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Déjà vu en Venezuela

El volante millonario abrió el marcador con un golazo de tiro libre AP

BUENOS AIRES -- Es difícil objetar un 4-0, sobre todo cuando se obtiene en calidad de visitante y en el arranque de la Copa Libertadores.

River, por cierto, tiene razones para celebrar su excursión a Venezuela, donde terminó ganando con una comodidad que acaso no esperaba. Pero, si el hincha acude a la sinceridad, reconocerá que el partido se destrabó recién con el 1-0 de Pisculichi, golazo de tiro libre. Y que hasta entonces las cosas eran de una paridad preocupante.

El exquisito zurdazo del armador de River llegó a los diez minutos del segundo tiempo. Y luego el partido fue un paseo para el equipo de Gallardo. Claro que hasta allí, el débil Trujillanos, que apostó todo al esfuerzo físico de presión y salida rápida, muchas veces en desorden, le impidió jugar.

¿Cómo llegó la recuperación de River, el rescate de un encuentro que pintaba difícil? Merced a la pegada de Pisculichi. Nada más. Entre sus muchas flaquezas, el club venezolano cuenta con un arquero atormentado por las dudas y amigo de dar rebotes. Siempre. Y bastó que Pisculichi se decidiera a enfocar el arco para que el partido se acabara.

En la primera oportunidad, colgó el tiro libre del ángulo. Poco después, reclamó la complicidad del uno adversario, también con pelota quieta, desde muy lejos. Leandro Díaz, que así se llama el portero en cuestión, se la dejó en bandeja a Lucho González para el 2-0 y ahí se acabó todo.

El número de la goleada no da cuenta de las dificultades que tuvo River para armar juego (es cierto que no presentó su mejor versión, con todos los titulares).

Además se instaló un déjà vu. Esa dependencia de la zurda de Pisculichi se pareció mucho al River que, luego de un comienzo arrollador de la era Gallardo, cayó en una alarmante falta de ideas, que trató de mitigar con el abuso de la pelota parada.

En Venezuela, los síntomas fueron idénticos. A falta de juego asociado (que el rival, aun rudimentario, impedía con eficacia), todo quedó en manos de Pisculichi. De sus centros en los tiros libres, que nunca prosperaron. Si un equipo tiene un ejecutor como el ex futbolista de Argentinos Juniors, debe aprovecharlo. Sobre todo en las cercanías del área.

Pero se equivoca (se equivocó River durante mucho tiempo en 2015) si subordina su táctica a esa pegada. Con la alegría de un debut tan auspicioso es difícil reparar en errores. Pero, extinguidos los ecos del festejo, Gallardo debería advertir que se repitieron antiguas limitaciones.

La llegada de Iván Alonso, un jugador solidario, inteligente y de buen cabezazo, aporta al horizonte ofensivo. Pero sus goles aparecieron con el partido liquidado.

Un partido que River, frente a un rival flojo, sólo consiguió abrir de tiro libre y gracias a Pisculichi. Como en otros tiempos. Cuando no le sobraba nada.