Boxeo
Carlos Irusta 8y

Tyson: "Escucha lo que te digo"

BUENOS AIRES -- Michael Gerald Tyson, más conocido como Mike, supo ser también “El Hombre más malo del mundo”. Ahora, en el escenario montado en el Luna Park, luce afable, sonriente, seguro de sí mismo y relajado. Hace apenas unos días –el 30 de junio- cumplió 50 años. “Estoy encantado de estar en Buenos Aires, en el Luna Park… Carlos Monzón es mi ídolo”, dice. Y el público –unas tres mil personas- aplaude y aplaude. Son –todos, seguramente- fanáticos de quien fuera uno de los más electrizantes campeones mundiales de la categoría pesado.

Tal vez no sea casual que esté bajo el techo del Luna Park. Histórico techo que ha cobijado a Carlos Monzón, José María Gatica, Nicolino Locche, Muhammad Alí o Frank Sinatra. De hecho, hace una década, estuvo en el mismo estadio dialogando con Diego Armando Maradona. Y aunque en hall del estadio estén los retratos de los campeones mundiales argentinos de boxeo, algo falla, pues –no se sabe por qué- descolgaron el de Juan Carlos “Tito” Lectoure, que fue sin dudas el corazón del Luna.

Tyson transpira, se agita, baila, boxea con un rival imaginario, sonríe y repasa su vida. Un cartel va traduciendo sus frases. “Si no se ríen con algunos de mis chistes, será porque fallaron los traductores”, bromea.

No es fácil, porque cuenta con humor los momentos más duros de su vida. Lo viene haciendo, y con éxito, hace más de tres años, incluyendo a Broadway, con un armado que fue obra de Spike Lee: fotos, escenas y detalles en una gigantesca pantalla de fondo.

Desde sus comienzos como ladrón callejero en las calles duras de Brooklyn hasta la muerte de su hija, Mike no se olvida de nada ni nadie. Así desfilan Don King –su mención provocó silbidos -, Robin Givens, su pasaje por la cárcel acusado de violación, su relación con las drogas o sus derrotas ante “Buster” Douglas o Evander Holyfield –mordidas en la oreja incluidas.

Párrafo especial para Cus D’Amato, su mentor. “Es imposible no mencionar a mi sin mencionar a Cus. Es imposible no hablar de Cus sin nombrarme”, dice. “Él me decía siempre: Escuchá lo que te digo: vas a ser campeón amateur, olímpico y vas a ser el campeón mundial más joven de la historia, Escuchá lo que te digo… Escuchá lo que te digo… Y era capaz de despertarme a las cuatro de la mañana para repetir siempre lo mismo”.

Un público cómplice supo disimular alguna falla de sincronización en las traducciones. Y él mismo, con solvencia, también le puso humor a las fallas del micrófono, sin olvidar los f**** o los s**** muy a menudo, como en “Scarface”.

Hoy, a los cincuenta, Tyson emerge después de tanto dolor, de tantos errores, de tantos millones ganados y perdidos, de tantas peleas arriba y abajo del ring. Su espectáculo también fue emitido por HBO, y sin dudas, no deja de sorprender su labor: no debe ser fácil plantarse solo, frente al público, y contar sus miserias y desventuras, aunque se le ponga humor.

Terminó en tono bajo, recordando la muerte de su hija, Exodus, de cuatro años. Chocó palmas con los que se acercaron al escenario para saludarlo, y luego se fue.

El público se fue retirando, en silencio. Una vez más, el Luna Park había cobijado a un campeón de boxeo. Solamente que esta vez no hubo guantes, ni sangre ni nocaut.

Solamente un hombre que ha sufrido y que hoy afirma que no pretende dar ningún mensaje. Simplemente, contar toda su verdad. Valió la pena escuchar lo que dijo.

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