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Análisis arbitral: Le perdonan la tarjeta roja a Henry Martin
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LOS ÁNGELES -- 2-1, sí, aventaja, pero, Toluca, innecesaria e inexplicablemente, eligió el Purgatorio, con más riesgo de terminar en el Infierno que en el Paraíso de La Final. Los Diablos Rojos se privaron del Cielo por un pecado capital: dejar al América herido, malherido, sí, pero malditamente vivo, resollando.

Toluca tocó a las puertas del Cielo, le abrieron el zaguán, pero se negó a entrar. Se engolosinó de soberbia, de la gloria efímera de 90 minutos, cuando pudo pagar por la ruta completa de los 180 minutos. Difícilmente encontrará otra oportunidad como la de este miércoles por la noche.

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Imago7Un error de Guillermo Ochoa abrió la puerta para que Toluca tomara ventaja en la ida de las semifinales

Ha sido el mejor Toluca del Apertura 2022. Este Toluca, éste que le pasó por encima al América durante 65 minutos, éste mismo, habría robado el torneo de haber tenido esa consistencia en la fase regular. ¡Vaya equipo!

Cierto, era un escenario mágico para los Diablos: Semifinal de Ida y el conjuro siniestro del #ÓdiameMás. Vaya botín. Históricamente, el adversario se amamanta de esa espuria leche de desprecio que emana el América. Por eso, a El Nido, perdonarlo, es fortalecerlo.

2-1, pero sin ningún aval para la encerrona que se le viene en el Estadio Azteca. Cierto: nada es imposible, sólo, únicamente, el Toluca deberá ser una mejor versión de sí mismo que la del miércoles por la noche en la mítica Bombonera. ¿Podrá?

Entiéndase: el mejor Toluca del torneo venció con escueto margen a, tal vez, el peor América de los últimos tres meses del torneo, al que se reivindicó desde sus cenizas, después de aquella derrota ante León (3-2).

Véase pues: América puede, quiere y debe ser una muchísima mejor versión que la del miércoles por la noche. ¿Podrá y querrá Toluca ser una mejor versión que la que ha sido su mejor versión del torneo? Poder, puede; querer, quiere; deber, debe. Como siempre, una súplica: háganse pedazos con la exquisitez del futbol.

Mientras deleitaba Toluca con el futbol de Jean Meneses, Leo Fernández, Camilo Sanvezzo y el Cocoliso Gonzalez, y se sublimaba en el fondo un cuadro bajo castigado en el torneo (23 goles en contra), además de una noche de derroche hormonal de Marcel Ruiz y Claudio Baeza, sin olvidar las piruetas salvadoras de Tiago Volpi, mientras tanto, en el América, sus colosos se colapsaban.

Noche errática de Diego Valdés, Álvaro Fidalgo, Cabecita Rodríguez y Henry Martín, en especial el uruguayo, distraído, inconexo, abúlico. ¿Richard Sánchez se cortó una pierna con una temprana tarjeta amarilla? Y en el fondo, la cuarta mejor defensa de los ocho primeros de la Tabla, se derrumbaba. Uno de los orgullos del Tano Ortiz, su línea de fondo, afloraba, de nuevo, bobalicona.

La primera puñalada es de dos traidores: Haret Ortega, ex águila, y una salida tímida, acobardada, como de una quinceañera cuidando el manicure recién hecho, por parte de Guillermo Ochoa. Si Robert Lewandowski y Lautaro Martínez vieron esa salida tierna, de Bambi, del arquero americanista, debieron relamerse los bigotes para su próxima cita mundialista. 1-0. Y la vorágine del festival escarlata en la tribuna.

No fue sólo Ochoa. Néstor Araujo aparece detrás de su arquero, custodiando ferozmente... al hombre invisible. Con su apariencia de leñador, macho alfa, pero Araujo fue la candorosa representación de la indecisión e inacción del miedo. Homenajeó a Rex, el huidizo dinosaurio de Toy Story, mucha facha y poca sustancia hormonal.

El 2-0 lo regala Emilio Lara. Peca de confianza, peca de desatención y peca de novatez. Regala un penalti que Leo Fernández no perdona, en una de sus mejores jornadas en El Infierno del Nemesio Díez.

Aquello pudo ser el sepelio del América, pero entre la inusitada, inesperada, sorprendente, viveza del VAR, anula un gol a Sanvezzo, y éste mismo perdona en otra ocasión al encarar a Ochoa.

Quede claro, Nacho Ambriz reinventó su alineación respecto a la serie ante Santos, e hizo ver mal a la formación estelar del América. Su pecado, fue, insisto, perdonar.

