Fútbol Americano
Damián Didonato 8y

Por la puerta grande

HOUSTON (Enviado especial) -- No hay mejor forma de llegar a una final que la de Argentina en esta Copa América Centenario. Más allá de los cuatro goles y la exhibición futbolística en la semi frente a Estados Unidos, el equipo tiene una confianza gigantesca y en ella se apoya su juego. Esta Selección se siente superior porque sabe que es capaz de todo. Y está a noventa minutos de demostrarlo.

Gran nivel colectivo y puntos individuales altísimos. El partido ante el combinado local fue el mejor, no sólo de esta Copa, sino de los últimos años. Todo salió a la perfección. Desde el gol en el comienzo hasta ese cierre a toda orquesta. La celeste y blanca dejó en ridículo a un rival que llegaba con altas expectativas. El único punto a lamentar son las lesiones de Augusto Fernández y Ezequiel Lavezzi.

Lionel Messi volvió a brillar, como lo viene haciendo desde el comienzo de este campeonato. El Diez superó el récord de Gabriel Batistuta y se convirtió en el máximo goleador histórico del Seleccionado nacional. Lo hizo como corresponde: con un espectacular tiro libre. Además, dio dos asistencias y ya suma 35 en partidos internacionales. Los números son muy lindos y es fácil caer en su tiranía, pero el aporte de Messi es superior a cualquier juego aritmético.

El capitán argentino tiene una capacidad con la que pocos hombres cuentan: genera la impresión de que verlo jugar es un privilegio tan grande como su talento. Ni siquiera quienes tienen la suerte de verlo de manera cotidiana se acostumbran a su genialidad. Todos saben que están presenciando algo único, que no se repetirá. Por eso, este gol tiene tanta trascendencia. No sólo es importante para la Selección Argentina, sino que quedará en la historia del fútbol mundial. Más de setenta mil personas fueron testigos en un estadio techado y con aire acondicionado.

Como ya se dijo en este espacio, da la impresión de que por primera vez en su vida, Messi disfruta en serio jugando en la Selección. Vino a Estados Unidos a divertirse y volvió a dejarlo claro en la semifinal contra los locales. Otra vez regaló lujos y sonrisas. Una jugada sirve para ejemplificar esto: lateral a favor y el capitán, en lugar de bajarla y tocar, le pega como viene de taco. La pelota no sólo le llega a un compañero, sino que pasa entre las piernas de un rival. Como esa, hubo decenas.

Es fácil dejarse llevar por las acciones del genio, pero la tarea colectiva fue extraordinaria. Argentina dejó en ridículo a un conjunto que tenía serias ambiciones, como lo había declarado el entrenador Jürgen Klinsmann. Estados Unidos quedó reducido a un Seleccionado de tercer nivel, sin ninguna posibilidad de hacerle frente al mejor del Ránking FIFA. Esa diferencia categórica quedó clara desde el primer minuto de juego y se terminó de confirmar después del gol. Una estadística explica mejor esto: el cuadro local no pateó nunca al arco de Romero. Ni una vez.

Argentina volvió a jugar con un esquema flexible, algo que a esta altura es la marca registrada de Gerardo Martino en la Copa. Hasta el momento, el DT rosarino acertó en cada una de sus decisiones y es uno de los grandes ganadores del torneo, pase lo que pase en la final. Augusto Fernández jugó su mejor partido y fue rueda de auxilio en la contención y también salida clara para atacar. Le cuidó la espalda a Messi cuando se soltó y se sumó a la ofensiva cada vez que pudo. Su presencia en el mediocampo fue clave para la idea táctica del Tata.

Por momentos, el equipo fue 4-2-3-1 y por otros fue 4-3-3. Ever Banega, la figura del encuentro más allá de Messi, se movió por izquierda pero también muchas veces estuvo cerca de Javier Mascherano y hasta supo retroceder para recibir la pelota de los centrales. Hay un dato que describe su actuación: tuvo casi un cien por ciento de eficacia en los pases, ya que erró sólo dos de 104. Números de otro planeta para el mejor futbolista terrestre de la Selección.

En ese mediocampo estuvo la clave de la gran actuación del equipo. Además, debe sumarse el gran desempeño de Ezequiel Lavezzi, quien volvió a demostrar que nació para jugar en el Seleccionado. Una vez más, cumplió a la perfección y, con un gol y una asistencia, se despidió de la Copa a lo grande. Su lesión en el brazo preocupó a todos y lo marginó de la final. Así, le abre la puerta al regreso de Angel Di María.

Higuaín participó menos del juego que en otros partidos pero convirtió dos goles y mantuvo el arco abierto, algo fundamental en la previa de una final. El centrodelantero de Napoli es uno de los que más necesita tomarse revancha después de las últimas dos definiciones en las que tuvo ocasiones pero no pudo anotar. Sin dudas, el Pipa ya está deseando salir a la cancha del estadio MetLife de Nueva Jersey.

Otro punto para destacar es el estadio físico del plantel. Con 48 horas de descanso menos que el adversario y tras entrenar sólo unos minutos el día anterior en Houston, el equipo pasó por arriba a EEUU hasta el último minuto. Está claro que la potencia física tiene tanto que ver con el cuerpo como con el espíritu. Los futbolistas corren mucho porque saben que están jugando bien. Así de fácil es.

En los cinco encuentros del certamen, la Selección nacional convirtió 18 goles y recibió sólo dos. Además, tiene un promedio de posesión de más del sesenta por ciento y, lo más importante, cuando tiene la pelota, sabe qué hacer con ella. Martino demostró que aprendió de los errores y hoy dirige a un equipo maduro, confiado y lo suficientemente inteligente como para entender cuándo presionar y dónde hacerlo. Argentina llega a su tercera final en dos años mejor que nunca.

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