BELO HORIZONTE -- Son 100 metros de pasión. Una cuadra donde confluyen las culturas, donde vive el fútbol, donde se respira Mundial.

Para los escépticos que creían que la Copa sólo se vivía en Río de Janeiro, la aparentemente silenciosa Belo Horizonte les tenía guardada una sorpresa.

El lugar es Plaza Savassi, el tradicional punto de encuentro en pleno centro de la ciudad. Específicamente Rúa Antonio de Albuquerque, que desemboca en las transitadas avenidas Getulio Vargas y Cristovao Colombo. Una peatonal donde hay que pedir permiso constantemente para poder pasar.

A partir de las 17 comienzan a poblarse sus bares y desde ese momento, la venta de cerveza no se detiene. Mesas a la calle, personas paradas arriba de los bancos para observar mejor el panorama y hasta hinchas con banderas colgados de los árboles para llamar la atención.

En la víspera de Argentina-Irán, las pantallas de los televisores muestran Ecuador-Honduras, pero el partido pasa prácticamente inadvertido. Se canta, se grita. El folklore futbolero en su máxima expresión. Predomina la rivalidad de Argentina y Brasil, pero de vez en cuando se entromete el Cruzeiro-Atlético Mineiro tan arraigado entre los mineiros.

Entre los que disfrutan el momento, pasan rostros preocupados. Son los que necesitan entradas y lo hacen saber con carteles escritos en todos los idiomas.

Un jóven argentino, al que muchos extrañamente ven parecido a Messi, es requerido para sacarse fotos. Hasta recibe el apasionado beso de una turista. Compatriotas suyos cuentan sus historias. Vienen desde todas partes. Son pocos los que tienen tickets. La mayoría hizo un gran esfuerzo para llegar a Brasil. Largos viajes con tal de vivir esta experiencia.

El encendido de una cámara termina por encender el clima. Todos quieren aparecer, todos quieren mandar saludos. Se abrazan, saltan, interrumpen a los que son entrevistados, les hacen gestos por atrás y algunos locales, con tal de aparecer, hasta se suman a los cantos argentinos. ¿Los entenderán?

La noche promete ser larga. "Al final no estaba tan mal venir a Belo", dice Pablo, con una sonrisa cómplice.

Razón no le falta.

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RIO DE JANEIRO -- Es imposible no verlo. Ubicado estratégicamente a la salida del Fan Fest de Río de Janeiro, es una visita ineludible para todo amante del fútbol.

No se exagera si se dice que la tienda de compras oficial de la Copa del Mundo es similar a un parque de Disney para los fanáticos. De hecho, está pegada a la atracción principal, como sucede en el mágico mundo de Walt.

Brasil
GettyImagesFuleco está omnipresente en la tienda

El galpón, con capacidad para 1300 personas, tiene una figura omnipresente: Fuleco, la mascota del Mundial.

Fuleco es un armadillo de tres bandas, una especie vulnerable, que busca concientizar al público sobre el medio ambiente y la ecología.

El peluche mediano cuesta 70 reales. Con un presupuesto menor se pueden adquirir llaveros, lapiceras, vasos, cantimploras, platos y tazas.

También remeras, bolsos, mochilas y gorras, tan útiles para pasar los días en Copacabana. Y para sobrellevar las esporádicas lluvias, hay paraguas y pilotos.

El que quiere llamar la atención en el picado playero consigue pelotas y la ropa oficial de las selecciones. En suma, productos para todas las edades y necesidades.

Hay que tener paciencia para el momento de abonar. Consejo de amigo: evite la visita un día de partido en el Maracaná.

Si se llegó a Brasil con lo justo y no sobra un real, al salir del galpón hay un Fuleco gigante. La foto de recuerdo es cortesía de la casa.

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RIO DE JANEIRO -- No pasé una buena noche. Me costó pegar un ojo. Aclaro que no tuvo que ver el ruido del bar brasileño, protagonista del texto anterior. Era otra cosa.

Sufrí los nervios del debut. Ansiedad. Incertidumbre. Y eso que no tenía que salir a jugar, ni responderle a una multitud en el Maracaná. Tenía que ver con trabajo, a otro nivel.

Argentina
Getty imagesUn privilegiado con el ticket de Argentina

En esas pruebas que nos pone la vida de vez en cuando, la FIFA me rechazó la solicitud de entrada para Argentina vs. Bosnia y Herzegovina. Sí, a mí, que soy argentino y debería tener prioridad para el partido. Mis compañeros estaban aprobados. Yo no.

