En 1922 el conde Henri de Baillet-Latour aún no se había convertido en el tercer presidente en la historia del Comité Olímpico Internacional (COI). En aquel entonces era uno de los hombres más cercanos al máximo líder del olimpismo moderno. Pero enfermo, el francés Pierre de Coubertin no pudo cumplir con el compromiso adquirido con los dirigentes americanos de aquella época de visitar el continente. Algunos de esos líderes le fueron de mucha ayuda en su intento por sacar el mensaje olímpico de su encierro europeo. De Baillet-Latour sustituyó a De Coubertin en ese viaje americano y fue entonces cuando se enteró del primer gran esfuerzo del continente por unirse a través del deporte.
Su visita a los Juegos Latinoamericanos de Río de Janeiro provocó que el COI y De Coubertin conocieran de la situación del deporte en América y de la voluntad de sus protagonistas por organizarse. Baillet-Latour escribió un informe señalando el desconocimiento de los reglamentos y la falta de respeto de los deportistas y por las autoridades de esos Juegos. Pero sostenía que la pasión y el espíritu patriótico de los mismos serían fundamentales para el Comité Olímpico Internacional (COI). Como lo dice el Dr. César Torres, profesor del College of Brockport en Nueva York, la intención del COI por validar aquella cita regional era "convertir a la región en el primer foco de globalización de la filosofía olímpica". Los Juegos Latinoamericanos de 1922 en Río de Janeiro recibieron la bendición del COI y se convirtieron en fuertes precursores de otros juegos regionales. Esa reunión será recordada dentro de un año, cuando el mundo deportivo llegue a Río, esta vez para la máxima cita del deporte: los Juegos Olímpicos.
La "Cidade Maravilhosa" coquetearía en varias ocasiones con la sede de los Juegos Olímpicos y también caería en el intento de conquistarla. La primera decepción fue en 1931 durante la Sesión del COI realizada en Barcelona. Trece fueron las ciudades que pretendieron la sede para los Juegos de 1936 pero apenas dos recibieron votos. Río no fue una de ellas y vio como Berlín era designada sede. El espíritu olímpico se disipó en Brasil hasta la aparición de Carlos Nuzman, jugador de volleyball y miembro del equipo brasileño en los Juegos de Tokio 1964. Transformado en dirigente, Nuzman comandó al volleyball brasileño durante más de dos décadas y lo colocó en la cima mundial. Tuvo la visión de promover la inclusión del volleyball de playa como deporte olímpico.
Tras décadas de frío interés brasileño por llevar los aros olímpicos a las playas de Copacabana fue el empuje de Nuzman, miembro del COI desde 2000, el que invitó a Brasil a pensar que los Juegos eran posibles. En 2007, con su economía creciendo continuamente, Brasil y Río de Janeiro invirtieron más de mil cuatrocientos millones de dólares en los Panamericanos, la competencia que impulsó la candidatura olímpica. Después de tibios intentos por la sede para los Juegos de 2004 y del 2012, los Panamericanos fortalecieron su posición y en el 2009 en Copenhagen le dieron la gran noticia a los brasileños, superando a Madrid, Tokio y Chicago. Río de Janeiro ganó el compromiso de albergar los Juegos Olímpicos.
Pierre De Coubertin llegó a tener una legítima apreciación por la promoción del ideal olímpico más allá del continente europeo. Después de una Guerra Mundial, eran necesarias las citas deportivas regionales como los Juegos Latinoamericanos de 1922 para lograr que los Juegos prevalecieran y se propagara su filosofía. En agosto del 2016, llegarán a Rio más de diez mil atletas, cada uno acompañado por su particular ilusión. Todos ellos tendrán que reivindicar aquellos Juegos Latinoamericanos de 1922, cuando el ideal olímpico buscó a Río para propagarse. En Destinos conoceremos la historia de atletas que viven la ilusión desde adentro. Historias brasileñas de los Juegos de Brasil.
