Fútbol Americano
Washington Cucurto 8y

La gloria de Independiente parece cosa del pasado

BUENOS AIRES -- Lejanos están los tiempos en que Independiente jugaba las finales de La Libertadores y era conocido por todos como el Rey de América, el León de la Copa y cosas así. Lejanos los tiempos en que el Rojo o Diablo de Avellaneda jugaba un fútbol que enamoraba a toda Sudamérica.

Ante Racing, como tantas tardes domingueras, Avellaneda se llenó de fútbol y no era para menos. Independiente, el Diablo, enfrentaba una vez más a su archirival. La ciudad, una de las más bellas del Sur de Buenos Aires, se llenaba con los colores de Independiente, rojo fuego, rojo pasión.

Por esos caprichos del destino me tocó cruzar la Avenida Mitre, en combi. Iba en una de esas combis que transportan personas desde el centro de la ciudad a los suburbios. Cerca de la sede del Rojo, en Avenida Mitre al 600, vi miles de camisetas rojas esperando el colectivo, copando las confiterías. Era tarde en la noche. Las diez. Ya todo había terminado.

Yo no sabía cuál había sido el resultado del partido, pero por las caras me daba cuenta que Independiente había perdido el clásico con su eterno rival. Jugar contra Racing es una obviedad, es un partido que hay que ganar para la felicidad del hincha.

Sin embargo, en este partido se disputaba algo más que un clásico. Estaba en pelea un puesto para la Copa que Independiente tantas veces ganó. Fue al revés esta vez: Racing le ganó 2 a 0 y le ganó bien.

Pero el resultado en el fútbol debería ser anecdótico, apenas un detalle de todo lo que hay en juego realmente en un partido de fútbol. Yo creo que hasta los hinchas piden más resultados que fútbol del bueno.

- ¡Chofer, chofer, me bajo acá!, le grité al señor que manejaba la combi y salté a la Avenida Mitre. Comencé en caminar en dirección al Puente Avellaneda. Colas y colas en las paradas de micros. Caras largas de derrota. Tristeza y mucho silencio. Me dolió un montón.

Independiente seguía siendo el de ya hace varios años. No puede salir de la mediocridad. Puedo asegurarles que fueron las cuadras más amargas que caminé en los últimos años. Todo era como un velorio. ¿Qué le pasaba al querido Rojo que nunca más encontró su identidad?

Racing, siempre fue un rival ganable. Nunca estuvo a la altura del Diablo que supo brillar en Japón, en Brasil y en todas las canchas que se imaginen. Siempre fue un equipo con proyección internacional. Hoy, prácticamente da lástima y genera mucha tristeza en sus hinchas.

Me acerqué, a pedir un cigarrillo, a compartir la pena, con una señorita que tenía una vieja camiseta del rojo.

- Por suerte, todavía queda una revancha...

- Pero va a ser difícil, se adelantó ella, sin esperar a que termine de hablar. Hay que entender que Racing juega un poco mejor y que no tenemos reacción.

- Bueno, chau.

- Chau.

Me volví fumando, en silencio, los hinchas salían de las baldosas, todos con una sola camiseta. Me quedé pensando en la frase de la chica. “No tenemos reacción...”. Es verdad, hace rato que este equipo perdió reacción. Le pasó en la última Copa Sudamericana. De todas las cosas que, a diario escribo, ninguna me duele más que las de Independiente.

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