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Los Marlins ponen a soñar a Miami

Don Mattingly ha tenido muchas razones para sonreirse en la primera mitad, pero no le vendría nada mal a los Marlins conseguir otro lanzador y quizás un bate productivo para la segunda. AP

"Si lo construyes, ellos vendrán" - La Voz, en Field of Dreams

¡Hola, Mundo! Por si no te has enterado, en Miami hay un equipo de Grandes Ligas. Se llama Marlins, aunque casi siempre juega en un estadio vacío. Bello, moderno, pero vacío.

Muchas son las razones, desde económicas hasta pasionales, para que el Marlins Park parezca un desierto.

Pero a pesar de ello, un equipo al que no se le daban muchas opciones en los pronósticos precontienda ha puesto a soñar a los fanáticos.

Contra viento y marea, los Marlins están batiéndose de tú a tú con los más calificados Nacionales de Washington y Mets de Nueva York, a pesar de los muchos contratiempos que han sufrido desde el inicio de los entrenamientos primaverales.

Primero pierden antes de empezar la campaña a Carter Capps, el supersónico de raros movimientos al soltar la pelota, que se proyectaba para ser el cerrador del equipo.

Luego, Dee Gordon, su hombre proa y segunda base, líder de los bateadores en el 2015 y ganador del Guante de Oro, es suspendido por 80 juegos por uso de sustancias prohibidas, lo cual obligó a echarle mano a un defensor inseguro como Derek Dietrich.

Y para ponerle la tapa al pomo, Giancarlo Stanton, el pelotero mejor pagado de la historia y señalado como el motor ofensivo de Miami, se pasó más de un mes incapaz de darle a una pelota de baloncesto con una raqueta de tenis, que llevó a medio mundo a cuestionarse su contrato de 325 millones de dólares.

A pesar de todos estos inconvenientes, el nuevo manager Don Mattingly, cuyo paso por Dodgers de Los Angeles dejó más dudas que elogios, ha conseguido una química mágica para que estos muchachos empiecen a creer en ellos mismos y salgan a divertirse al terreno de pelota.

Y eso que Mattingly arrancó con el pie izquierdo su paso por el sur de la Florida, al designar al zurdo taiwanés Wei-Yin Chen como abridor del choque inaugural, por encima del ídolo local Jose Fernández.

Nadie ha extrañado a Capps, pues A.J. Ramos es un cerrojo en el noveno inning y lleva desde finales de la pasada temporada una seguidilla de 33 salvamentos en fila.

¿Stanton? El dominicano Marcell Ozuna y Justin Bour han asumido el papel de empujadores a la hora buena, a la espera de que el sobrevalorado jardinero derecho reencuentre su mejor swing.

Además, el veterano Ichiro Suzuki ha resultado un sustituto de lujo en cualquiera de las praderas, mientras continúa a marcha forzada su búsqueda de los 3,000 hits.

Y el supuestamente inseguro Dietrich ha superado el reto y conforma una buena combinación alrededor del segundo saco con el campocorto cubano Adeiny Hechavarría, además de ser un pilar fundamental en el ataque, sea cual sea el turno al bate en que lo coloque Mattingly.

El pitcheo, más allá de Fernández, estaba lleno de incógnitas, pero el zurdo Adam Conley y el derecho Tom Koehler han conseguido cumplir su tarea con la ayuda de un bullpen que se ha convertido en uno de los puntos más sólidos del conjunto miamense.

Es cierto que aún no hemos llegado a la mitad del calendario y todavía faltan 86 partidos por jugarse, pero es hora de que la gerencia se mueva en busca de ayuda para premiar el esfuerzo de este grupo que se ha burlado de los expertos.

Un abridor de la talla de Jake Odorizzi o Gerrit Cole y un relevista intermedio zurdo, especialista en lanzarle a los bateadores de esa mano, serían de gran ayuda.

Un bate productivo también sería bienvenido, pues muchas veces ha faltado el hit oportuno con hombres en circulación.

Y ya que estamos pidiendo, el gerente general Ike Hill debería levantar el teléfono y llamar a Nueva York para averiguar por la disponibilidad del cerrador cubano Aroldis Chapman.

Eso son los pasos firmes que debería dar la gerencia, para tratar de dar el empujón final que ponga a los Marlins en la postemporada por primera vez desde el 2003, cuando ganaron la Serie Mundial.

Si lo hacen, los fanáticos regresarán en masa al estadio y comenzarán a olvidar hasta las más bajas traiciones.