar a la postemporada.

Excéntrico y polémico, Maddon es un estratega muy cuestionable, que muchas veces va en contra de la lógica más elemental.

Y si bien le dio a Chicago su primera Serie Mundial en más de un siglo, dirigió de forma tan errática que dejó la sensación de que los Cubs ganaron no gracias, sino a pesar de Joe Maddon.

Pero más allá de su capacidad estratégica, lo acompaña un don de gente que le permite aglutinar plantillas jóvenes, como la que tuvo bajo su mando en los Tampa Bay Rays o la de los Cubs, en la que moldeó a figuras como Kris Bryant, Anthony Rizzo o Javier Baez hasta convertirlas en estrellas.

Quizás sea Maddon el hombre para empujar a los San Diego Padres a ese paso que necesitan para ir al nivel superior.

O tal vez lo veamos por la Gran Manzana, al frente de Pete Alonso y compañía, si los New York Mets deciden a última hora cortar lazos con su actual mánager Mickey Callaway.

También están las vacantes de los Kansas City Royals y los San Francisco Giants, cuyos mentores Ned Yost y Bruce Bochy decidieron retirarse después de largas carreras.

Maddon está sin trabajo, pero no será por mucho. En su currículum lo que queda es el triunfo, en el que aparece también el haber llevado a los Tampa Bay Rays a su única Serie Mundial en el 2008, aunque la haya perdido ante los Philadelphia Phillies.

Dependerá solamente de él, si decide por ejemplo tomarse un año libre, el tiempo que esté desempleado. Ofertas no le faltarán.

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Si la vida fuera un guión de Hollywood, Félix Hernández saldría hoy a la lomita del T-Mobile Park y lanzaría el segundo juego perfecto de su carrera.

Sería el colofón ideal a una trayectoria que parecía encaminada al Salón de la Fama de Cooperstown, cuando siendo un adolescente de 19 años debutó con un mundo en la pelota el 4 de agosto del 2004.

En aquella ocasión perdió 3-1 ante los Detroit Tigers, pero le tomó apenas una segunda apertura para deslumbrar con ocho innings en blanco frente a los Minnesota Twins para un triunfo de 1-0, su primero en las Mayores.

Había nacido El Rey Félix. Tuvieron que pasar por el plato 112 bateadores antes que en su séptima salida, Jermaine Dye, de los Chicago White Sox, consiguiera conectarle su primer extrabases, un doblete.

El venezolano es una rareza en estos tiempos, al vestir un solo uniforme en su carrera. Defendió a los Seattle Mariners desde el primero hasta el último día, en las buenas y en las malas. Félix es a los Marineros como pitcher lo que Edgar Martínez fue como bateador. Semper fidelis.

Mereció ganar el premio Cy Young en el 2009, pero los votantes comenzaban a inclinarse a las nuevas estadísticas y se decantaron por Zack Greinke, entonces con los Kansas City Royals.

Un año después, la misma sabermetría que le quitó el Cy Young, se lo sirvió en bandeja de plata, a pesar de tener un récord de 13-12, seis victorias menos y siete derrotas más que en el 2009.

El momento cumbre de su carrera llegaría el 15 de agosto del 2012, cuando retiró a los 27 bateadores que enfrentó de los Tampa Bay Rays, 12 de ellos por la vía de los strikes, para vencer 1-0 y apuntarse el vigesimotercer juego perfecto en toda la historia de las Grandes Ligas.

Un año después firmó una extensión contractual por siete años y 175 millones, con opción para el 2020.

Pero a partir del 2016, al cumplir los 30 años, la salud empezó a darle la espalda y aquella carrera que parecía destinada a terminar en Cooperstown se torció.

El Rey Félix, un devorador de innings que del 2008 al 2015 superó siempre la barrera de las 200 entradas, apenas ha conseguido trabajar 308.1 capítulos entre 2017 y 2019, con efectividad desastrosa de 5.43 y saldo de 15 triunfos y 26 reveses.

Ojalá en su último acto sea capaz de sacar de donde no hay, para dejar una última imagen triunfal y no la caricatura que ha sido en las últimas tres campañas.

Demasiadas glorias le entregó al béisbol y un Rey no merece salir por la puerta de atrás.