Hace un mes sabía de esta situación, pero confiaba en una resolución favorable. El sábado aproveché la visita al estadio, donde Sabella brindó la conferencia, para anotarme en la lista de espera.

El domingo llegamos a la cancha a las 14. Cinco horas antes del puntapié inicial. De más está decir que la espera se hizo larga, tediosa, angustiante. Todo por no tener el ticket.

En la recorrida por las inmediaciones del Maracaná, los hinchas argentinos me veían con la acreditación de prensa y me pedían entrar. Les expliqué que yo tampoco estaba seguro de poder ingresar.

Anunciaron la definición del asunto para las 17:30. La pasaron a las 18. Y comenzaron a leer los nombres a las 18:15. Un numeroso grupo de periodistas se agolpó frente al escritorio.

Afortunadamente, me nombraron en tercer lugar. Grité fuerte: "Yo". Se me dibujó una sonrisa en la cara. Los periodistas me palmearon, me felicitaron. Mostré mi credencial, me entregaron un ticket, le agradecí a todos y salí. Aliviado.

Al abandonar a ese grupo de desesperados colegas, se me ocurrió revisar. Fue duro al impacto al comprobar que en mis manos sólo tenía una zona mixta. No me habían dado el acceso al encuentro. Di media vuelta y regresé. Me hice notar y les expliqué la situación. Seguro se la habían olvidado ahí.

Al revisar la lista, un voluntario me respondió que en la "waiting list" yo sólo había pedido la zona mixta. Se lo refuté y me contestó que no había marcha atrás. Me volví loco. Salí corriendo rumbo al salón principal y me topé con un responsable de la FIFA. Le expliqué que era argentino, que me habían rechazado el ticket y que lo de la lista de espera fue un error de la persona que me atendió.

Con muy buena predisposición, me pidió que lo acompañe al centro de acreditaciones. Revisó el listado y me dijo lo que ya había escuchado y no quería volver a escuchar. Le rogué. Luché. Insistí. Finalmente, pronunció las palabras mágicas: "Vamos, dale una y chau". Le gané por cansancio.

Huí con ese bendito ticket. Apreté el puño e insulté varias veces al aire. No me relajé. Corrí hacia la tribuna de prensa. Faltaban 10 minutos para que empiece. Sufrí. Fue un parto. Pero por suerte, ya había ganado antes de jugar.

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RÍO DE JANEIRO -- La sensación de sentirnos en casa cuando arribamos el sábado por la mañana a Rïo de Janeiro se disipó rápidamente por la noche. Al menos en las inmediaciones de nuestro alojamiento en Copacabana.

Si bien el grueso de los hinchas argentinos seguía cantando a pocas cuadras de distancia, el panorama a metros nuestro era opuesto: ya no se escuchaba el tono argento, sino el portugués.

Getty ImagesUn brasileño en Copacabana, no tan agresivo

"México 70" , el bar ubicado en la esquina de ua Aires Saldanha y Djalma Urich, tiene el logo del torneo que ganaron Jairzinho, Gerson, Tostao, Pelé, Rivellino y compañía. Es su única referencia a México. El resto de su decoración es totalmente brasileña, con fotos, camisetas y pantallas para ver los partidos del Mundial.

Las cervezas empezaron a venderse en cantidades industriales a partir de las 17, mientras se jugaba Uruguay-Costa Rica y antes de Inglaterra-Italia. Pero el clima, no la agradable temperatura sino el ambiente de la gente, comenzó a ponerse más espeso desde las 21.

La intensidad de los gritos aumentaba minuto a minuto. Parecía perforar las paredes de mi habitación del 2º piso. Hasta se usaba un megáfono. Por entonces pensaba que me iba a costar dormir. Más allá de mis limitaciones con el idioma, el mensaje se entendía perfecto. Y el destinatario también: Argentina.

La ventana del departamento no me permitía ver lo que ocurría ahí. De haber tenido la chance, tampoco lo hubiera hecho. Algunos osados con camiseta celeste y blanca, no los vi pero los imagino, pasaron por la esquina y se cruzaron con los locales. Hasta explotó una bomba de estruendo. Fue entonces cuando creí que no iba a poder siquiera salir.

Tenía ganas de acercarme y explicarles que yo no era Messi, Di María o Agüero. Que no había necesidad de desconcentrarme en la noche previa al partido, como suele hacerse con los visitantes en la Copa Libertadores.

