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S.A. (súper agradecido)

La imagen de Mandela, sinónimo de Sudáfrica AP

BUENOS AIRES -- No sé por dónde empezar. No me salen las palabras. Es duro el momento de encontrarse con la hoja en blanco, como dice Carlos Bianchi en su rol de columnista. Sobre todo en este momento.

Pasamos 40 días inolvidables en Sudáfrica, aunque recién ahora, de regreso en casa, tomaremos real dimensión de lo vivido. Nuestro primer Mundial, el sueño del pibe, pese a no haber vuelto "con la Copa".

En el aeropuerto de Ezeiza no nos esperaron 20 mil personas como a la Selección, pero estaban los que tenían que estar. Son ellos, los seres queridos, los que quizás con un poco de exageración por razones afectivas, nos marcan la pauta de lo que nos pasó en el último mes y algunos días.

Sudáfrica nos recibió con los brazos abiertos, también feliz y orgullosa de organizar la primera Copa del Mundo en el continente. Un trato más que servicial. Siempre alguien dispuesto a darte una mano. No se cumplieron las amenazas terroristas y salvo hechos aislados, no fue grande la cantidad de delitos. La Copa se desarrolló en paz.

Sí hubo obstáculos como deficiencias en algunos servicios, desorganizaciones propias de la inexperiencia o poco control en cuanto a seguridad. También sobreprecios, siempre presentes sea donde fuera el Mundial. Imposible evitarlos.

Al principio nos costó acomodarnos, hasta que encontramos la mecánica para aceitar los movimientos. En eso ayudó la interacción con otras plataformas de ESPN, con las que se formó un equipo. Gracias a ellos, crece la criatura de la web.

Las jornadas fueron largas y el trabajo intenso. Pocas horas de sueño, distancias lejanas a la hora de moverse y la comida rápida que por un tiempo esperamos no volver a ver. Pequeñas cosas que no pueden empañar la estadía. Quejarse sería una falta de respeto.

Poder ver entrenar a los jugadores, aunque fueran esos 15 míseros minutos, asistir a los partidos de las estrellas que uno sólo miraba por televisión. Ni hablar de presenciar la ceremonia inaugural y de clausura, y hasta el concierto previo desde abajo del escenario como si fuéramos fotógrafos, pero con nuestras humildes camaritas. Un verdadero lujo.

Durante el Mundial ya hablamos de la consagración de España y del pulpo Paul, de la polémica Jabulani y hasta de las simpáticas/molestas (cada uno elige) vuvuzelas, a las cuales nuestros oídos se terminaron por acostumbrar. Y en este Diario de una pasión intentamos contar historias que giraban alrededor del fútbol en sí mismo.

Como había escrito en aquella carta de despedida que debió archivarse, esta es una gran experiencia personal que cobra sentido si al menos uno de ustedes está del otro lado. Para elogiar, para disentir, para opinar, para cuestionar, para debatir. A los que se tomaron el tiempo, ya sea en los comentarios de acá abajo, Facebook o Twitter, va un agradecimiento. A los que no les gustó, o no entendieron el objetivo del Blog, por suerte un click les solucionó las cosas.

Nos quedamos con la emoción de los sudafricanos al recibir a sus ídolos del fútbol. Porque pese a que puedan mantenerse algunas diferencias, se unieron en pos de un objetivo. Por la hospitalidad que mostraron y sus esfuerzos por hacernos sentir como en casa. Realmente lo lograron.

Un amigo me recordó que "el final es en donde partí". Por un lado tiene razón. Salimos de Ezeiza y acá estamos de vuelta. Pero en este caso, a la frase de La Renga le falta una aclaración: nos fuimos a este viaje de una forma y volvemos distintos. Sumamos una experiencia que sin dudas nos ayudará a crecer.