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Ya están listos los cinco equipos de la Liga Nacional que irán a la postemporada y parecen casi definidos los clasificados por la Americana a la fiesta de octubre, pero cuando nos encaminamos al último fin de semana del calendario regular, todavía queda tela por donde cortar.

En el viejo circuito, los Atlanta Braves y Los Angeles Dodgers aseguraron hace rato sus respectivos banderines divisionales del Este y el Oeste, mientras que los St. Louis Cardinals, los Washington Nationals y los Milwaukee Brewers ya aseguraron sus boletos a los playoffs.

Sin embargo, los Cardenales, líderes en la división central, todavía no terminan de finiquitar ese asunto y los Cerveceros podrían darle alcance y enviarlos al infartante partido entre comodines ante los Nacionales.

St. Louis (90-69) exhibe una ventaja de juego y medio sobre Milwaukee (88-70), que tiene un partido más por celebrar.

Los Cerveceros son el equipo más caliente de la actualidad en la Nacional, con diez triunfos en sus últimos 11 choques y 13 en 15 desde que perdieron a su estrella Christian Yelich por una lesión el 10 de septiembre en Miami.

Lo interesante de la tropa que comanda Craig Counsell es la manera en que se ha comportado el cuerpo de lanzadores en esta recta final.

En diez de esos últimos 11 partidos, los serpentineros de Milwaukee han tolerado tres o menos carreras, mientras que sus bateadores han producido 56 anotaciones.

A los Cerveceros les resta un partido este jueves en Cincinnati y tres choques en Colorado, mientras que los Cardenales recibirán en casa durante viernes, sábado y domingo a los Chicago Cubs.

Pero suponiendo que St. Louis consiga aguantar la presión y termine coronándose en la división central, a Milwaukee le queda el incentivo de tratar de luchar por el primer comodín que ahora ostenta Washington con un juego de ventaja.

El orden de los wildcards es clave, pues define cuál de los dos juega en su casa el partido de muerte súbita.

El equipo de la capital tendrá un fin de semana complicado, con una serie interligas contra los Cleveland Indians, el único de los 30 equipos que ahora mismo está fuera del cuadro de clasificados, pero que todavía conserva opciones de entrar al baile.

Antes, los Nacionales deberán celebrar un choque este jueves ante los Philadelphia Phillies y ante el sentido de urgencia, el manager Dave Martínez echará mano en tres de esos cuatro desafíos a sus tres caballos de la lomita.

Stephen Strasburg va contra los Filis y Patrick Corbin y Max Scherzer abrirán sábado y domingo, respectivamente, contra la Tribu, con el novato Austin Voth intercalado en el primer juego de la serie el viernes.

El tener que apelar a estos tres astros en esta recta final deja a Martínez con pocas opciones para el juego de comodines del próximo martes: o va con Strasburg con un día menos de descanso o se las juega todas con el veterano venezolano Anibal Sanchez.

Desde que esta franquicia nació en 1969 con el nombre de Expos, en la ciudad canadiense de Montreal, nunca ha podido pasar de la primera ronda en las cinco ocasiones anteriores en que clasificó a la postemporada.

En 1981, los Expos perdieron la serie de campeonato de la Liga Nacional (entonces no había playoffs divisionales) contra los Dodgers.

Desde que se mudaron a Washington en el 2005, los Nacionales perdieron las series divisionales del 2012, 2014, 2016 y 2017.

Getty ImagesLos Indians todavían compiten por un lugar en el comodín en la Americana.

Tres por dos boletos en la Americana

En el joven circuito, los Minnesota Twins recién se coronaron en la división central y todo indica que rivalizarán en la primera ronda ante los New York Yankees, campeones del Este, ya que los Houston Astros, reyes del Oeste, se han despegado en la lucha por el mejor récord de todo el béisbol.

Los Astros (104-54) cierran su calendario con una serie de cuatro encuentros de jueves, viernes, sábado y domingo contra Los Angeles Angels en Anaheim.

Los Yankees (102-57) se van hasta Arlington para sus tres partidos finales ante los Texas Rangers.

Y entonces queda la batalla por los comodines, que ahora mismo tienen en la mano los Oakland Athletics (95-63) y los Tampa Bay Rays (95-64), con apenas media raya de diferencia entre ambos.

