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Matt Bowen 8y

El proceso que vive un jugador al ser cortado en la NFL

Las llamadas telefónicas comienzan en esta etapa del año. Ya saben, las cuales no quieren responder los veteranos de NFL. ¿Dejar que se vaya al buzón? Lo he hecho. Lidiar con eso después, supongo. Pero una vez que la llamada es de otro código, piensas: rayos, me atraparon.

Esa llamada desde la oficina del entrenador en jefe siempre es igual. Te dice cuánto significas para la escuadra, cuánto disfrutaron trabajar contigo. Ya sabes, bailan un poco. Y no los culpo. Pero el mensaje esencial es: se acabó tu tiempo, amigo. Te acaban de cortar.

Estamos siendo testigos de esto, en tiempo real, con veteranos como el guardia Jahri Evans en los New Orleans Saints y el profundo Michael Griffin en los Tennessee Titans. Esos muchachos son auténticos profesionales, veteranos que han desempeñado un gran fútbol americano en esta liga. Y ahora no tienen trabajo.

Muchos veteranos pueden leer el mensaje durante la temporada. Quizás es por lesiones acumuladas con el tiempo, una ligera baja de producción y tiempo de juego, o alguien más joven en desarrollo para tomar tu lugar. Cual sea la razón, un montón de jugadores entran a cada receso de campaña con el entendimiento que podrían ser el próximo veterano liquidado.

Pero incluso cuando los jugadores anticipan esa llamada, como lo hice con los Washington Redskins y los Buffalo Bills, todavía duele.

Joe Gibbs me llamó cuando yo acababa de aterrizar en Las Vegas; literalmente seguía en el asfalto. Dejé que se fuera al buzón de voz y le devolví la llamada al coach Salón de la Fama tras un par de cervezas e instalado en una habitación del MGM. Supe que estaba cortado. ¿Qué cambiaría dentro de una hora?

Cuando los Bills llamaron, mi esposa y yo estábamos cenando con mi abuela en su casa de Tampa, Florida. Tampoco le pude responder al head coach Dick Jaurion. No, no le iba a dar la noticia a mi abuela. Déjalo ir. Encárgate después. El coach tenía más llamadas por hacer.

Tras el primer impacto de ser cortado, la realidad comienza a tomar lugar. Y pasa rápido. ¿Qué hay de tus cosas, tu casillero? Todo eso está en cajas y aparece en tu puerta alrededor de dos semanas después. No hay despedidas formales ni nada de esas tonterías para la gente común de la NFL.

Sólo cajas. E incertidumbre.

¿Llamar a tu agente? Claro. Todos lo hacen. Pero no estamos en una liga donde hay trabajos a la vuelta de la esquina. Y para los trotamundos como yo --un tipo entrando a sus 30 con una rodilla reconstruida y un historial de lesiones extenso-- la idea que los equipos te esperen con brazos abiertos al inicio de la agencia libre es una realidad falsa.

Los jugadores que son cortados ahora no son los agentes libres de mayor perfil que se robarán la atención en marzo. Ellos sí firman grandes cheques. Los agentes libres de segunda o tercera línea desean y esperan por un contrato pequeño.

Entonces, mientras tu agente comienza a vender tu conjunto de habilidades por toda la liga, de alguna manera estás flotando. Y la vida no se detiene cuando eres cortado.

¿Tienes casa? Es mejor llamar al agente de bienes raíces, sin importar cómo esté el mercado. Incluso si rentas un lugar cerca de las instalaciones, tienes que empezar a empacar y hallar una bodega. Diablos, si te contratan en otro lado, podrías estar viviendo en un hotel por un tiempo en la nueva ciudad. ¿Casado? Si tu esposa trabaja, bueno, es momento que ella también cambie de oficina.

Mi esposa daba clases de ciencia en una preparatoria de Virgina cuando los Redskins me cortaron. Era la mitad del tercer cuatrimestre. ¿Qué hacemos ahora? ¿Dejamos que ella termine el año? No sabía la respuesta. Todo esto es nuevo.

Mientras eso se define, los jugadores tienen que seguir entrenando. Nadie va a firmar a alguien fuera de forma. Pero sin una casa de NFL --la cual incluye pesas, un coach de fuerza, preparadores físicos y un centro de reahabilitación-- dependes de ti mismo.

