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Rafael Zamorano 8y

En la carrera de Peyton Manning, un triunfo marca el antes y el después

MÉXICO -- Hace poco más de dos años, escribí una columna respecto al lugar de Peyton Manning en la historia de la NFL. A la luz de la derrota de los Denver Broncos ante los Seattle Seahawks en el Super Bowl XLVIII, expuse en aquella ocasión que el legado de Manning estaba definido, y que aquella paliza ante Seattle no tendría, a la larga, efecto alguno sobre su lugar entre los más grandes mariscales de campo del juego.

Hoy, a poco más de un mes de haber levantado el Trofeo Lombardi por segunda ocasión, sostengo esa postura: quien consideraba a Manning el mejor pasador de todos antes de su llegada a Denver no lo moverá de allí. Si está considerado dentro de un Top-3, Top-5 o hasta Top-10, de acuerdo a los criterios de cada quien, probablemente deba seguir allí mismo. Después de todo, es difícil señalar un triunfo más o un triunfo menos como criterio suficiente para reordenar una lista tan importante y, no obstante aquella insólita temporada récord del 2013 para los Broncos, Manning ya se había labrado como mariscal de campo de los Indianapolis Colts un busto de bronce que será develado en Canton en cinco años, sin lugar a dudas.

Sin embargo, sí hay momentos en la carrera de Manning que sirvieron como trampolín para ir escalando de un estrato a otro en el panteón de las grandes leyendas de la posición en la historia de la NFL.

Y si hemos de identificar sólo uno que lo catapultó inequívocamente hasta su sitio actual entre la élite de la élite histórica, basta con retroceder en el tiempo hasta el 21 de enero del 2007. ¿La ocasión? El Juego de Campeonato de la AFC en el ahora desaparecido RCA Dome de Indianapolis.

Antes, un poco de contexto.

Manning y los Colts jugaban en casa, pero desempeñaban el papel de víctimas. Frente a ellos, unos New England Patriots liderados por Bill Belichick y Tom Brady que acumulaban una marca de 6-2 frente a Manning, incluyendo dos victorias claras en duelos de playoffs previos.

Quizás lo único que tenían a favor los Colts era que Indy había ganado los dos partidos previos, correspondientes a las temporadas regulares del 2005 y 2006, después de haber iniciado en desventaja de 0-6 lo que ahora conocemos como el Brady-Manning Bowl.

Hasta entonces, la narrativa era muy clara: Manning tenía todas las estadísticas, incluyendo dos premios como Jugador Más Valioso de la NFL, mientras que Brady tenía los campeonatos, tres en aquel momento.

Para bien o para mal, las trayectorias de Manning y Brady comenzaban a vincularse de una manera inusitadamente estrecha, con el primero saliendo visiblemente desfavorecido en la comparación.

Cuando los Patriots se pusieron adelante 21-3 en la primera mitad, incluyendo un touchdown de Asante Samuel en devolución de 39 yardas de una intercepción a Manning, el encuentro, y el boleto al Super Bowl XLI, parecía estar en la bolsa de New England.

Sin embargo, Manning y los Colts se impusieron al final, por 38-34, imponiendo marca en el proceso por la mayor remontada en un juego de campeonato de conferencia al superar el déficit de 18 puntos.

Desde luego, sabemos en qué terminó la historia subsecuente: los Colts dieron cuenta de los Chicago Bears en el Super Bowl XLI, por marcador de 29-17, y Manning obtuvo el primero de dos anillos de Super Bowl junto a la designación de Jugador Más Valioso del encuentro.

Sin embargo, no puede decirse lo suficiente acerca de cuán valiosa fue esa victoria para Manning ante el equipo que hasta entonces había sido su némesis.

Después de ese encuentro, Manning se volvió a encontrar en dos ocasiones contra los Patriots de Belichick y Brady en postemporada --ambas como mariscal de campo de los Broncos-- y en las dos ocasiones el triunfo fue para Manning en instancias de Juego de Campeonato de la AFC, para dejar su marca a favor por 3-2 en postemporada.

Manning se sacudió la etiqueta de aquel jugador que podía ganarlo todo en temporada regular pero que era incapaz de hacerlo en postemporada, y lo hizo precisamente ante el equipo que antes le había negado la gloria de playoffs.

Y por si fuera poco, lo hizo orquestando una espectacular remontada histórica en un partido que parecía seguir el que hasta entonces había sido el libreto de siempre.

Sin ánimo de demeritar lo conseguido por Manning en el Super Bowl XLI, o en cualquiera de sus temporadas posteriores, incluyendo la recién culminada con la conquista del Super Bowl 50, a mi juicio ese triunfo del 21 de enero del 2007 marca el antes y después en su carrera y lo separa del grupo de pasadores de élite en la historia de la liga como Jim Kelly, Warren Moon, Dan Fouts e incluso Dan Marino, para elevarlo a un estrato todavía más alto donde se encuentra acompañado por nombres como Joe Montana, John Elway, Johnny Unitas y el propio Brady, sea cual sea el orden en el que les quiera jerarquizar.

Y ese vínculo imposible de ignorar que corre paralelo a las carreras de Manning y Brady, encontró un equilibrio que terminó por retratar de mejor manera la paridad entre los que fueron, por mucho, los dos mejores pasadores de su generación.

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