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Teorías incumplidas

BUENOS AIRES -- San Lorenzo trata de corroborar en la práctica la prédica de fútbol netamente ofensivo que se ha instalado desde la llegada de Pablo Guede.

Pero hasta aquí, la voluntad ha superado a los hechos y los deseos a las acciones. El equipo sigue anudado en la indefinición. Y el empate en Porto Alegre es un buen ejemplo.

Al margen del resultado, cuya conveniencia o no se verificará el martes próximo, cuando jueguen la revancha en Buenos Aires, San Lorenzo demostró su intención de juego asociado, de apego a la posesión como herramienta fundamental de un equipo con pretensiones, pero en campo rival tuvo escasa contundencia. Incluso más: escasa presencia.

Que planteó el partido de igual a igual, sin temores por el escenario ni por la prosapia futbolística que uno asocia con Brasil, es un hecho que quizá no merece un reconocimiento especial.

Hace rato que el aura de cuco de los clubes y las canchas brasileñas se ha diluido. En parte por el retroceso de los locales, ahora cualquiera se anima en lo que antes era tierra indómita, una excursión a la derrota.

San Lorenzo entonces se dispuso a dominar el partido merced a la administración rigurosa de la pelota.

Mientras tuvo nafta, superó a Gremio, pero sus trabajosas aventuras ofensivas rara vez funcionaron. De hecho, el gol provino de una pelota parada. Centro y cabezazo.

Cerutti, un delantero veloz y habilidoso, retrocedía demasiado para colaborar en el fortalecimiento de la mitad de la cancha, donde hubo recuperación y toque.

Pero poco vimos del Cerutti que apuesta al duelo personal y perfora la defensa por la banda derecha.

Probablemente, el perfil de juego de San Lorenzo (de local y de visitante) se debe a que su centro de gravedad es Ortigoza.

Aunque en Brasil fue impreciso por demás, se sabe que el volante central –que suele recostarse sobre la izquierda– es un eximio pasador. Y a él acuden sus compañeros cuando levantan la vista.

Allí reside el armado. Prolijo y certero la mayoría de las veces. Pero Ortigoza no cruza jamás la línea de la pelota. Y en los últimos metros no tiene relevo. No hay otro organizador (debería ser Beluschi) o una sociedad confiable para aplicar el cambio de ritmo y la penetración.

Tanto Belluschi como Mussis y Blanco –gente de buen pie– priorizaron la robustez de la mitad de la cancha.

Si Cerutti, como se dijo, también se arremangaba para dar una mano, los últimos metros quedaban deshabitados (tampoco se insinuaron alternativas de media distancia ni emprendimientos personales basados en la gambeta).

Y así seguirá sucediendo, a menos que el equipo se desdoble a velocidad supersónica. Por el momento no ocurre, aunque tal vez sea la ambición de Guede.

Que los mismos que presionan en la salida ajena, elaboren la réplica. Entonces sí habría más personal asignado a la tarea.

El proyecto de San Lorenzo, ofensivo en los papeles, sólo llegó hasta la mitad de la cancha. Pero el técnico insiste en que se trata de un equipo “en desarrollo”. Así que habrá que esperar.