Me animé y salí a cenar. Sin camiseta argentina, está claro. Al volver, cerca de la medianoche, seguían ahí. Tomando, charlando en voz alta, ya sin tanta agresividad. Cerca de la 1:30, finalizó el expendio indiscriminado de cerveza y el bar cerró sus puertas. Pudimos cerrar los ojos y dormir un rato.

Estas líneas están lejos de ser una victimización. Durante el banderazo que llevaron a cabo los argentinos en Río, el 80 por ciento del cancionero tenía como protagonistas a Brasil y a Pelé.

Mientras quede en ese folklore futbolero, tudo bem.

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RÍO DE JANEIRO -- Al llegar al aeropuerto de Río de Janeiro comenzamos a sentirnos como en casa. Habrá sido por arribar a una ciudad maravillosa, donde brota la buena onda y todo el mundo es bienvenido. También, lógicamente, por escuchar más frecuentemente el acento de uno.

ESPN.comUn grupo de amigos argentinos, en Copacabana

En esa sensación de familiaridad, el haber llegado a la playa de Copacabana nos hizo recordar a Mar del Plata. Salvando las distancias, la comparación tenía algo de sustento: el boulevard marítimo, la vista, los vendedores ambulantes, la música, el promedio de una pelota cada 10 personas...

Al rato, por esas cosas del destino, detecté a mi derecha, colgada sobre un arco de fútbol, una bandera con la inscripción: "Mar del Plata". Instantáneamente, abandoné por unos minutos a mis compañeros y me acerqué hacia ella.

Me encontré con un grupo de amigos de La Feliz, más uno que se sumó en Brasil. Algunos llegaron en avión, otros en auto y los restantes en micro.

Javier, Agustín, Nicolás, Gonzalo, Mauro, Facundo, Pablo y Emiliano "el Verde" planificaron el viaje hace dos años. Llevan una semana en Brasil y ya pasaron por Porto Alegre, Parati y San Pablo.

Algunos con entradas y otro no, "porque el tema del sorteo era una lotería". A falta de tickets, tienen pensado ir al Fan Fest.

Estuvieron parando en la playa, durmiendo en los autos. "En Argentina se habló mucho sobre inseguridad, pero no hay tanto policía en la calle, está todo tranquilo", describen los jóvenes.

Justo en ese momento, en otra mueca del destino, la charla sufre una interrupción. Un policía me llama desde lejos. Al acercarme, me explica que, al verme en cuclillas alrededor del grupo, pensaba que estaba cometiendo un ilícito. Le muestro el grabador, me pide disculpas y me deja ir.

"Nos filman, nos sacan fotos, nos hacen notas. No lo podemos creer", retoman los chicos a los que parecen confundir con Di María, Messi, Agüero o Higuaín.

Piensan que "si Mar del Plata tuviera este clima sería la mejor ciudad del mundo". ¿En qué playa se juega mejor fútbol? "Nosotros estamos acostumbrados a jugar en la orilla, arena mojada, es más rápido. Acá te come las piernas, hay que tenerla más en el aire".

Los amigos marplatenses sueñan con ver a Argentina campeón del mundo. Para eso prometen seguir sacrificándose: carpa, bolsa de dormir, fideos, arroz y hasta bebidas traídas desde allá.

A un día del debut ante Bosnia y Herzegovina, Copacabana amaneció inundada de argentinos.

De costa a costa.

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SAN PABLO (Enviado especial) -- Alertados del caos de tránsito de San Pablo, habitual en cualquier momento del año y exacerbado por el desarrollo de una Copa del Mundo, tomé las previsiones correspondientes. El taxista recibió la indicación en un castellano pausado: "Del aeropuerto de Congonhas al Arena Corinthians, sin escalas".

Brasil 2014
APLa parte cantada, de lo mejor de la fiesta inaugural
Mi castellano pausado no surtió efecto. El chofer no me entendía. Ahí me di cuenta que la denominación del estadio no estaba en su glosario. De repente dije "Itaquerao" y arrancó.

Alrededor de las 10 de la mañana, la autopista era prácticamente un pasaje deshabitado. Una situación totalmente grata e inesperada. Sin embargo, todo lo que puede salir mal, va a salir mal como reza la Ley de Murphy.

El taxista parecía no saber cómo llegar. En cada puesto policial preguntaba por dónde tomar. A todos los efectivos les repetía que yo era periodista de Argentina. No tengo claro si era la mejor carta de presentación.

