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Canseco merece un lugar en Cooperstown

Canseco fue elegido en 1988 Jugador Más Valioso de la Liga Americana. Focus On Sport/Getty Images

Es considerado uno de los seres más odiados y despreciables en el mundo del béisbol, con una personalidad rayana con lo insano, pero José Canseco merece un lugar en el Salón de la Fama de Cooperstown.

Sí, ya me imagino las reacciones de los lectores, que van de la incredulidad a la ira, pasando por alguna carcajada sonora.

También estoy convencido de que más probabilidades tienen los
Marlins de Miami
de ganar la Serie Mundial con su equipo de ligas menores en el 2013, antes de que Canseco entre alguna vez a Cooperstown, pues en su primera y única aparición en la boleta, allá en el 2007, apenas recibió 1.1 por ciento de votos, por lo que ahora depende de la voluntad del Comité de Veteranos.

Pero vayamos por partes, como diría Jack el Destripador.

Primero veamos la parte más fría, correspondiente a las estadísticas.

El cubano figura en el lugar 34 del listado de los jonroneros de todos los tiempos. O lo que es igual: a lo largo de más de un siglo de Grandes Ligas, sólo 33 peloteros han disparado más cuadrangulares que Canseco.

Además, hay 82 integrantes del Salón de la Fama, ¡82!, que quedaron por debajo de los 462 bambinazos que pegó este toletero, nacido en La Habana y formado en Miami.

Fue Novato del Año en 1986 y Jugador Más Valioso de la Liga Americana en 1988, por lo que en su momento se catalogó como el mejor pelotero del planeta, sobre todo por la rara combinación de poder y velocidad que lo llevó a inaugurar un club que hoy sigue siendo sumamente exclusivo: 40-40.

Desde que Canseco lo consiguió en 1988, sólo Barry Bonds (1996), Alex Rodríguez (1998) y Alfonso Soriano (2006) han conseguido robar 40 o más bases y disparar 40 o más cuadrangulares.

Estuvo en seis Juegos de Estrellas y ganó cuatro Bates de Plata, además de ganar dos Series Mundiales, una con los Atléticos de Oakland (1989) y otra con los Yankees de Nueva York (2000), aunque en esta última era ya un jugador relegado a la banca.

Sus 1,407 carreras impulsadas lo ubican en el sitial 69 de todas las épocas, también por delante de muchos inmortalizados en Cooperstown, 105, para ser más exactos.

Pero todos sabemos que en el caso de Canseco, las cifras son lo de menos.

Incluso, también es lo de menos su uso de esteroides y hormonas de crecimiento humano, que no sólo nunca negó, sino que argumentó razones en defensa de esas sustancias.

De hecho Canseco es la mejor prueba de que los esteroides sin talento no son nada. Basta con mirar al lado y ver a Ozzie, su hermano gemelo, tan "pinchado" como él e incapaz de batear ni siquiera un jonrón en tres temporadas en las Mayores.

Su vida personal ha sido un desastre, de un escándalo en otro, aunque hay ahora mismo en el Salón de la Fama algunos que se vieron involucrados en problemas quizás peores que los del cubano.

Lo que hace a Canseco punto menos que innombrable en el mundo de las Grandes Ligas es su vocación de soplón, traidor, delator, chivato, sapo o como quieran llamarle.

Por las razones que haya tenido, sean económicas, morales o por ser dueño de una personalidad que necesita publicidad a toda costa, Canseco reveló como nadie y con nombres y apellidos, cuán extendido estaba en las Mayores el uso de sustancias para mejorar el rendimiento.

Por cierto, cada vez que apuntó a alguien, con todo y las negaciones de los señalados, la vida terminó dándole la razón.

Dice el refrán que "Roma paga a los traidores, pero los desprecia". Y en eso se convirtió el cubano, en un ser despreciable, en un paria errante que aún intenta jugar en cualquier terreno polvoriento, cada vez más lejos de las Grandes Ligas.

Pero incluso así, algún día el béisbol tendrá que agradecerle a Canseco su papel de villano, aunque posiblemente ese reconocimiento nunca se haga público.

Aunque esto entra en el campo de las especulaciones, vale preguntarnos por dónde anduviera hoy el récord de jonrones para una temporada, si Canseco no se hubiera empeñado en sacar a la luz los trapos sucios del béisbol.

Le tocó a él hacer el papel del malo, pero tanto en la vida real, como en las telenovelas, un buen villano es quien le permite a los héroes brillar con toda su intensidad.

Canseco fue ese que con sus discutibles acciones fuera del terreno, ayudó a limpiar el béisbol y salvarlo de una etapa llena de dudas.

Si algún día llegara a suceder, su placa en Cooperstown debería decir así, más o menos: "José Canseco, miembro del Salón de la Fama, por su contribución al béisbol dentro y fuera del terreno".