A Oakland le faltan cuatro juegos entre jueves y domingo con los Seattle Mariners y a los Rays tres con los Toronto Blue Jays.

Para ambos conjuntos son cruciales estos desafíos no sólo para resistir los embates de los Indios, sino para ver cuál de los dos juega como home club el juego de vida o muerte del próximo miércoles.

Por su parte, Cleveland la tiene muy difícil, aunque no imposible, pero esa diferencia de 1.5 se hace enorme, dado el poco camino que queda por recorrer.

Los Indios recibieron una valiosísima ayuda de último momento con la reincorporación del dominicano José Ramírez, cuando se pensaba que estaría fuera de acción hasta el 2020.

En dos partidos desde que regresó lleva tres jonrones y ocho carreras impulsadas en seis turnos.

Pero la derrota que sufrió Cleveland el miércoles en la noche ante los Chicago White Sox podría haber sido la más costosa de toda la temporada.

A Terry Francona y compañía le falta un último partido contra Chicago el jueves y los tres de la serie interligas ante los Nacionales, que será, sin dudas, la más dramática de todas las del fin de semana.

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Del béisbol que se jugaba hace 20 años apenas queda un recuerdo.

Entonces, los managers tenían más autoridad, aplicaban múltiples estrategias y el juego era tácticamente más rico.

También era la época en que el uso de sustancias para mejorar el rendimiento deportivo era rampante y muchos peloteros parecían más linieros de la NFL que beisbolistas.

Para bien, el tema de los esteroides se atajó con una política cada vez más restrictiva que si bien no logró eliminar el problema por completo, lo limitó a unos pocos que siempre intentarán burlar al sistema.

Pero en las últimas dos décadas —o más específicamente, en los pasados diez años— el béisbol se empobreció en muchos sentidos, tanto desde el punto de vista estratégico, hasta del entendimiento por los fanáticos, confundidos con nuevos análisis estadísticos que buscan —y no siempre encuentran— la excelencia atlética.

Olvidemos por un momento las pelotas adulteradas del 2019, con todo y que el comisionado Rob Manfred insista en negarlo, que han traído como resultado una explosión jonronera inédita, mayor aun que en la era de los esteroides y que ha inflado los números de muchos bateadores que en otros tiempos ni soñaban con disparar tantos bambinazos.

Getty ImagesSammy Sosa y Mark McGwire fueron las dos principales figuras de las Grandes Ligas a finales de los noventa.

El juego se ha simplificado tanto que ya sólo importa enviar la pelota más allá de las cercas.

Los sencillos, dobletes y triples ya han pasado a un segundo plano y ni hablar de intentar ganar una base extra con un robo o adelantar un corredor con un toque de sacrificio.

Y de igual manera, a la par de los vuelacercas, han subido los abanicados.

Es o todo o nada. O jonrón o ponche.

Pero, aunque parezca una paradoja, este béisbol de ahora es menos ofensivo, a juzgar por las estadísticas, tanto las tradicionales, como las sabermétricas, a pesar de esta hemorragia de cuadrangulares única en la historia.

Si comparamos los promedios por juego de la temporada de 1999 con la que está a punto de concluir, observamos que las únicas cifras que han subido son las de jonrones y los chocolates.

Morir por la vía de los strikes no es un out más, como algunos pretenden hacer ver. Poncharse anula por completo la posibilidad de jugada y le da una bocanada de oxígeno al lanzador.

Hace 20 años, los bateadores se tomaban 6.41 ponches por juego. Ahora lo hacen en 8.77 ocasiones.

Dos décadas atrás, se disparaban 1.14 bambinazos por choque, cifra que se ha elevado a 1.40 en el 2019.

Pero más vuelacercas no necesariamente implican más carreras, sino que es la manera más directa de producir una anotación.

Volvamos dos décadas atrás en el tiempo y observemos los diferentes promedios en otros indicadores y a su lado, entre paréntesis, los indicadores del 2019.

En los partidos se anotaban como media hace 20 años 5.08 carreras, mientras que ahora son solamente 4.84.