Después de 100 consultas, y cuatro horas y media antes del inicio de la ceremonia inaugural de Brasil 2014, llegamos a la cancha. Pero los contratiempos continuaron.

Para llegar al centro de prensa tuve que pegar una vuelta infernal. En un momento, pensé que estaba volviendo a Belo Horizonte. Los voluntarios, muy voluntariosos pero con poco sentido de ubicación. A medida que pasaba el tiempo, el hambre apremiaba. Cuando vi dónde quedaba el restaurante y la cola de gente que había, desistí.

Brasil 2014
También estuve a punto de desistir de tomarme el ascensor. Pero al ver que la tribuna de prensa quedaba en el piso 9, cambié de opinión. La fila avanzó lenta, nos apretamos un poquito y llegamos. Justo alcancé a ver en la pantalla cuando Erica aceptó la propuesta de matrimonio. Su novio se ganó una ovación.

Los pocos espacios blancos eran fácilmente detectables por el amarillo prdominante. La ceremonia inaugural duró 25 minutos. No hice cuentas, pero tal vez esperé más al ascensor. Colorida, prolija, autóctona. El primer acto referido a la naturaleza fue lento. Sí, como el ascensor.

Siguió el 2º acto dedicado a la gente, el amor por la vida, la diversidad y la pasión por la música y el baile. El fútbol apareció en el 3º, con una pelota gigante en el centro del campo y decenas de chicos haciendo jueguitos, con algo de ayuda.

El momento esperado fue el show musical, a cargo de Jennifer López, Claudia Leitte, Olodum y Pitbull, con una remera brasileña.

Más allá de las críticas generales, tengo que admitir que me gusta "We are one", el tema oficial del Mundial. ¿O será la emoción de estar acá? Y bue, con el Waka Waka me pasó lo mismo.

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BELO HORIZONTE -- Siempre supe que cubrir un Mundial era movido. Pero nunca pensé que tanto.

Y no lo digo por las corridas de acá para allá, los "dibujos" a la hora de escribir sobre 15 minutos mostrados de práctica o las pocas horas de sueño. Jamás me quejaría de eso. Somos privilegiados de estar acá.

Getty ImagesEl estado de las calles es muy deficiente

Cuando hablo de "movido" me refiero a lo que vivimos particularmente este martes, en los trayectos que nos separaban de los entrenamientos de Chile y Uruguay.

Un salto permanente, peor que el que sufre la wi-fi. Una verdadera coctelera y no como la que algunos mal pensados dijeron que íbamos a disfrutar en alguna playa de Río de Janeiro. Nada que envidiarle a una prueba de rally, en cuanto a velocidad y dificultades. Un safari digno de Sudáfrica, en pleno Belo Horizonte.

No hace falta aclarar que el estado de la ruta transitada es calamitoso. Un pozo tras otro que los camiones profundizan. Todo agravado por las pronunciadas subidas y bajadas entre morros, típicas de la ciudad. Hasta resulta imposible disfrutar el confort de una camioneta como la que tenemos a disposición.

A no ser por una predisposición de nuestro chofer a pasar por encima de los baches, cosa que rechazo absolutamente, es evidente la falta de inversión. Los ciudadanos la sufren a diario. Por suerte lo nuestro es temporal.

"Ahora las rodovías están mucho mejor", me cuenta con una sonrisa en la cara una residente en Belo Horizonte, que asiste al staff de ESPN. "Trabajaron en ellas por la Copa del Mundo. Imaginate cómo estaban antes", me agrega rápidamente con ironía.

Y continúa con el ánalisis: "Por eso hay tanto enojo por la organización del Mundial. Dispusieron de mucho dinero para mejorar los estadios, pero hay problemas con educación, salud, cuestiones básicas".

Cuando hablen de falta de infraestructura de la sede de la Copa del Mundo, anoten el descuido de las calles en Belo Horizonte.

Las cabezas, que quieren evitar chichones de tanto salto, agradecidas.

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ESPN.comUn encuentro con Fuleco, en la gira de la Copa en Mar del Plata

BELO HORIZONTE -- Llegó el momento. El que empezamos a soñar hace cuatro años, cuando se apagaban las luces del Soccer City después de la consagración de España que tuvimos la suerte de presenciar en Sudáfrica.

Un día antes de emprender viaje, tuve que solucionar una pérdida de agua en mi departamento. Fue grande la sorpresa al encontrarme con un plomero brasileño, que me hablaba en portuñol, para entrar en clima mundialista.