¿Se tardó Fernando Ortiz en los cambios? Sánchez obligó a su salida con la amarilla a cuestas y una tarjeta anaranjada verbal que le recetó el silbante Marco Antonio Ortiz. El paraguayo ya jugaba gratis. La prueba es que entra Pedro Aquino y casi de inmediato le plantan su amarilla en las narices.

Los ingresos de dos hambrientos, Brian Rodríguez y Roger Martínez, por dos caricaturas de sí mismos, Cabecita y Valdés, le dieron fuerza e intensidad al ataque. El uruguayo y el chileno, por la valoración de este miércoles por la noche, que sería injusta, habrían ganado el pase para la lista de transferibles. Pero, tal vez, este sábado tendrán su reivindicación.

Henry Martín, en la única libertad que tuvo en el partido, y que el VAR cerró los ojos y se fue “por las tortas”, en términos de Miguel Herrera, para no revisar un eventual fuera de juego, generó el 2-1. Para llegar a 13 goles y seis asistencias, Martín horadó por izquierda y centró preciso a la llegada de un basilisco: Emilio Lara, quien reclamaba el derecho a lavar su error con el gol que significaba llevar, al menos, a terapia intensiva al águila desfalleciente.

¿Estaba Gerardo Martino en la tribuna del Azteca, para entender que Martín es más que su paisano y ahijado Rogelio Funes Mori en este momento? Sí, estaba, acompañado de su valet Jorge Theiler, quien fue pescado por las cámaras, apenas arrancando el juego, con un bostezo gigantesco, prolongado. ¡Qué falta de consideración el no respetar sus años, y obligarlo a ir al estadio, a ver una Semifinal de la Liga MX y con al menos cinco seleccionables en la cancha! ¡No hagan eso! A esa hora, ya debía estar abrazando su peluche del Tata, y durmiendo.

Lo mejor de todo, para nosotros los ateos, ajenos totalmente a las religiones paganas de El Nido y El Infierno, es que la Semifinal aún tiene la llave del misterio colgada al pescuezo. América deberá mostrar una mejor versión, muchísima mejor, que la de este miércoles por la noche... y el Toluca, también.

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LOS ÁNGELES -- Orbelín Pineda es la nueva víctima. Soñó con Europa. Pisó Vigo y su mejor aventura fue degustar lo mejor de la gastronomía española. El Celta lo recluyó en la indiferencia.

Hoy, con la brújula enloquecida, no por la esperanza, sino por la resignación y la desesperación, El Maguito de Coyuca de Catalán adivina su futuro con una moneda al aire. Una moneda sin cara y sin cruz. ¿Chivas, Toluca? El nuevo rico y la vieja mendicidad.

Quiere seguir en Europa. No entiende que allá sigue siendo un desconocido. ¿Orbelín qué? Al Celta le generó agruras financieras. Su técnico, Chacho Coudet, debe susurrarse burlas con su representante, Christian Bragarnik, quien ordenó la marginación del mexicano. No era su mercancía y ordenó que no saliera de la bodega.

Entiéndase: Orbelín no es tan bueno como para ser indiscutible titular en el Celta, pero tampoco es tan malo como para no ser un revulsivo, un aporte, un extintor medio lleno en caso de incendio. Tiene cualidades de tanto peso, como el peso de su mayor defecto: indolencia.

Él insiste, pues, en el Viejo Continente. La realidad es que Orbelín no circula en la órbita europea más que en sus muy desorbitadas fantasías.

Hoy, naufragando en la desesperación, en la frustración, su representante limosnea albergue en cualquier club. Está dispuesto a bajarse sustanciosamente el salario. Prefiere la caridad en euros que la abundancia en pesos. Cierto, él está protegido: tiene contrato con el Celta de Vigo. Es un desempleado con empleo y con generoso salario: la vida perfecta de cualquier cigarra.

El problema, claro, es que además de Europa hay otra obsesión: Qatar 2022. Pero, si no juega y no se la juega, no jugará con el Tri. Chivas y Toluca pueden redimirlo, pero él, no quiere que lo cite Gardel: “Volver, con la frente marchita”. Sabe que la cubeta de los cangrejos le aguarda con el festejo morboso a ritmo de pasitos guerrerenses.

El ensueño europeo es su gran pesadilla en el destierro. El tiempo agobia. No es de los preferidos de Gerardo Martino, quien guiña más –ya sospechosa y perniciosamente–, el ojo derecho a Rodolfo Pizarro, aún contra las indicaciones de su oftalmólogo. Toluca y Chivas le ofrecen el Purgatorio ante su pecaminoso y lúdico afán europeo, fallido no por él, sino por siniestras elucubraciones de promotores.

