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La gallina exhausta

BUENOS AIRES -- La ausencia del autócrata Julio Grondona tiene consecuencias permanentes en la AFA. Todo lo que antes organizaba, para bien y para mal, una sola voz y una sola voluntad, hoy es sometido a discusión.

Suena más democrático. Y también más caótico. Falta experiencia, ejercicio del poder y, especialmente, una mirada estratégica que pueda pensar el fútbol como algo más que un negocio a explotar rápido, casi con desesperación.

El tema de moda es la Superliga. A tono con los tiempos políticos, los peces gordos quieren hacer rancho aparte y dejar de compartir lo que generan. O repartirlo de una manera que consideran más justa.

Esta posición postula una relativa independencia de la AFA, cuyas atribuciones se circunscribirían a la Selección y las categorías de ascenso.

Luego de algunas rispideces, al parecer algo semejante a un pacto se vislumbra. El sector Moyano (y las huestes del ascenso lideradas por su yerno Chiqui Tapia) se quedaría con la conducción institucional de la AFA.

De la liga top se ocuparía un representante de los grandes. Tinelli, el gran empresario moderno parido por el espectáculo y adoptado por el fútbol, es número puesto.

De la letra chica de los proyectos para mejorar el fútbol poco se conoce. Habrá, se supone, un torneo más razonable de acá a cuatro años gracias a descensos graduales.

Es un avance. También se barajan sanciones para aquellos clubes (casi todos) que tengan agujeros en sus asientos contables. Algo de improbable cumplimiento. De hecho ya existe en el estatuto vigente de la AFA y nadie se da por enterado.

Mientras el nivel de los campeonatos y la infraestructura de los clubes tienden a depreciarse, el eje de los debates es cómo se exprime mejor a la gallina de los supuestos huevos de oro.

Suena a esas clásicas operaciones en las que el carro se coloca delante del caballo. Habría que potenciar a los clubes, sus estadios, su capacidad de desarrollo deportivo y social.

Profesionalizar la gestión también quiere decir elaborar presupuestos racionales en los planteles profesionales, entre otras erogaciones. De lo contrario, no hay plata que alcance. Ningún genio del marketing y la comercialización agresiva cambiará el panorama.

El cisma en la AFA especula con un negocio mayor dentro de un fútbol menor. En ese esquema, quizá haya algunos pocos beneficiarios (los equipos grandes) que se llevarán más plata. Qué harían con ella por sus socios y su público es una incógnita.

Por lo pronto, la fiebre por arrancarle más dólares a la pelota le ha puesto fecha de vencimiento a la gratuidad del fútbol televisado.

Regresará la privatización y el acceso restringido a los partidos. El más popular de los deportes –razonan los dirigentes– no puede ser para todos.