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Es hora de que José Pekerman y Colombia redescubran su identidad

Puede que la llegada de una tormenta eléctrica haya hecho cortocircuito en algunos cerebros de la defensa colombiana, ya que el equipo de José Pekerman tuvo un comienzo inexplicablemente desastroso en su semifinal contra Chile.

El primer gol llegó tras el primer ataque chileno. El uso de los laterales siempre es un arma potente para este equipo de Chile, pero durante algunos minutos cruciales el lateral izquierdo de Colombia Frank Fabra no fue capaz de encontrar a José Pedro Fuenzalida -- ni con brújula, mapa y una aplicación de GPS.

Fuenzalida tuvo el espacio necesario para enviar un centro al segundo palo. Bajo la presión de Alexis Sánchez, Juan Cuadrado despejó mal frente al arco y Charles Aranguiz terminó convirtiendo de cerca -- con muchísimo espacio, ya que Jeison Murillo, quien inicialmente había corrido hacia atrás para marcar, se detuvo y dejó que Aranguiz pudiera correr con libertad.

El segundo gol fue al mejor estilo amateur. Colombia estableció una defensa de cuatro, junto con dos mediocampistas defensivos, y sin embargo una patada del portero chileno dejó al delantero contrario más peligroso, Alexis Sánchez, mano a mano contra el lateral derecho colombiano Santiago Arias al borde del área de penal. No hubo cobertura defensiva.

Cristian Zapata, defensor central, no se acercó a ayudar y se quedó parado inútilmente atrás en lugar de hacer un intento de crear un dos contra uno. En otras palabras, nueve colombianos quedaron fuera de juego con un simple despeje.

Arias nunca pareció sentirse seguro, Sánchez cortó por dentro para disparar contra el palo y Fuenzalida --quien había vuelto a escaparse de la atención de Fabra-- simplemente tocó y metió en el arco sin custodia.

La defensa de los colombianos fue ridícula. Chile, por su parte, siguió su propio guión al pie de la letra. Dos de sus figuras destacadas estuvieron presentes en el primer gol: una triangulación rápida y un pase largo al espacio abierto, y luego muchos hombres en el área en el intento de forzar su ventaja. Así es como juegan. Pero la pregunta es, ¿cómo juega Colombia?

Pekerman confesó después del opaco empate 0-0 en cuartos de final contra Perú que su equipo no estaba contento con la obligación de tomar la iniciativa en el juego. Su escenario de ensueño se había hecho realidad en el primer partido contra los Estados Unidos: lograr la ventaja temprano y luego recostarse atrás y buscar por la vía del contraataque.

En su larga carrera, Pekerman por lo general se ha identificado con los equipos basados ​​en la posesión. Cuando dirigió a la Argentina, él fue el mentor, desde las inferiores hasta el nivel superior, de Juan Román Riquelme y sus pacientes jugadas con la pelota al pie. Pero desde el Mundial 2014, cuando Colombia alcanzó los cuartos de final por primera vez, al conjunto colombiano le ha resultado difícil encontrar su identidad.

No han tenido a su disposición mediocampistas centrales con un juego completo. Han echado de menos a Abel Aguilar, cuya carrera se ha visto muy afectada por las lesiones. Con bajo perfil, Aguilar le daba mucha cohesión al equipo.

Sin un reemplazante adecuado, Pekerman parece haberse conformado con un plan de juego basado en el contraataque, estrategia que fue introducida por primera vez el pasado mes de noviembre en una eliminatoria visitante contra Chile. Pero ese es un tipo de juego que presupone una solidez defensiva que Colombia fue completamente incapaz de alcanzar en los primeros 15 minutos de esta semifinal.

El Soldier Field de Chicago fue la sede de un gran combate de boxeo en 1924, cuando Gene Tunney se levantó de la lona para vencer a Jack Dempsey, quien se quejó de que el árbitro le había dado a Tunney demasiado tiempo para recuperarse. Fue la famosa "Noche de la cuenta larga".

Ahora, 92 años más tarde, la misma sede fue testigo de la "Noche del eterno entretiempo" -- dos horas y media en total mientras se aclaraba la tormenta. En lugar de los habituales pocos minutos frenéticos, Colombia tuvo tiempo de sobra para reflexionar y decidir una estrategia para remontar el partido.

Pekerman retiró al decepcionante Edwin Cardona y optó por el prometedor Marlos Moreno abierto por la izquierda, con la intención de agrandar el terreno de juego y poder atacar por los dos costados.

El segundo tiempo se sintió más como un partido de vuelta, un juego diferente, en el que Chile defendió la ventaja que había construido horas antes.

Pero los planes de Colombia pronto se agriaron con la expulsión de Carlos Sánchez. Su segunda tarjeta amarilla pareció muy dura --el árbitro Joel Aguilar de El Salvador no inspiró mucha confianza en toda la noche-- pero fue producto del problema central de Colombia. Sánchez es un marcador muy competente. Hizo un trabajo excelente sobre Neymar en la Copa del año pasado, y sacó lo mejor de Lionel Messi en un duelo con Argentina en el torneo anterior, en 2011.

Pero ahora le pedían que avanzara y conectara el ataque -- tareas para las cuales no tiene un auténtico don natural. Reemplazó el entusiasmo con aptitud, y terminó cometiendo una falta innecesaria, con resultados costosos.

Con 10 hombres, era difícil encontrar un lugar por el que Colombia pudiera atacar. Lo cierto es que el equipo, y el capitán James Rodríguez, habían estado demasiado tensos desde el principio, jugando con la desesperación de hombres que, 2-0 abajo, luchaban por encontrar una fórmula mágica para marcar dos goles al mismo tiempo.

Al final, Rodríguez y Colombia se convirtieron en la petulancia personificada. La derrota completó un torneo que empezó muy bien, pero que se descarriló de manera muy decepcionante para José Pekerman y compañía. Tienen decisiones muy importantes por tomar con respecto a la identidad del equipo y la dirección que quieren seguir -- el próximo torneo olímpico será una oportunidad para que la nueva generación demuestre que está lista para convertir la promesa en realidad.

Tim es un periodista inglés basado en Brasil desde hace más de 20 años. Es el corresponsal fútbol sudamericano para el sitio Web de BBC Sport.