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Ráspala de nuevo, Rafa

Acapulco ha visto a un Nadal distendido y sonriente Juan Ignacio Ceballos/ESPN.com

ACAPULCO -- Court central del Abierto Mexicano de Tenis. 11 de la mañana. De un lado de la red, Rafael Nadal hace ajustes en su arma de destrucción nuclear personal: su drive pegado a la altura del hombro, pisando la línea de base. El español corrige sus movimientos de aproximación a la pelota, su zona de impacto, y su puntería. Milimétrica. Imposible. Sorprendente. Del otro lado de la red, dos botellitas de agua, que sirven como blanco, tiemblan. Ahí viene otro pelotazo animal. Y de nuevo a volar.

Nadal está en Acapulco desde el viernes pasado, preparando la presentación en su tercer torneo del año, la tercera escala en su regreso tras más de siete meses de inactividad. Por ahora, el manacorí ha repartido su tiempo entre prácticas (el viernes por la noche hizo su primer entrenamiento), una presentación con uno de sus auspiciantes, y relax en la privacidad de la villa en la que se aloja, fuera de las tres torres del Fairmont Acapulco Princess que albergan a todos los participantes del torneo.

El vendaje en su rodilla izquierda permanece durante los entrenamientos, así como el dolor en la zona. Pero Rafa no tiene problemas en hablar sobre ello. No hay vendas en su pensamiento. "Las molestias siguen estando. No puedo especificar el grado de dolor que siento o no. Hay días con más dolor, hay días con menos dolor. Está claro que no me encuentro al 100%. Pero después de todo este tiempo, estoy feliz de volver a competir", explicó ayer Nadal en su primer encuentro con la prensa local, durante un evento organizado por Bacardi (uno de sus sponsors) frente a la playa.

Por ahora, Acapulco ha visto a un Nadal distendido y sonriente. Luego de la práctica del sábado, comandada por Francis Roig, Rafa ha tenido tiempo de tomarse fotos con pequeñas del albergue Villa de la Niñas. Firmó autógrafos sobre playeras, pelotas, y hasta sobre teléfonos celulares. Por la noche, y luciendo una camiseta del Corinthians de Sao Paulo (resabio de su paso y su triunfo por la ciudad brasileña), Nadal le dedicó tiempo al gimnasio, donde hizo trabajo de recuperación sobre una bicicleta fija, mientras chequeaba los mensajes en su teléfono celular.

Entre una actividad y otra, el siete veces campeón del Abierto de Francia puso su mejor sonrisa para cumplir en el evento de su auspiciante, y hasta aprendió a hacer tragos sin alcohol, agitando una coctelera y posando para los fotógrafos. "Mis expectativas en este torneo son dar el máximo y hacer lo mejor que pueda", dice Rafa. "No puedo pensar ahora en Roland Garros y en torneos de ese calibre. Aún falta mucho tiempo. Lo haré cuando ya mis sensaciones con la rodilla sean perfectas. Ahora me enfoco en esto. Acapulco será una buena prueba".

Este domingo a las 2:30pm se realizará el sorteo del cuadro principal del Abierto. Nadal sabrá quién será su rival en el debut (seguramente jugará el martes por la noche), y quién será su oponente a vencer una potencial semifinal: Wawrinka o Almagro. No se espera que Rafa esté presente en la ceremonia del draw, pero tal vez sí más tarde, en la tradicional Fiesta de Blanco, que será uno de los festejos centrales del 20º aniversario del torneo. El lunes por la mañana, el español tendrá otro evento con uno de sus auspiciantes, Nike. Y seguramente enfrente a la prensa en una conferencia pre torneo.

Mientras la hora para su regreso oficial a Acapulco se acerca, el campeón 2005 del Abierto disfruta del ambiente y mantiene su costumbre: destrozar la pelota en cada entrenamiento. Raspándola furiosamente. Haciendo una palanca brutal entre brazo extendido y su muñeca totalmente quebrada, justo antes del impacto. Torciendo su boca abierta en el momento del golpe, como cuando Rocky llamaba a Adrianne. Y terminando el brutal latigazo con la raqueta por encima de su cabeza o cruzando su pecho, según cómo haya sido el contacto con la bola.

Nadal está de regreso, ocho años después. Y viene con hambre de victoria. En seis días, podría verse cara a cara con David Ferrer, el nuevo número 4 del mundo. La "buena prueba" de la que él mismo hablaba. Las pelotas y las botellitas que lo sufren durante cada práctica, ya lo saben: la furia ha vuelto. Y de la cintura para arriba, es el mismo Rafa de siempre.