Algunos asisten a gimnasios en Florida o Arizona. Otros visitan sus universidades para entrenar. ¿Yo? Me fui al gimnasio local en los suburbios de D.C. Y esos gimnasios se ven y se sienten muy distintos a la costumbre de los jugadores profesionales en términos de equipamiento y atmósfera.

No había plataformas ni "power-racks". Sólo madres de familia con camionetas y chicos inflados con licuado de proteínas. Debí lucir como un payaso, algún fenómeno, haciendo peso muerto con la barra y tratando de hacer salto vertical sobre cajas en la forma que pudiera.

Y lo odiaba. ¿Dónde estaba esa sala de pesas con aroma profesional? ¿Tus compañeros? ¿El sonido de gente trabajando? Adoro esas cosas, y me las perdí.

Correr, entrenamiento de velocidad, acondicionamiento, ensayos de back defensivo... no iba a lograr eso con clases de spinning en ese gimnasio. Entonces me fui a un parque local de Ashburn, Virginia.

Me puse ropa deportiva, zapatos y traté de hallar pasto que no estuviese lleno de agujeros (porque no te quieres fracturar la rodilla). Allí estaba yo, recorriendo ensayos de velocidad y retrocediendo mientras los niños pequeños jugaban en columpios. Todos me veían como si estuviera loco. Y ahora que lo pienso, probablemente debí preguntar si alguno de esos niños podía lanzar para hacer mis ensayos más realistas.

Pero a lo largo de mi entrenamiento de transición. Seguí esperando la llamada de mi agente. Sólo dame algo, lo que sea. Estoy desesperado. Debe haber un equipo dispuesto a recibirme para una visita.

Finalmente, mi agente me dijo que había interés de los Oakland Raiders. ¿California? ¿Por qué no? Pero tenía sus condiciones. Verán, hablamos del 2005, cuando Al Davis seguía a cargo. Si quierías jugar para Al, más te vale que fueras rápido. ¿Qué tan rápido? Más o menos 4.5 segundos en las 40 yardas, me dijo mi agente. 

Eso me preocupó un poco. Hombre, no había corrido las 40 desde el combinado. ¿Qué tal si me tardaba 4.6?

Entonces, regresé al parque e hice más entrenamiento de velocidad. No tenía quién me cronometrara y no podía confiar en los niños para obtener un tiempo legítimo, entonces sólo corría. Todos los días. Iba al gimnasio, montaba mi acto de circo, y luego volvía al parque a trabajar velocidad. Y empezó a desgastarme mentalmente. Estaba perdido.

Por suerte llegó otra llamada. Eran los Bills. Había familiaridad con el personal de entrenamiento allá y no había pruebas de 40 yardas. Sólo una vista y un acuerdo de dos años para jugar en la AFC Este. Llegué un miércoles, regresé a casa el fin de semana, bebí un poco de champán con mi esposa para celebrar y manejé de regreso al norte el domingo para comenzar la preparación de temporada baja.

Vendimos la casa, eventualmente, y mi esposa dejó su trabajo al final del tercer cuatrimestre para alcanzarme en New York. Una nueva ciudad, un nuevo equipo, una nueva aventura. Y algo de alivio. No más gimnasios ni parques locales. Momento de volver a las instalaciones de profesional.

Ah, la vida de un trotamundos, ¿cierto? Sí, pero también hay un elemento humano para estos chicos, los que reciben las llamadas ahora mismo. Sé que les pagan bien, pero para ellos se trata de algo más que el motín. De verdad. Quieren seguir viviendo el sueño de la NFL antes que los empujen por la puerta trasera.

Esa es la llamada final, la cual recibí tras un año con los Bills. Baja el telón y apaga las luces. Se acabó el show.

Esa dolió. Todavía. Desearía que el final hubiera sido mejor, así como la mayoría de los jugadores en este deporte. Y fue el mismo procedimiento. Ver el teléfono, identificar quién llamaba y liberar un suspiro lento y prolongado.

Me atraparon... otra vez.

El analista de NFL para ESPN.com, Matt Bowen, jugó siete temporadas como back defensivo de la NFL.

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