Como si no fuera importante el peso de la valija, el bolso y la mochila, la frase más repetida por familiares y amigos fue: "Traé la Copa".

Ya estamos en Brasil para cubrir una nueva Copa del Mundo. Un país que respira fútbol y que a la vez muestra un importante descontento con la organización del evento.

En estas primeras horas en Belo Horizonte vivimos prácticamente en una isla. Con el correr de los días, y con kilómetros recorridos, nos toparemos con esa realidad que difícilmente la pelota pueda tapar.

El centro de acreditaciones en el Mineirinho estaba prácticamente vacío el domingo 8 de junio. El panorama cambió rotundamente 24 horas después. Se notan muchas ganas, pero también cuestiones organizativas a resolver a último momento.

En este Blog de viaje, "Diario de una pasión" como lo bautizamos en Sudáfrica, se prescindirá del análisis meramente futbolero. El objetivo es contar historias que rodean al torneo en el que se posarán los ojos del mundo.

Vamos a tirar paredes. Ya sea a través de los Comentarios que aparecen acá abajo o vía Twitter. Se aceptan críticas y opiniones. Pero si hay elogios no se retwittean. Es ley.

Empezamos a jugar. Son todos bienvenidos.

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MAR DEL PLATA (Enviado especial) -- El mar de gente que hizo la fila en Mar del Plata otorgó rostros dignos de La Feliz. No sólo por estar de vacaciones, o disfrutar un día de sol cerca del mar. Esta alegría sólo puede generarla el fútbol.

La gira que organizan Coca-Cola y la FIFA llegó a la Argentina para brindarle a miles de fanáticos la chance de posar junto a la Copa del Mundo, tanto en Mar del Plata como en Córdoba.

Gentileza Coca-ColaLos hinchas se llevaron la foto de recuerdo

El público que decidió sacrificar un rato de playa no se arrepintió. El recorrido por el Hotel Provincial incluyó una serie de entretenimientos imperdibles para los apasionados por la pelota.

Los más chicos contaron con un circuito para mejorar la técnica con el balón, eludiendo conos y obstáculos. Más adelante, y para todas las edades, la prueba de pegada y puntería la ofreció un arco con agujeros.

En muchas familias se discute quién sabe más de fútbol. Las pantallas con la trivia de la Selección sirvieron para dirimir la cuestión. También se premió el grado de intensidad en las cabinas 360° que grabaron los gritos de aliento.

Antes de llegar a la foto más esperada, los visitantes se llevaron un retrato grupal en pleno grito de gol, en una tribuna especialmente diseñada.

"Uy, ¡qué buena que está!", fue una de las frases más escuchadas. Las 11.000 personas que participaron del Trophy Tour en Mar del Plata se llevaron, en el acto, la imagen con la Copa del Mundo. Ese objeto de deseo, de 36,8 centímetros, 6,175 kilos y elaborado en oro de 18 kilates.

Luego de refrescarse en el puesto de Coca-Cola, la gente pasó por el museo de camisetas. Estuvieron expuestas la de Houseman en el Mundial 1978, una de Batistuta en la Copa América '93, una de Caniggia en el Mundial '90, una de Maradona en las Eliminatorias de 1986 y una de Messi en Sudáfrica 2010, entre otras que generan recuerdos imborrables.

Sin dudas, esta experiencia a puro fútbol también será inolvidable para muchos.

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BUENOS AIRES -- Difícil olvidar aquel 11 de julio de 2010. Aunque nuestro documento marcaba ya una edad importante y la responsabilidad que teníamos a cargo era grande, sentíamos la ilusión y la expectativa de un niño. Quizás nos comportábamos como tal. El ambiente nos envolvía.

Nelson Mandela
EFEMandela estuvo presente en la gran final

En el Soccer City de Johannesburgo se llevaba a cabo la ceremonia de cierre del Mundial de Sudáfrica y nosotros queríamos captar cada escena, cada imagen, cada segundo de ese momento inolvidable.

Sin perder la amabilidad que caracterizó a los voluntarios durante la Copa, una chica de camperón amarillo y verde se nos acercó una, dos, hasta cinco veces para pedirnos que guardáramos nuestras cámaras porque estaba prohibido tomar imágenes.

Cuando se fueron los bailarines y el césped volvió a ser verde, en los instantes previos a España-Holanda, irrumpió él. En su primera aparición pública durante la Copa del Mundo, Nelson Mandela cruzó la cancha en un carrito de golf, sentado junto a su tercera esposa, Graça Machel, saludando a la multitud, con su característica sonrisa.

