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Una fecha más

Fotobaires

BUENOS AIRES -- La suerte de Rodolfo Arruabarrena parece echada. Por más que le hayan prorrogado la condena al menos hasta el partido del miércoles ante San Martín de San Juan.

En estas instancias, cuando un entrenador necesita ratificación hasta para ir a conducir el entrenamiento, suele no haber vuelta atrás.

Con semejante desgaste es improbable que la racha desfavorable se corte y que el equipo finalmente exprese su enorme potencial.

Se sabe además que el presidente Angelici no es de lealtades duraderas ni de arredrarse ante personalidades populares.

Si no tuvo inconvenientes en cargarse a un ídolo de la talla de Carlos Bianchi, no le temblará el pulso para despedir al Vasco, por más que el título obtenido bajo su dirección técnica le haya sido de enorme utilidad para la reelección.

Y por más que el vínculo del DT con el club haya sido refrendado hace un par de meses.

Son las crueles reglas del juego. Boca, que tiene el plantel más dotado del fútbol argentino y una delantera cuyo presupuesto compite con las de las grandes ligas, no da pie con bola.

Lo vapulearon en el clásico ante San Lorenzo, perdió en su casa con Atlético Tucumán después de 40 años y hace seis partidos que no mete un gol.

Defensivamente tampoco ofrece ninguna garantía, por lo que podría diagnosticarse un desastre generalizado.

¿Es culpa de Arruabarrena? No. Al menos no totalmente. Que Tevez se haya olvidado de jugar no se le puede achacar al entrenador.

Pero es el líder, la cabeza de un proyecto que en pocos partidos –varios de ellos de verano, es decir de entrenamiento– naufragó sin atenuantes.

El vértigo del presente impone la actualización constante. Los lauros recientes ya son viejos. Y la inversión en jugadores refuerza la exigencia.

No sólo se trata de que Boca pierde. Además ninguno juega bien. Y cuando lo hacen (el primer tiempo ante los tucumanos fue muy digno, sobre todo cuando apareció Osvaldo), el temple es insuficiente para mantener el rendimiento ante las adversidades.

Y –suele pasar en estos trances– el error está a la vuelta de la esquina, siempre merodeando (igual que merodea el rumor de que el Mellizo Guillermo tiene todo arreglado para ocuparse de la sucesión).

El entrenador debe hacerse cargo de que los jugadores no responden. ¿Esto amerita el despido con el campeonato carreteando? Seguramente no.

Hay que reconocer que el Boca campeón, con el mismo Arruabarrena en el banco, tampoco convenció por su fútbol, que, a pesar de la vuelta olímpica, nunca estuvo a la altura del staff de grandes jugadores provistos por la chequera generosa de Angelici (repatriación de Tevez incluida).

Paso a paso, decía Mostaza Merlo sobre su estrategia, en la que hacer cuernitos con la mano era una parte fundamental.

El mismo método (evaluar fecha a fecha, no los cuernitos) se aplica ahora al trabajo de Arruabarrena. Un respirador que sólo revela la debilidad del paciente.