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Entre el deseo y la necesidad

BUENOS AIRES -- River no se duerme en los laureles. La catástrofe de Boca puede alegrar a los hinchas pero no suma en el proyecto de Marcelo Gallardo.

El club está lanzado a ser el gran animador del mercado de pases, en su afán de reforzar al máximo un plantel de por sí bien dotado. Luego de Luciano Lollo, Enrique Bologna e Iván Rossi, subió la apuesta con el paraguayo Jorge Moreira y, sobre todo, con Marcelo Larrondo y una de las estrellas del momento, Arturo Mina, el defensor con aire de rastafari de Independiente del Valle.

Si bien en el balance le cierran los números (vendió por la misma cantidad que compró), los criterios de sus operaciones no parecen del todo claros. Por caso, la llegada de Larrondo, un contrato caro, se produce en la línea donde River parece más consolidado, con Alario y Mora.

Si se trata de tener alternativas de jerarquía, por qué no foguear jóvenes de la casa. Pero los últimos delanteros que surgieron del club como Simeone, Boyé y Driusi no fueron tomados en cuenta. Ahora, la apuesta más seria a la cantera apunta a Tomás Andrade, pichón de D’Alessandro que tal vez disponga en algún momento de una oportunidad duradera.

Por lo demás, River vuelve al ruedo con la billetera presta, aunque sus últimas compras no fueron del todo exitosas. Figuritas difíciles como Pity Martínez, Milton Casco y Nacho Fernández no respondieron con su rendimiento el buen nombre que los precedía, al menos hasta ahora.

Otros futbolistas de menor cartel tuvieron escasas oportunidades de mostrarse y, cuando les tocó, lo hicieron con moderada eficacia como Nico Bertolo y Tabaré Viudez. Al cabo de un semestre flojo y de una línea de juego que se fue diluyendo desde el comienzo de la gestión de Gallardo (aun cuando en el medio ganó una Copa Libertadores), River está obligado a recuperar solidez.

La política de pases no se lee como un intento enfocado a ese propósito. Por más que las decisiones se produzcan al cabo de un intercambio de opiniones autorizadas, entre ellas las de los dirigentes y el manager. Es decir que no hay improvisación.

Se entiende que las ventas y las compras no sólo responden a las necesidades futbolísticas. Se compra a veces para valorizar el escudo (como cuando las potencias se armaban durante la Guerra Fría) y, lógicamente, se transfieren jugadores por una elemental cuestión de caja.

Mantener un gigante como River es muy caro. Así es como, con escasísima experiencia en primera y el vaticinio de un porvenir luminoso, se fue, por ejemplo, Emanuel Mammana, joya de última generación que, como Matías Kranevitter, cursará el apogeo de su carrera en tierras lejanas.

Entre el deseo y la necesidad es difícil trazar una línea de coherencia. Aunque sabemos que esa es la idea de Gallardo. En los últimos tiempos, River no ha reforzado sus filas de manera exitosa. Sin embargo, se lanza una vez más al mercado en busca de promesas e ilusiones. Tal vez sólo sea una cuestión de insistencia.