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EEUU busca que la afición traicione al Tri

El Azteca tiene asegurado el lleno el martes para el México vs. EE.UU. Hector Vivas/LatinContent/Getty Images

SAN PEDRO SULA -- Boletos agotados ante Estados Unidos. Maravillosa noticia para las matronas que prostituyen al Tri: panza llena para ellos, aunque el corazón esté descontento entre la afición.

Ciento cuatro mil camisetas, negras o verdes, en la tribuna del Estadio Azteca. ¿Se harán sentir?

Los jugadores mexicanos han asegurado que les hiere, les desmoraliza, les incomoda, sentir que su propia gente los castiga con abucheos y vituperios, porque aunque visten de mexicanos, venden sus gargantas al contrario.

Y sí, tan le duele al jugador, que el impopular Maza Rodríguez le pintó el dedo a la popular con la populachera y popularísima hoy #britneydeciomazajustinoseñal, como circuló popularmente hace un par de días en Twitter.

Y si al mexicano le hiere, al visitante seguramente puede inhibirlo, especialmente a esta selección de EE.UU. que no cuenta con dos bastiones morales de gran temperamento, como Carlos Bocanegra y Landon Donovan.

Recordemos: ya hubo un pasaje muy lamentable, irrespetuoso en extremo, irresponsable incluso, cuando la tribuna mexicana vomitaba "Osama, Osama", en aquel Preolímpico, cobrando de paso la factura tras que Donovan orinara en plena cancha del Estadio Jalisco, durante un entrenamiento.

Sí: eso fue deplorable y generó gran malestar. Lo único menos abominable de conclusión, fue que el bufido de la tribuna, sin caer en lo aberrante, alcanza a lastimar al contrario, insisto, especialmente porque viene desprotegido EE.UU. sin caudillos de carácter, toda vez que por eso, por carácter, no están ni Bocanegra (intimida a Klinsmann) ni Donovan (bronceándose en Camboya).

Hérculez Gómez hizo una confidencia a nuestro compañero John Suttcliffe en ESPNDeportes. A pregunta expresa, el méxico-estadounidense dijo que sabiendo las reacciones extremas de la afición mexicana, sus cambios volubles, conforme marcha el juego, tratarán de voltear el favor de la tribuna.

"Los conozco, sé cómo reaccionan", dijo Hérculez en el atentado maquiavélico de convertir ese Estadio Azteca, de una fortaleza histórica del Tri, mancillada ya, cierto, en un aliado de EE.UU., y en un ferviente fiscal y verdugo de su propia selección.

¿Lo conseguirá? La respuesta se dará durante el mismo encuentro.

Ojo: la afición sabe que este partido no tiene ningún parentesco, ni siquiera un cromosoma, con el amistoso reciente en que EEUU ganó con gol de último minuto. Aquello fue un mamotreto al que, cierto, ayudó la misma selección mexicana, con errores increíbles, y errando goles de manera más que desquiciante, casi cómica.

He cubierto decenas, más de un centenar de juegos en el Azteca. Recuerdo la vorágine de dos batallas apocalípticas en Clásicos Chivas-América, una de ellas incluso en cancha, y Eduardo Cisneros salvándome la nuca de un guardaespaldas de las Águilas que con unos nunchacos (arma japonesa), pretendía, aún ignoro por qué, arruinarme las tres neuronas vigentes entonces.

¿Y la tribuna? En shock, pero histérica. Coreografía de Circo Romano.

Pero, recuerdo especialmente el primer partido del Tri en el Mundial de 1986. Un gesto bellísimo de la afición mexicana.

Mire usted: llega el momento de reproducir el Himno de México, después del de Bélgica. Nada. La cinta falló. Consternación, azoro, desencanto. ¿Cómo el anfitrión no tenía listo su propio Himno?

En ese momento, cuando el árbitro llama a juego, un personaje, querido y respetado entonces, aunque hoy cotiza a la baja en la Bolsa de Valores del amor, hizo lo que a nadie se le habría ocurrido, porque en eso, como futbolista, siempre se destacó Hugo Sánchez.

El Pentapichichi se paró en el centro de la cancha. Posición de firmes y el saludo, erróneo, pero saludo, con la mano derecha en el pecho. Y Hugo empezó a cantar. Nadie lo oía, obvio, pero poco a poco, los 124 mil que entonces cabían en el Azteca, y sus propios compañeros, se dieron cuenta del mensaje.

Sí: sin banda sonora, sin música, a capela, a puro corazón, con su voz destemplada, Hugo fue el magnífico barítono de ese mediodía en el Azteca. En segundos el orfeón era imponente. Las124 mil voces entonando el Himno de México. Cuando la pelota rodó, todos sabíamos que ya había un ganador. 2-1 al final.

Esa simbiosis, esa fusión, ese sincretismo del Tri y su gente escribe historias fascinantes, cuando quieren, cuando pueden, porque saben, porque deben.

¿Podrán Hérculez Gómez y la selección de EEUU romper ese magnífico cordón umbilical, más allá de las deudas futbolísticas del Tri y de los desplantes de su entrenador Chepo de la Torre?

Veremos.