<
>

Chile no tiene estratega

BUENOS AIRES -- Juan Antonio Pizzi ingresó en la selección chilena como ese marido que llega tarde a la noche, entra en puntas de pie en la habitación matrimonial, y trata de meterse con sigilo en la cama en la que duerme su esposa, intentando no llamar su atención para evitar despertarla. Casi todos sus movimientos fueron muy medidos. Pero cometió un error flagrante: no convocar a Jorge Valdivia para disputar la Copa América Centenario en Estados Unidos.

Prescindir de ‘El Mago’ suscitó la misma reacción en el equipo chileno que provocó ese marido al entrar en la cama y tocar las piernas de la mujer con sus pies helados. Primero, sobresalto. Luego, fastidio. Después, desdén.

Los pasos están claramente explicados en las reacciones de jugadores clave como Arturo Vidal y Gary Medel ante algunas situaciones puntuales del juego ante Argentina. ¿Estado de ánimo? Alterado.

Es cierto que Alexis Sánchez fue objeto de brusquedades y juego fuerte por parte de la defensa argentina. Algo esperable en un partido en el que hay tanto en juego, y en el que coexiste una rivalidad exacerbada también por lo ocurrido en la final de la última Copa América en Chile 2015. Pero, a no engañarse. King Arturo y Pitbull Medel perdieron los estribos y terminaron pechándose con quien fuera, jugador rival o árbitro, porque eran conscientes de que Chile no conseguía imponer su juego en la cancha.

La ausencia de un patrón, de un referente, fue demasiado lastre para un equipo que corrió lo indecible y entregó el alma pero anduvo escaso de ideas.

1- Marcelo Díaz no es un mediocentro organizador de juego. Su función es fijar la posición del equipo. Ordenar y recuperar la pelota. Pero no puede asumir la planificación ofensiva.

2- Charles Aránguiz es extraordinario como partenaire en el entramado ofensivo y puede tener un rol destacado a la hora de entregar el último pase a los delanteros. Situado atrás, su juego pierde sustancia. Incluso puede generar contradicciones peligrosas como sucedió en el primer gol de Argentina, cuando perdió el balón con Ever Banega y generó el contragolpe letal que rubricó Ángel Di María.

3- Arturo Vidal es muy importante para cualquier equipo, pero la selección chilena no es Bayern de Múnich. En el campeón alemán él puede y tiene libertad para deambular por cualquier sector de la cancha pues siempre está cubierto por la enorme jerarquía de sus compañeros. Chile le necesita brillando dentro de un orden que versus Argentina no existió. Intentó jugar de todo, pero acabó jugando de nada. Alejado de Díaz. Escorado. Para colmo de males terminó amonestado y con problemas físicos que dejan en entredicho su participación en el juego decisivo contra Bolivia.

4- Jorge Valdivia juega en el Al-Wahda de los Emiratos Árabes Unidos. Una liga menor, es cierto. Pero, ¿a Chile le sobran jugadores que tengan sus virtudes, experiencia, calidad para organizar al equipo con precisión, y planificar las maniobras de ataque con la menor cantidad posible de pases? La respuesta es clara. NO.

Hay un denominador común en la derrota. Pensar que el mejor jugador, el jugador ideal para revertir lo que acaba de ocurrir, es el que no estaba. Aquel con quien el entrenador de turno no contó para la ocasión.

Acaso ocurra en esta oportunidad también, cuando entramos a juzgar el modo en que afectó la ausencia de Valdivia al circuito de juego del vigente Campeón de América. Pero, al revisar lo ocurrido, teniendo en cuenta que, además, Chile tuvo mayor posesión que Argentina (42%-58%), se concluye en que La Roja desperdició una gran ocasión para superar a una albiceleste golpeada en su autoestima por la ausencia de Lionel Messi por lesión.

Buena parte de las 17 ocasiones en que remató Argentina (11 al arco de Claudio Bravo), tuvieron como punto de partida pérdidas de pelota originadas en la deficiente administración del juego. Esto, al margen de que Chile tuviera un 66,7% de eficacia en sus remates al arco de Sergio Romero: 6 entre los tres palos, de 9 intentos.

Lo que se discute es el orden, el cuidado de la pelota y la disposición del equipo cuando se ve obligado a jugar sin ella. Será verdad que la evolución del fútbol lleva a que los diéces clásicos se extingan, pero Chile debe aplazar su transformación. No puede darse el lujo de dejarse arrastrar por la corriente modernista. No, hasta tanto sepa jugar sin Jorge Valdivia. Hasta que se reconozca a sí mismo huérfano de líder, y se acostumbre a jugar sin estratega.