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El enigma San Lorenzo

BUENOS AIRES -- Al cabo de la derrota en México (ante Toluca), el entrenador Pablo Guede se mostró conmovido por la actuación de sus dirigidos: “Los felicité porque creo que hicieron un gran partido en todos los aspectos. Dejaron todo.”

Si no fuera por el ceño fruncido, las palabras permitían inferir un triunfo heroico. Pero no.

Ya se dijo que aludir a que un equipo “dejó todo” es siempre una frase vacía. Un bálsamo inútil. Sólo merecería mención aquella formación que ahorró energía y jugó a la retranca. La norma es exigirse al máximo.

Por lo demás, “dejar todo” debería implicar todas las habilidades, todo el repertorio de jugadas de ataque y defensa...En fin, toda la potencialidad de un equipo con un plantel de jerarquía como San Lorenzo.

Derramar hasta la última gota de sudor (algo que, insisto, hace cualquier equipo cada domingo) no conduce necesariamente a una actuación elogiable. Se puede correr mucho y mal, y además no jugar.

En lugar de encomiar la actitud moral de sus dirigidos, un entrenador apegado a la táctica debería dar mayores precisiones sobre una actuación que dejó a San Lorenzo fuera de la Libertadores.

¿O debemos tomar tal desenlace como una buena noticia sólo porque los futbolistas se esforzaron a tope, es decir cumplieron con lo básico de un atleta profesional?

En la misma vaguedad incurre el entrenador cuando dice que todo el mundo sabe a qué juega San Lorenzo. Guede sugiere que, bajo su mando, el equipo tiene una identidad aunque se priva decirnos cuál es.

Se supone, por antecedentes, por la fama del DT, que se trata de un modelo ofensivo. Por lo tanto, San Lorenzo le disputaría el protagonismo a cualquiera en cualquier parte.

Ojalá estuviera tan claro. Hay un San Lorenzo arrebatado, de actitud ofensiva persistente (aunque no se refleje siempre en la red) asociado al torneo local.

En la Libertadores fue otro cantar. Ante Gremio, por caso, se aferró al riesgoso 1 a 0 conseguido con un penal, y le dio la pelota y el campo al adversario aunque estaba en su propia cancha, que como de costumbre albergaba a una multitud. El castigo fue el gol de los brasileños en el último minuto.

La mirada expectante de la segunda etapa la reconoció el propio Angeleri como un planteo deliberado y no una consecuencia del empuje del adversario.

Ante Toluca (el segundo choque) hubo tres delanteros (Cerutti, Blandi y Cauteruccio), sin embargo el ataque fue débil. San Lorenzo jugó muy lejos de ese terceto y, desbordado por el equipo mexicano, se conformó con alguna réplica esporádica.

En la única llegada acertó Blandi, luego de una muy poco ortodoxa combinación de cabezazos (nada más alejado de la elaboración) terminada en un remate de Belluschi.

Otra vez se abrazó a un botín exiguo y otra vez lo cocinaron sobre el final. Se repitió la resolución, pero también la conducta resignada de San Lorenzo. Una conducta que no parece coincidir con el aura que tiene su entrenador.