El que se llamó Nelson por Mdingane, su primera maestra. El que soñó con ser campeón en lucha africana o cazador. El que se recibió de abogado y fue boxeador. El que impuso un estilo con sus camisas, de estampados africanos.

El que luchó contra el Apartheid a favor de la igualdad de derechos para todos, sin distinción de raza, clase o sexo. El que pasó 27 años en prisión y recuperó la libertad sin resentimiento. El que en 1952 anticipó que sería el primer presidente negro de Sudáfrica y lo logró en 1994. El Premio Nobel de la Paz.

Del que leímos en "El legado de Mandela", de Richard Stendel, y "El factor humano", de John Carlin. Al que caracterizó Morgan Freeman en "Invictus", el film que recordó el Mundial de Rugby 1995 en Sudáfrica, el vehículo del líder para unir a la nación.

En esos segundos de emoción y admiración, se dispararon los flashes, se apretó el botón REC, no sólo de nuestras cámaras, sino de las miles que había en el estadio.

Mientras nos recuperábamos de la sorpresa y nos preparábamos para el fútbol, volvió a acercarse la voluntaria de camperón verde y amarillo. Pero esta vez, lejos estuvo de retarnos o exigirnos que borremos el material.

"¿Serían tan amables de enviarme la imagen por e-mail?", nos preguntó en voz baja, casi con vergüenza. "Madiba es un héroe para nosotros", aclaró como si hiciera falta.

Nelson Mandela murió a los 95 años. Su ejemplo y su lucha trascendieron las fronteras de Sudáfrica. Su recuerdo, con o sin fotos o videos de por medio, está garantizado.

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BUENOS AIRES -- "Y bueno. Vamos a hacerlo, dale". Con la frescura que muestra dentro de la cancha, Sergio Agüero aceptó la propuesta de publicar su biografía.

En la presentación del libro "Mi historia", escrito por el periodista Daniel Frescó, el Kun narró aspectos hasta ahora desconocidos de su vida. "Pero ellos tienen más historia que yo", admitió Agüero señalando a Adriana y Leonel.

Como no podía ser de otra forma, sus padres (sentados cerca del escenario junto a otros familiares, amigos y Karina, la novia del Kun) fueron grandes protagonistas del evento. "La culpa es de él", volvió a señalar el delantero de Manchester City a su progenitor, al contar que entre los 5 y los 8 años pasó por "más clubes que Anelka".

Agüero confesó que una maestra le decía: "Dale Saviolita, estudiá". Claro, su pasión siempre fue el fútbol. De chico "veía al Palomo (Usuriaga)" y visitó por primera vez la cancha de Independiente en 1999.

Una de las frases más fuertes en la charla que mantuvo con Juan Pablo Varsky y Frescó, en un hotel porteño, tuvo que ver con sus orígenes: "En el barrio había quilombo, tiros todos los días. La idea era salir de ahí...por las dudas". Con su primer contrato, sólo pensó en su familia: "Le daba los premios a mi vieja. No quería que labure".

Su historia de los últimos 10 años es más conocida. Debut en Primera con apenas 15 años, explosión en el Rojo, cinco temporadas de goles y títulos en Atlético de Madrid, y más goles y más títulos en Manchester City.

El proceso de investigación, entrevistas, escritura y edición llevó más de cuatro años. En cada encuentro, Frescó le tomaba examen: "¿Leíste? ¿De verdad?". La "memoria prodigiosa" de Adriana, como la calificó el autor, fue fundamental.

El libro de editorial Planeta cuenta con el prólogo de un tal Lionel Messi: "Le dije en chiste a Leo: '¿querés hacerte conocido?'. "¿Qué tengo que hacer?", preguntó el crack del Barcelona. Y el mismo día se contactó con Frescó. "Qué rápido, loco. Sos rapidísimo para todo", le agradeció Agüero. "Gracias a vos por haberme elegido", le devolvió Messi. La anécdota los pinta de cuerpo entero a los dos amigos.

El feliz padre de Benjamín, al que puede darle "todo lo que yo no tenía", ya tiene un libro. ¿Habrá plantado un árbol? "Espero que les guste", cerró Agüero. Firmó autógrafos, se sacó fotos y se fue. Con la sencillez con la que forjó su historia.

Una historia a la que seguramente le quedan muchos capítulos.

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