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Pobre manejo de Bravos; violencia en el terreno; adiós de Big Papi

ORLANDO, Florida -- Si el reporte de prensa es cierto, y no hay razón para pensar que no lo es, entonces los Bravos de Atlanta no solo fueron injustos, sino que incluso tuvo mala suerte -- o poca clase, dirían en República Dominicana -- en el manejo del despido del manager Fredi González.

Horas después de que Atlanta anunciara que había decidido cancelar a González el martes, el periódico The Atlanta Journal-Constitution reportó que el caballeroso cubano se enteró de la noticia por un correo electrónico recibido la noche anterior, presumiblemente de una aerolínea o el servicio de reservaciones que usa el equipo, donde le notificaban que estaba lista su reservación para regresar de Pittsburgh a Atlanta al día siguiente. ¡PLOP!

González no es el primer dirigente que pierde su trabajo por el mal desempeño de sus jugadores en el terreno ni tampoco será el último. Es ley de vida en los deportes profesionales. Pero incluso en situaciones extremas, el proceso de despedir a una persona con semejante puesto es algo que se maneja con alto grado de delicadeza y un estandarizado mecanismo profesional.

En el caso de González hubo un fallo, que bien pudo ser del gerente general John Coppolella o del secretario de viajes o de algún asistente de menor categoría, pero eso es irrelevante para el caso. Al final, la culpa es de la organización llamada Atlanta Braves Baseball Club.

Imaginen la escena: González, un hombre de 52 años con casi tres décadas dirigiendo y una reputación de profesional íntegro, mirando su teléfono después de una derrota 8-5 ante los Piratas -- que puso el récord general de Atlanta en 9-28-- para enterarse que ya tenía un vuelo comprado para regresar a casa al día siguiente, mientras su equipo seguirá jugando en Pennsylvania hasta la próxima semana, sin que ningún superior le haya informado oficialmente la noticia. "¡Trágame tierra!".


VIOLENCIA EN EL TERRENO

Hablando de manejo de situaciones, ahora que Grandes Ligas tiene una política para manejar casos de violencia doméstica de los jugadores cuando están fuera del estadio, el comisionado debería replantear algunos aspectos del código disciplinario para castigar las agresiones en el campo. Después de todo, violencia es violencia, sin importar el escenario o víctimas.

No estoy diciendo que una pelea entre dos jugadores en medio de la calentura de un partido importante tiene la misma dimensión del ataque de un atleta a sus familiares o conocidos, pero no estaría de más que las sanciones por usar violencia exagerada o poco común estuvieran escritas y sean conocidas por los jugadores.

El béisbol se vende como un pasatiempo familiar y aunque algunos no lo crean, un episodio de ira transmitido por televisión y recreado millones de veces en las redes sociales, podría tener un impacto negativo mucho mayor al de una discusión de pareja en la habitación de su casa.


EL ADIÓS DEL PAPI

Debido a que David Ortiz está teniendo un gran arranque de temporada, un coro de voces se ha levantado para pedir al popular "Big Papi" dominicano de los Medias Rojas de Boston que desista de su idea de retirarse del béisbol cuando concluya el torneo del 2016.

Ortiz, un gran candidato al Salón de la Fama de Cooperstown cuando sea elegible para aparecer en la boleta, anunció en noviembre pasado que no planeaba jugar más allá de la actual temporada debido, principalmente, a lo doloroso que se ha convertido para sus talones el estar en el terreno de juego.

La noticia no fue buena para los aficionados de los Medias Rojas. Ortiz, quien cumplía 40 años el día del anuncio, venía de batear 37 jonrones y empujar 108 carreras en 146 partidos. Imaginen cómo se sentirán esos aficionados, ahora que Papi batea .311 y lidera el club con 10 jonrones, 16 dobles y 33 remolques en los primeros 39 encuentros de la campaña y que de paso se unió a Hank Aaron y Barry Bonds como los únicos jugadores de la historia con 600 dobles y 500 jonrones.

Ortiz es un ocho veces Todos Estrellas con cerca de 1,700 carreras impulsadas y tres anillos -- los únicos que ha ganado Boston desde la Primera Guerra Mundial -- en sus manos.

La experiencia, sin embargo, nos ha enseñado que una asombrosa mayoría de grandes jugadores se convirtieron en pesadas cargas para sus equipos e incluso fueron silbados por sus fanáticos al final de sus carreras. Los fanáticos son ingratos y de memorias cortas cuando el standing no favorece a los equipos que aman.

Si Ortiz tiene la oportunidad de ser uno de los pocos grandes atletas que se retiran por todo lo alto, en buena forma deportiva y en armonía con sus seguidores, entonces que así sea. Los mismos que le imploran que se quede, son los mismos que le maldecirán si intenta pelear, y fracasa, contra las inexorables manecillas del reloj.