<
>

Un finalista lujoso

Argentina volvió a definir el partido muy rápido y luego se divirtió ante Estados Unidos AP

HOUSTON (Enviado especial) -- Habían pasado poco más de 120 segundos cuando Lionel Messi le dio una asistencia extraordinaria a Ezequiel Lavezzi y el delantero de PSG abrió el marcador de la semifinal de la Copa América Centenario. La gente todavía estaba acomodándose en las tribunas del estadio NRG de Houston cuando el partido ya estaba liquidado. Porque en este campeonato, la Selección Argentina sólo necesita convertir un gol para definir los partidos. Así de bien está el equipo.

Luego, hubo tiempo para un gol histórico no sólo por el nuevo récord superado, sino por lo impresionante de la definición. Messi anotó su segundo tiro libre de la Copa y superó a Gabriel Batistuta como máximo artillero de todos los tiempos con la celeste y blanca. El hecho es casi anecdótico al lado de la extraordinaria actuación del capitán. Porque Argentina jugó su mejor partido en el campeonato y llega a la final como un gigante despierto.

El conjunto de Martino exhibió varias virtudes en estos cinco encuentros: adaptación a las circunstancias de cada juego, posesión efectiva, contundencia y hasta tuvo tiempo de varios lujos. Sin embargo, el principal argumento para haber alcanzado la tercera final en tres años es que supo liquidar los partidos muy rápido. Salvo contra Chile, abrió el marcador en los primeros 15 minutos y nunca puso en riesgo las victorias.

La exhibición contra Estados Unidos es muy fácil de analizar. El gol tempranero sirvió para tranquilizar a un equipo que ya se sabe superior a casi todos y luego fue cuestión de disfrutar. Messi fue la figura porque lideró cada ataque y también porque, como lo viene haciendo desde el choque contra Panamá en Chicago, se divirtió. Algo tan simple es lo que hace la diferencia.

Más de setenta mil personas colmaron el imponente estadio NRG de Houston con la secreta esperanza de ver ganar a su Selección. Ese desenlace no pudo haber estado más lejos, pero a cambio se fueron con los ojos llenos de fútbol. Algunos es posible que no se hayan dado cuenta, pero en el futuro podrán presumir de haber estado presentes el día del gol de Messi en las semis de la Copa América Centenario.

El día no pudo ser perfecto. A los quince minutos del segundo tiempo, Augusto Fernández sintió una molestia y debió ser sustituido por Lucas Biglia. El mediocampista de Atlético jugó su mejor partido en el torneo y le dio la razón a Martino, que se decidió por él para darle más libertad a Messi y no dejar demasiados espacios en ataque. Este posicionamiento fue uno de los que hizo posible la paliza táctica del Tata sobre Jürgen Klinsmann.

Pocos minutos después llegó el susto mayor. Ezequiel Lavezzi, otra de las grandes figuras de la noche, se cayó detrás de uno de los carteles de publicidad y sufrió un golpe en el brazo. Durante unos instantes el pavor se apoderó de todos en el plantel argentino, pero enseguida el Pocho se levantó y trajo tranquilidad. Como en todos los cotejos anteriores, hizo su ingreso Erik Lamela, quien volvió a entrar con buen pie.

Un gol rápido y a controlar todo. Eso hizo Argentina en este partido y en todos los anteriores. Con lujos de Messi y goles, el equipo alcanzó su tercera final en tres años. En ninguno de los otros dos torneos llegó tan bien al partido definitorio. Nueva York podría ser el lugar donde este grupo de jugadores consiga lo que vino a buscar y merece.