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El Vasco, la paciencia y la memoria

El técnico del Xeneize la pasó mal en la noche cordobesa, tras una histórica goleada. Fotobaires.com

BUENOS AIRES -- Paciencia y memoria son dos palabras que no se encuentran dentro del diccionario del fútbol.

A la gente de Boca se le podría pedir paciencia: el plantel viene de una dura pretemporada, Carlitos Tevez, la gran figura, no está todavía en su mejor forma, Osvaldo recién se está adaptando en su regreso al fútbol argentino, igual que los otros refuerzos...

También se le podría pedir un poco de memoria: gran parte de estos mismos jugadores vienen de ganar, a finales del 2015, dos títulos luego de cuatro años de sequías.

Pero el pasado reciente no es muy glorioso para un club como Boca: el torneo local y la Copa Argentina suman, es cierto. Sin embargo, las heridas sufridas en las eliminaciones coperas ante River, donde luego los Millonarios fueron campeones, opacaron esos éxitos.

El plantel, además, viene quedando en deuda en un punto clave. Siempre sufrió en los partidos decisivos: la mayoría de los clásicos los perdió, y en otros ganó pero sufriendo más de la cuenta.

Incluso, tampoco estuvo a la altura ante rivales menores: Crucero del Norte, el año pasado, es un buen ejemplo. A este Boca le pesan las finales.

Encima, en el arranque de una nueva temporada, cuando se espera lo mejor del mejor plantel de la Argentina, el equipo luce desconocido, pierde casi todo lo que juega, no tiene una identidad ni un rumbo definido y es goleado en una final dejando una pésima imagen.

Este combo tiene como resultado algo inevitable: el ciclo Arruabarrena quedó en la mira y parece estar cumplido.

Muchos creían que lo mejor para el Vasco, un hombre querido dentro del club, hubiera sido irse por la puerta grande tras ganar los dos campeonatos a fines del pasado 2015.

El Vasco tuvo y tiene un gran plantel, pero nunca armó un gran equipo. Perdió los partidos más importantes, por las Copas ante River, sin mostrar carácter, garra, personalidad. Los mismos requisitos que debió haber tenido en la final contra San Lorenzo, donde en el segundo tiempo fue superado en todas las líneas, recibiendo una lección de fútbol y una paliza histórica.

Sin dudas, hay culpas repartidas entre el cuerpo técnico y los futbolistas. Pero cuando los equipos no tienen respuestas, los que suelen irse son los entrenadores: es más fácil y más barato que armar un plantel desde cero.

En la previa a la final Daniel Angelici salió a respaldar al DT. Aseguró que más allá del resultado de anoche, el Vasco iba a seguir. Que una derrota no cambiaba en nada todo lo bueno que se había conseguido.

En estos casos es mejor no decir nada. Se sabe que cuando el presidente de un club debe salir a aclarar que la continuidad del entrenador no está en duda, es porque la continuidad está en duda. Más ahora, donde el Mellizo Barros Schelotto, el gran candidato, quedó libre tras su corto paso por el fútbol italiano.

Los que deben respaldar al DT son los jugadores en la cancha. No hay mejor manera para alejar fantasmas.

El Vasco salió dar la cara, como siempre lo hace. Dijo estar dolido, pero con fuerzas para seguir. Arruabarrena es un hombre inteligente. Sabe que si el domingo Boca no le gana a Atlético Tucumán en La Bombonera, si el equipo no tiene una actuación convincente, su futuro como DT xeneize estará más en duda que nunca.

La gente pierde rápido la memoria. Y todavía más rápido la paciencia. Así es el fútbol.