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Buss y el Imperio de los Imperios

El dueño de los Lakers, Jerry Buss, compró al equipo en 1979 por 67.5 millones Getty Images

LOS ÁNGELES -- Tarea colosal es edificar imperios. Tarea titánica es mantenerlos. Y la tarea más humilde saber heredarlos.

Jerry Buss pensó en un imperio altruista y filantrópico, químico y farmacéutico, cuando de la Universidad de Wyoming se trasladó a la Universidad del Sur de California en busca de una maestría y doctorado.

Después, cuando se dio cuenta de que prefería construir imperios individuales, eligió y elogió la docencia. Un imperio edificando imperios que construyeran imperios.

Buss se dio cuenta pronto de que las cruzadas personales requerían de financiamiento. Para sostenerse como maestro, debía sustentar su economía.

Con 999 dólares de inversión, en tiempos en que cada dólar era aún un seguro de vida diario, Buss emprendió la tarea de convertirse en empresario de Bienes Raíces en Los Ángeles, una ciudad que mantenía su cuota de crecimiento hacia el Este, pero su promesa de florecimiento hacia el Oeste. Russ eligió el Oeste para invertir en viviendas. No se equivocó entonces. Ni después.

Buss era un deportista maravilloso en la butaca. Sus manos nerviosas podrían manejar fortunas, pero no atrapar ovoides, ni acunar un balón.

Sus manos de prestidigitador financiero le permitían lanzar agudas curvas al centro neurálgico de la Bolsa de Valores, pero jamás un tiro de tres puntos.

Conocía los secretos de los hombres y de sus acciones, pero no los secretos de las conspiraciones deportivas.

Convertido en uno de los zares de compra, venta, construcción y arrendamiento de palacios o viviendas estándar, Buss acumulaba riquezas y mantenía fogoso el demonio de las inversiones.

El destino lo puso ante Jack Kent Cooke, un multimillonario de origen canadiense, que montó su propio Edén financiero con una devoción especial en franquicias deportivas, estadios y además medios de comunicación.

Kent Cooke quería vender y Buss quería comprar. Lo demás fue papeleo. De repente El Forum, los Kings y los Lakers eran suyos.

Buss era, en 1979, 67.5 millones de dólares menos rico, pero 67.5 millones de dólares más poderoso.

Buss tenía entre sus manos a una franquicia con linaje. Los Lakers sumaban siete títulos nacionales, seis de ellos dentro de la NBA al asumir en 1979. En 1980 llegaría el séptimo de la franquicia y el primero de los diez que iría sumando contra su nueva pasión, devoción y obsesión.

Si bien Jerry West y Wilt Chamberlain ya se habían ido con las mejores memorias del básquetbol profesional de Estados Unidos, Buss se dedicó a construir una nueva dinastía.

Kareem Abdul-Jabbar era el centro dominante en la NBA, agregó de inmediato a otro personaje de leyenda, en Lakers y en el deporte mismo: Magic Johnson, y más adelante llegaría James Worthy.

En el proceso de transición, en el cambio generacional, Buss fue suavizando con éxito los procesos. Sumó a Shaquille O'Neal, hizo su gran apuesta en Kobe Bryant y le entregó incluso a su mejor escudero posible, el español Pau Gasol.

Con diez títulos en 32 años, la mejor época de Lakers fue en la trilogía fascinante del 2000-2002; sin embargo, los conflictos y enfrentamientos entre Shaquille y Kobe terminaron por erosionar al equipo, e incluso en 2004, cuando se pensaba que con adiciones como las de Gary Payton y Karl Malone se tenía a un equipo de implacable poderío, el choque de vanidades los llevó a una desastrosa humillación de 4-1 ante los Pistones de Detroit.

En 2008-2010, con un Kobe Bryant más maduro, con el mando de Phil Jackson nuevamente en funciones, se llega a la final el primer año, pero se pierde ante Boston, añejando la revancha sobre Celtics para el 2010, mientras que en 2009 pasan por encima del que parecía favorito: Orlando Magic.

Buss agregó en todo este camino prolífico de los Lakers el escenario más majestuoso de la NBA: el Staples Center, y lo convirtió además en un centro de reuniones habituales para grandes estrellas del deporte y por supuesto del fantástico y fantasioso mundo de Hollywood, con un fanático de presencia dominante e incluso intimidatorio hacia algunos jueces de baloncesto, como Jack Nicholson.

Buss creó su Imperio más cautivante en donde menos tal vez él menos lo esperaba, cuando comenzó recreando ilusiones primero con fórmulas químicas y después con el magisterio.

A final de cuentas, Buss consiguió una de sus metas: formar y educar un imperio que formara y educara imperios individuales capaces de formar y educar sus propios imperios.

Dicen que más importante que ser es hacer; y que más importante que hacer es heredar; y que más importante que heredar es saber heredar; y que más importante que saber heredar es que quienes heredan sepan hacer lo correcto con ello.

Buss, sus imperios, sus herencias, se multiplican.