Boxeo
Carlos Irusta 8y

Reveco: la cruel realidad

BUENOS AIRES -- Impotente, frustrado, golpeado y herido, Juan Carlos Reveco cayó de rodillas en el centro del ring, con la cabeza entre sus guantes, casi en una posición fetal. Era, por cierto, el final. Su intento de recuperar el campeonato mundial de peso mosca AMB ante Kazuto Ioka, en Osaka, Japón, tenía el peor y más temido de los finales. Sin discusiones, pero también sin reproches, porque hizo todo lo que pudo ante un rival muy superior.

Ya en la anterior pelea, cuando Ioka se impuso por puntos en un encuentro muy parejo y discutible –por algo se determinó la revancha- el japonés mostró una faceta interesante: boxea más con los pies y la cabeza que con los golpes. Los golpes –como suelen mandar los viejos manuales de boxeo- son una consecuencia lógica de un buen y correcto caminar. Si no se camina bien el ring, lo demás no sirve. Si no hay un correcto balanceo del cuerpo, los golpes no tienen contundencia.

Kazuto Ioka, quien luce como un boxeador de los viejos tiempos, peinado a la gomina y con raya a la izquierda, no demostró ningún apuro ante Juan Carlos Reveco. El boxeador mendocino, convertido ahora en retador, o sea obligado a buscar la pelea, se preparó, como él mismo aseguró, para lanzar muchos golpes y de esa forma asegurar mejor el puntaje. Si en la anterior tenia ventajas que no se le reconocieron, en esta –tal vez, su última oportunidad- no podía dejar dudas.

No pudo ser. Se encontró con un rival bien plantado, muy económico de movimientos –no tira demasiado hasta que el blanco no está fijo- y que mostró un plan de pelea inteligente y claro: mucho jab y muchas izquierdas al cuerpo, para quitarle piernas al rival.

El esquema del japonés fue sencillo, aunque pueda parecer demasiado simple. Caminar hacia atrás –mejor dicho, dando apenas un paso atrás- para sacarse de encima a Reveco, quien avanzaba con golpes a veces demasiado curvos, y dando el paso adelante para conectar su izquierda, combinada a la cabeza y al cuerpo. Para hacer eso hay que tener mucho trabajo de gimnasio, se entiende.

Ioka, de largos brazos, lució además como si fuera una categoría mayor que el mendocino, aunque ambos registraron el viernes 50, 802 Kg. El campeón suma ahora 19 victorias con 11 por fuera de combate y una derrota. Reveco tiene 36 ganadas (19 antes del límite) y 3 derrotas, todas fuera de la Argentina: fue ésta la primera vez que cae antes del límite.

Poco, muy poco pudo hacer Reveco, salvo mostrar su ya característico coraje y vergüenza profesional. Si hubo un plan B, no se sabrá nunca. Yendo para adelante, buscando la pelea abierta y siguiendo al rival en la línea recta que no aconsejan los libros, le cedió el ring a un boxeador frío, inteligente y que demuele de a poco.

Ahora, ya con el resultado puesto, se podrán decir y comentar muchas cosas sobre la estrategia correcta o no de Reveco. Pero en el ring se notó que hubo solamente un hombre que subió sabiendo lo que hacía y ese fue Ioka.

Quebrado anímicamente, ya que volvió a sangrar de viejas heridas, y sin la frescura y velocidad necesarias, finalmente cayó de bruces en el ring, vencido. Se levantó porque es Reveco, pero no podía más, no daba más, había entregado todo lo que tenía.

El árbitro norteamericano Mark Nelson –de impecable trabajo- le contó hasta nueve y, cuando le pidió que diera un paso hacia adelante, para darle el pase, se dio cuenta que era inútil: KOT al minuto 57 segundos del 11er asalto. La caída se produjo por una izquierda corta al cuerpo, seguida de una derecha también a la zona de las costillas. Es bueno indicar que fue la gota que rebalsó el vaso, porque ya Reveco venía muy superado en todos los terrenos.

Para el Cotón ha llegado el momento de reflexión. Si en una de las peleas más importantes y definitorias de su vida, y con un entrenamiento óptimo, nada pudo hacer, el día después será aún más cuesta arriba. Lo que nadie podrá reprocharle es que luchó hasta el final.

Gano el más fuerte, ganó el mejor, ganó el que, apelando a los viejos manuales del boxeo, se decidió a caminar, pensar y luego pegar. Eso sí, cuando Kazuto Ioka se decidió, fue imparable.

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