En 1999 se bateaban 9.15 imparables por encuentro (8.66 hoy), los dobles eran 1.80 (1.76), triples 0.19 (0.16), bases robadas 0.70 (0.47), los sacrificios de toques 0.33 (0.16). El average promedio de las Grandes Ligas fue de .271, mientras ahora es de .253.

Aunque la sabermetría valora más el porcentaje de embasamiento, hace 20 años la gente llegaba más a las almohadas, con un OBP de .345 por .323 en la actualidad.

Esas diferencias decimales, si bien a simple vista pueden parecer ínfimas, cuando se multiplican por los más de 4.800 juegos que componen el calendario regular hacen números globales muy superiores.

Entonces, esta simplificación del juego, esta apuesta a todo o nada entre el jonrón y el ponche, está alejando al público de los estadios.

En 1999, todavía fresca en la memoria de los fanáticos la huelga de 1994, la asistencia total en temporada regular superó los 70 millones.

A menos de una semana para que concluya la presente contienda, la cifra anda en poco más de 66 millones, la menor desde 1997.

A eso súmenle la pobre promoción que la actual administración de las Grandes Ligas le hace al béisbol.

¿Desde hace cuánto tiempo no vemos a un pelotero protagonizando un anuncio comercial en televisión, como hacen los deportistas de la NFL o la NBA?

Si mi memoria no me falla, el último fue Derek Jeter a principios de los 2000, quien participó en un anuncio de Gillette junto al golfista Tiger Woods y otros atletas de diferentes disciplinas.

No es extraño entonces que los beisbolistas no aparezcan casi nunca en la lista de ESPN de los 100 deportistas más famosos del mundo, a pesar de ser un juego que practican más de 65 millones de personas en 140 países de todo el planeta.

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Cuando se abra el mercado de agentes libres después de la Serie Mundial, el antesalista Anthony Rendón será una de las piezas más cotizadas, pues al parecer, los Washington Nationals no tienen intenciones de retenerlo.

Obviamente, los Nacionales le harán una oferta calificada e incluso le presenten un contrato sobre la mesa, como dicta el protocolo, que quizás Rendón termine aceptando.

Pero no es igual. Si Washington realmente hubiera querido mantener en sus filas a uno de los mejores, pero al mismo tiempo más subvalorados peloteros de los últimos años, habrían negociado una millonaria extensión contractual, con todo y que su agente es Scott Boras, conocido por apostar siempre a la agencia libre.

Pero hasta Boras tiene un precio por el cual abandonaría su rígida postura respecto a las extensiones de contratos.

La cosa es ver si la gerencia del equipo capitalino está dispuesta a pagarlo.

Pero si yo fuera Mike Rizzo, presidente de operaciones de los Nacionales, movería cielo y tierra por quedarme con Rendón.

Obviamente, ya no lo hará antes de que concluya la temporada y mucho menos con el equipo en plena batalla por incluirse en los playoffs.

Pero ya Washington perdió en el invierno pasado a Bryce Harper y no debería darse el lujo de dejar partir a su antesalista, quien ha sido un ejemplo de consistencia y que está teniendo en el 2019 la mejor campaña de su vida.

Rendón encabeza la Liga Nacional en average (.330), dobletes (43) y carreras impulsadas (119). Sus 34 cuadrangulares y 113 anotadas son las mayores cifras de su carrera en ambos departamentos y debe superar también su tope en hits, que es de 176 y lleva 171.

Getty ImagesAnthony Rendón era uno de los agentes libres más cotizados.

Su OBP es de .414, con slugging de .622 y OPS de 1.036, todos ellos también los más altos de su vida.

José Abreu (Chicago White Sox)

El cubano José Abreu ha sido uno de los mejores bateadores de todas las Grandes Ligas desde su debut en 2014, cuando ganó unánimemente el premio de Novato del Año de la Liga Americana.

Los Chicago White Sox han dicho que quieren conservarlo y Abreu desea quedarse.

El pelotero de 32 años es el líder dentro del clubhouse y más allá de su siempre extraordinaria productividad ofensiva, es un mentor para figuras jóvenes como el también cubano Yoan Moncada o el dominicano Eloy Jimenez, como lo será en un futuro inmediato de su compatriota Luis Robert.

Es tanto el deseo de Abreu de seguir en el equipo, que el gerente podría conseguir descuento de casa y quedarse con él por un precio justo y razonable, sin ser excesivo.

