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La estrella menos pensada

BUENOS AIRES -- “Para Wanchope la Selección”, coreó la hinchada de Huracán el sábado, durante el 4-3 a San Martín de San Juan, partido en el que el centrodelantero metió dos goles decisivos para convertirse en el segundo anotador del torneo detrás de José Sand.

Lo que hace unos meses podía sonar a ironía, hoy es un reclamo verosímil. La racha de Ramón Ábila permite la ilusión del público. De todos modos, sólo basta pensarlo un rato para entender que Ábila acaso no dé la talla para disputarle el puesto a Higuaín, Agüero o Dybala. Pero tal vez supere a éstos en capacidad de adaptación a un medio áspero como el argentino, donde más vale el ingenio que los nombres rutilantes.

Es un momento de tapados. Godoy Cruz y Lanús son los líderes de las respectivas zonas, mientras que River y Boca, con sus presupuestos incomparables, se han resignado al rol de espectadores y depositan el resto de esperanzas en la Copa Libertadores.

Del mismo modo, Wanchope, gran figura de un equipo que también inesperadamente trepó al segundo lugar, ensombrece a estrellas de sobrado cartel y antecedentes en el Primer Mundo. Carlos Tevez, cuya histórica virtud ha sido la capacidad de adecuarse a los diversos medios en los que jugó hasta convertirse en ídolo, padece en su regreso al país un notable desconcierto que ha desdibujado su talento.

Todos esperaban del Apache –ese lujo que Boca le arrimó a torneo doméstico– la actuación de un faro futbolístico. Alguien de otro nivel. Pero no. El que se capta los elogios es Ábila. A punto tal que, a los 26 años, el propio Boca le echó el ojo e irá a la carga por sus servicios.

Wanchope es un delantero de área. Perseverante hasta la obsesión. Tan mentalizado en la búsqueda del gol, que suele olvidar el contexto y cae reiteradamente en posición adelantada. Pero así como se muestra ansioso en este aspecto, en la zona de definición sabe tomarse el tiempo necesario.

Un buen ejemplo es el primer gol ante los sanjuaninos. Aguardó hasta escabullirse entre los marcadores (el hombre está agrandado) y tener la mejor posición de remate. Las características del ataque rápido no lo llevaron a confundirse y probar un desenlace apurado. También cabecea y se da maña para colocar el cuerpo (suele estar en desventaja ante los marcadores) en procura de su perfil favorable.

No es un derroche de talento. En eso están todos de acuerdo. Pero la suma de las partes, el aprovechamiento integral de cada mérito, hace una totalidad altamente efectiva. Humildad e inteligencia para suplir lo que natura ni la billetera otorgan. Esa parece la clave de este campeonato más que interesante.

Tanto para los equipos chicos que exprimen la capacidad de sus planteles con muy buenos resultados (miren, entre otros, a Defensa y Justicia) como para Wanchope Ábila, que corriendo de atrás se convirtió en protagonista estelar.