Así, Orbelín Pineda es otra víctima que se engulle la ratonera europea. Otro ratoncito verde –en todos sentidos–, que se creyó la fábula de La Cenicienta. Y sí: no ha sido el primero, y no será el último jugador mexicano que, en el espejismo de sus calenturientas fantasías, crea que pueda convertirse en colonizador de los colonizadores.

¿Toluca o Chivas? Deberá decidir pronto. Ambos equipos serán platos de segunda mesa, sin duda, pero, al final, el mismo Orbelín ha pasado a ser plato de segunda mesa en el menú europeo, o, sinceramente, ni siquiera figuró en él.

Esas sirenas europeas. Esas malditas sirenas europeas y sus malditos encaminadores de almas, los promotores. ¿Cuántos ilusos, ilusionados e ilusionantes futbolistas mexicanos más?

Ha habido cuatro niveles de aventureros mexicanos. Los que han conquistado un sitio en las memorias generosas del futbol; los que merecen respeto, al mencionar su nombre; los que cautivaron un año, y los que fueron y volvieron bajo la ignominia y uno que otro gallardete, a veces pegado con el chicle piadoso de la concupiscente condescendencia.

1.- Hugo Sánchez y Rafa Márquez, inalcanzables. Ninguno otro. Javier Hernández se marginó desde su último semestre con el Manchester United. Lo que vino después fueron escarceos entre el chiripazo y fallidos intentos de redimirse.

2.- Este nicho, el de los buenos recuerdos, sí es de Chicharito, y lo acompañan jugadores como Andrés Guardado, Pável Pardo, Carlos Salcido, y benevolentemente y benévolamente, por su persistencia, agreguemos a Luis García, al calvario de Guillermo Ochoa, y cedamos un par de espacios con un asterisco, y con más rezos y veladoras que posibilidades, para un renacimiento de Raúl Jiménez y una consolidación del Chucky Lozano. ¿Ricardo Osorio? En lo suyo, respondió.

3.- Los de momentos, momentitos y momentazos. Esos, los de Héctor Herrera en el Porto, hasta la inconsistencia en el Atlético de Madrid. O el Tecatito Corona del FC Twente y el Porto y espasmos con el Sevilla. O el gitanismo de Héctor Moreno y Miguel Layún. Y ábrase una pausa para observar a Johan Vásquez, Gerardo Arteaga y Érick Gutiérrez. ¿Diego Lainez? Sigue estando donde no debería estar; Qatar 2022 puede ser su parteaguas. ¿Néstor Araujo? Hurgando en sus actuaciones y sus estadísticas, apenas cabe aquí. Y antes que ellos, Carlos Vela y un torneo fantástico con la Real Sociedad.

4.- Aquí hay un pelotón nutrido. Los que fueron, disfrutaron, regresaron y se perdieron. Giovani y Jonathan dos Santos, Jose Juan Macías, Diego Reyes, Marco Fabián de la Mora, Carlos Salcedo, Omar Bravo, Raúl Gudiño, Gullit Peña, Eduardo Herrera, Carlos Ochoa, Javier Aquino, y antes de ellos, Jared Borgetti, Carlos Hermosillo, Luis Flores, Manuel Negrete, Chepo de la Torre, Gerardo Torrado, y una lista interminable.

Aquí, vale la pena hacer dos apartados. Uno, para Antonio de Nigris, la víctima más lamentable y penosa de ese Pacto de Caballeros que según la FMF no existió, no ha existido y no seguirá existiendo. En plenitud de facultades, le bloquearon los accesos a otros clubes mexicanos. Pero, el Tano, valeroso, retomó una segunda cruzada por Europa, en Turquía y Grecia, donde fallece a los 31 años.

Y el otro acápite. ¿Se pregunta Usted por Edson Álvarez? Deberá estar en el segundo grupo. No, no rezongue con la camiseta puesta si no ha visto los juegos del Ajax Amsterdam. Sí, es notable con su equipo. Ahí, juega al futbol, y lo hace muy bien. ¿Con el Tri? Las precariedades, cortesía de El Tata, lo obligan a jugar rugby con México. Pronto será el capitán de su selección.

Seguramente Usted estará en desacuerdo, más por su devoción a un club y su desprecio a otro. Saque sus propias cuentas. Y quite y ponga donde quiera, total...

Pero, sin duda, las fauces voraces e impunes de los promotores y de la ratonera europea, siguen abiertas, a la espera de nuevos ratoncitos verdes –en todos sentidos–, como el reciente caso de Orbelín Pineda.

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