¿80-100 millones por cuatro o cinco temporadas?

Nelson Cruz (Minnesota Twins)

El dominicano Nelson Cruz no da señales de declive y cada día se burla más del almanaque.

Los Minnesota Twins tienen una opción por un año y 12 millones de dólares que deberían ejercer con los ojos cerrados, si es que no deciden ofrecerle un merecido par de campañas más.

No se consiguen bateadores habituales de 30-100 en cualquier parte.

Starlin Castro (Miami Marlins)

El dominicano Starlin Castro ya consiguió en el 2019 una veintena de cuadrangulares y suma 79 remolcadas, ambas cifras las mayores de su carrera en esos departamentos.

Luego de una primera mitad de campaña miserable, Castro ha sido una fuerza ofensiva indetenible después del Juego de las Estrellas: .301 de average, OBP de .335, slugging de .549 y OPS de .884, con 14 bambinazos y 45 empujadas.

Es apenas el segundo bateador de los Miami Marlins con 20 jonrones (el otro, Brian Anderson, hace rato quedó fuera por el resto de la temporada).

Los Marlins tienen una opción sobre Castro de 16 millones para el 2020, lo cual complicaría las cosas, dado el estado de las finanzas de Miami, pero es ahí donde la gerencia debería negociar una extensión por al menos tres temporadas, que le garantice más dinero y empleo a largo plazo, aunque baje el promedio anual.

El dominicano es un veterano joven de apenas 29 años y su movida de la intermedia a la antesala le da flexibilidad al equipo para destinar a Anderson a tiempo completo al jardín derecho y además la opción de regresar a Castro a la intermedia, en caso de que el puertorriqueño Isan Diaz, proyectado para ser el titular de la posición, no consiga su esperado despegue.

Brett Gardner (New York Yankees)

Si hace cinco años alguien hubiera dicho que Brett Gardner iría a ser mejor pelotero que Jacoby Ellsbury lo hubieran tildado de loco.

El tiempo pasó y ahí está Gardy, a punto de completar su duodécima campaña con el uniforme de los New York Yankees, una rareza en estos tiempos y con una carrera tan digna que sin estadísticas de Salón de la Fama, ni mucho menos, pueden apostar que su número 11 será retirado y colocado en el Monument Park.

Con toda la profundidad que tienen los Yankees en los jardines, tenerlo al menos una campaña más es una especie de seguro de vida, sobre todo cuando es incierta la participación de Aaron Hicks en el 2020.

Gardner es un obrero del béisbol, de esos que se levanta cada mañana para ir a trabajar en lo que necesite el equipo, entregado en cuerpo y alma al juego como ejemplo para sus compañeros más jóvenes.

Eso le ha valido ser uno de los peloteros más queridos de la exigente afición en la Gran Manzana en la última década y merecedor de terminar su carrera en el único equipo que ha conocido.

Entretanto, nadie se acuerda de… ¿cómo se llama?... Ah, Jacoby Ellsbury.

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Tres debates han dominado el mundo del deporte en los últimos años.

1.- ¿Quién es mejor futbolista, Messi o Cristiano?

2.- ¿Quién es el mejor de la NBA de la historia, Jordan o Lebron?

3.- ¿Qué significa realmente ser “jugador más valioso”?

Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, valioso es sinónimo de apreciado, estimable, preciado, meritorio, admirable, eficaz, útil y provechoso.

Mike Trout, el estelar jardinero de Los Angeles Angels es, a no dudarlo, el mejor pelotero de la actualidad en las Grandes Ligas.

Todo lo hace bien y en grado superlativo. Sus números han sido extraordinarios desde que fue Novato del Año de la Liga Americana en el 2012.

Getty ImagesMike Trout, el estelar jardinero de Los Angeles Angels es el mejor pelotero de la actualidad en las Grandes Ligas.

En el 2019, por no variar, sus estadísticas deslumbran y prácticamente desde que se dio la voz de playball a finales de marzo, muchos colegas le endilgaron de oficio el premio de Jugador Más Valioso del joven circuito, galardón que ya se ha llevado dos veces en su carrera, en 2014 y 2016, mientras que en cuatro campañas quedó segundo en la votación.

