<
>

Un paseo por Parque Patricios

BUENOS AIRES -- Desde que llegó el subte a Parque Patricios, muchos porteños pueden acercarse a este barrio siempre un poco incómodo, a contramano del centro y de otros barrios. Parque Patricios, quizás sea y lo digo sin exagerar, el secreto mejor guardado de Buenos Aires.

Un barrio bellísimo de grandes arboledas y parques inmensos, fábricas abandonadas y galpones a pleno, dan la sensación de estar ubicado en un tiempo pasado e inimaginable. ¡Otra Buenos Aires! Mientras escribo esto en mi aparatito celular, voy caminando por la Avenida Caseros, en pleno corazón de Parque Patricios.

Por esas casualidades de la vida, sorprendido por la prominente vegetación de los parques, me choco con un espacio característico del barrio, pero también misterioso. Un local de competencias de ajedrez.

Pego la ñata contra el vidrio, como se diría en el mundo del tango y veo muchas mesitas con gente jugando al ajedrez. Es la hora del café mañanero y las medialunas, así que me sorprendo que haya tanta gente practicando este hermoso deporte.

Sin dudarlo ni medio segundo, entro a tomarme un café. Me digo “acá, tengo una crónica perfecta”. El local tiene una larga barra donde varias personas mayores toman café y leen el diario, me acerco y me pido un café con leche con tres medialunas.

Por ahora, más allá de la rareza del lugar, todo parece transcurrir en calma. Me entrego a la contemplación de ver jugar a los ajedrecistas, pensando vaya a saber uno en qué, en cada partida un ajedrecista ordena su mundo interior casi como nadie.

En esa entran dos tipos altos, vestidos de sobretodo con gorra y pipa. Me sorprende la pinta de estos caballeros. Hace 25 grados de calor y aparecen así lookeados. Comienzan a hacer preguntas a los ajedrecistas como si buscaran a alguien.

De pronto, uno de ellos se me acerca y me clava la mirada. “A ver, usted, venga para acá”, me dice. “Somos los detectives de Huracán”, me dice y agrega, “vamos a hacer un par de preguntas, si no le molesta”.

Me sorprendo, no sé qué hacer. Me parece todo muy extraño, pero acepto.

- ¿De qué cuadro es usted?

- De... ¡Independiente!, exclamo más por miedo que por convicción.

- ¿Qué piensa de Parque Patricios?

- Casualmente ando paseando y me sorprendí de la belleza del barrio. Sus casas bajas y antiguas, sus calles empedradas, se ve la luna sobre el empedrado y lo más lindo de todo, sus parques y galpones... Un sueño este barrio...

- Bien, señor. ¿Qué piensa del Club Atlético Huracán que está acá, a un par de cuadras?

- Una gran institución señor, creo que de ese club era hincha Ringo Bonavena y jugaba René Housemman. Un crack.

- Veo que conoce bastante. - ¿Y del equipo actual?

Le iba a decir que me gustaba Toranzo que, para mí, era uno de los mejores medios del mundo, pero no me atreví porque no sabía si Toranzo seguía jugando en Huracán. Les dije un par de superficialidades y los señores detectives se fueron.

En mi vida de cronista y de hincha de fútbol jamás me pasó algo así. Cuando pagué mi café, un ajedrecista de un rincón movió su última jugada y me miró y me guiñó un ojo.