Ya Trout está fuera de acción por lo que resta de temporada, debido a un neuroma en su pie derecho que requiere cirugía y limitó su juego en septiembre a apenas 15 turnos al bate.

Se va entonces con muy buen average de .291 y encabeza la Liga Americana en OBP (.438), slugging (.645) y OPS (1.083).

Terminó con 104 carreras impulsadas y sus 45 jonrones son de momento la mayor cantidad de la Liga Americana, aunque ya el cubano Jorge Soler, de los Kansas City Royals, le dio alcance y debería superarlo. También es puntero en bases por bolas recibidas, con 110, la misma cifra de Alex Bregman, de los Houston Astros.

Detrás de Trout en casi todas las categorías está precisamente Bregman, quien lo supera en average (.296), carreras anotadas (115 por 110), impulsadas (105 por 104), hits (154 por 137) y dobles (35 por 27). Además ha despachado 37 bambinazos.

El OBP del antesalista de Houston es de .420, su slugging es .583 y su OPS es de 1.004. Volvemos a las dos últimas acepciones de la palabra valioso que mencionamos al principio: útil y provechoso.

¿Cuán útiles y provechosos han sido los números de Trout para su equipo, que ya tiene asegurado terminar la temporada con récord negativo (68-83) y va penúltimo en el Oeste de la Liga Americana, a 30.5 juegos de los Astros?

¿Estaría Houston tan cómodamente instalado en la cima divisional sin el aporte de Bregman?

Cuando el equipo ha perdido temporalmente por lesiones al boricua Carlos Correa, a George Springer o al venezolano Jose Altuve, ahí ha estado él, con una salud de hierro, para cargar al resto del conjunto en 146 de los 152 partidos disputados hasta el momento.

Con el guante, ha defendido con igual acierto tanto la antesala, como el campocorto, cuando las circunstancias lo han requerido y su liderazgo es indiscutible dentro del equipo que tiene, junto con los New York Yankees, el mejor récord de todas las Grandes Ligas.

Eso es ser valioso, útil y provechoso. Lo otro es poner mejores cifras individuales para nada, sin tomar en cuenta esos intangibles que hacen en realidad una diferencia.

Y no me vengan a hablar del WAR, porque esa es la estadística más absurda, ilógica e inexacta que se haya inventado, aunque lamentablemente muchos toman como única referencia a la hora de emitir sus votos.

Si no lo creen, que alguien venga y explique por qué el WAR de Mike Minor, de los Texas Rangers, es mejor que el de Justin Verlander, de los Astros, quien lidera el circuito en victorias (19), efectividad (2.50), entradas lanzadas (212) y WHIP (0.79), mientras es segundo en ponches propinados (283) y es tiene prácticamente en el bolsillo el segundo Cy Young de su carrera.

Minor tiene un WAR de 7.9, por 7.8 Verlander, a pesar de tener seis victorias menos y tres derrotas más, una efectividad de 3.33, casi 100 abanicados menos, 22 pasaportes más y un WHIP de 1.21.

¿Es Trout el mejor? No lo duden. ¿Es el más valioso? Respóndanse ustedes mismos.

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Más allá de la hemorragia de jonrones, el 2019 nos ha dejado una rareza histórica: ningún manager de los 30 que iniciaron la temporada ha sido despedido.

Y a menos de dos semanas para que concluya el calendario regular, no tiene mucho sentido echar a alguno antes del final.

Los ajustes de cuenta vendrán después del último out, cuando sólo diez equipos sigan jugando pelota en octubre y los otros 20 comiencen a pasar balance y a lamer las heridas de la eliminación.

¿Quiénes son los dirigentes que podrían no regresar para el 2020?

1.- Alex Cora (Boston Red Sox)

Los campeones del 2018 son, a no dudarlo, la mayor decepción de esta contienda. Los Medias Rojas tienen récord de 79-70 y con tres victorias más asegurarán terminar con balance positivo, pero eso es insuficiente para el monarca defensor, que hace 12 meses atrás tuvo marca de 108-54, la mejor en la historia de la franquicia.

Aquel equipo que en el primer año del puertorriqueño Alex Cora como manager funcionó como un reloj suizo de principio a fin se descompuso prácticamente desde que se dio la voz de playball en marzo pasado.

Después de que fuera despedido el presidente de operaciones del club, Dave Dombrowski, no sería de extrañar que Cora siga sus pasos a la fila de desempleados.

2.- Gabe Kapler (Philadelphia Phillies)

Cuando los Filis firmaron en el invierno a Bryce Harper se convirtieron automáticamente en el gran favorito para ganar la división Este de la Liga Nacional.

Un año antes, en el primero de Kapler al frente de Filadelfia, le pusieron en las manos un equipo competitivo y ni siquiera logró balance ganador (80-82).

Ahora nuevamente quedará fuera de la postemporada y el ambiente que se respira en el clubhouse del equipo es tenso, por las frustraciones de no cumplir con las elevadas expectativas, luego de que la gerencia comprometiera 572 millones de dólares en agentes libres en las dos últimas campañas.

Difícilmente Kapler consiga llevar hasta el final su contrato, que vence en el 2022.

3.- Clint Hurdle (Pittsburgh Pirates)

Nueve años lleva Hurdle al frente del barco pirata, pero ahora mismo enfrenta un motín a bordo.

Al manager se le ha ido de las manos el clubhouse, con constantes disputas que han salido a la luz, lo cual se ha reflejado en el récord de 65-85, el peor desde que tomó las riendas del equipo en el 2011, válido para el último lugar de la división central de la Liga Nacional.

Cuando eso ocurre, es hora de cambiar el rumbo. Si le pasó a Terry Francona en el 2011 con Boston, después de haber roto la maldición del Bambino en el 2004 y ganar también la Serie Mundial del 2007, ¿cómo no le sucederá a Hurdle, que no ha ganado nada?

4.- Don Mattingly (Miami Marlins)

No puede culparse 100 por ciento a Mattingly por el pobre desempeño de estos Marlins del 2019, pues en realidad no tenía mucho de dónde sacar agua del pozo.

Pero en su segundo año del proceso de reconstrucción, Miami ha tenido un retroceso en comparación con el 2018, cuando evitó las 100 derrotas que le pronosticaron los entendidos.

En sus dos primeras temporadas de las cuatro de su contrato tuvo en sus manos equipos mucho mejores, con Giancarlo Stanton, Marcell Ozuna, Christian Yelich, J.T. Realmuto y el difunto José Fernández, entre otras estrellas, pero nunca consiguió terminar con récord ganador.

No hay mucha razón para que le renueven el contrato y los jefes encabezados por Derek Jeter probablemente escogerán a otra persona para que siga adelante el plan de remodelación.

5.- Bruce Bochy (San Francisco Giants)

Este caso es obvio. El veterano Bochy, ganador de tres Series Mundiales con los Gigantes (2010, 2012 y 2014) ya había anunciado su retiro para cuando terminara la temporada.

El único manager nacido en Francia se irá del béisbol después de 25 campañas, 12 al frente de los San Diego Padres y 13 con los Gigantes.

Con los Padres tuvo récord de 951-975, mientras que en San Francisco, hasta los juegos del lunes 16 de septiembre, ha tenido la misma cantidad de victorias, que de derrotas: 1,047.

En la silla caliente: Joe Maddon (Chicago Cubs)

Aunque Joe Maddon logró lo que no pudieron otros 52 managers en 108 años, la paciencia tiene un límite, por muy santificado que esté por la Diosa Victoria.

Después de ganar la Serie Mundial del 2016 y romper la Maldición de la Cabra, los Cachorros perdieron la serie de campeonato de la Liga Nacional ante Los Angeles Dodgers en el 2017 y fueron eliminados en el juego de comodines en el 2018 por los Colorado Rockies.

Excéntrico y polémico, Maddon es un estratega muy cuestionable, que muchas veces va en contra de la lógica más elemental.

Ahora mismo, Chicago tiene el segundo wildcard del viejo circuito, con un juego por delante de los Milwaukee Brewers, pero si no consigue avanzar a la postemporada, podríamos ver a Maddon buscando nuevo trabajo en el invierno, a juzgar por las recientes declaraciones del presidente de la organización, Theo Epstein, quien lamentó la incapacidad del equipo de jugar béisbol ganador de manera consistente.

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