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Así no alcanza para ser campeón

Arjen Robben frente a Carles Puyol; el holandés tuvo dos chances de cambiar la historia EFE

JOHANNESBURGO (enviado especial) -- De tan bien que le salió el plan a Holanda, le terminó saliendo mal. Es lo que se llama una victoria pírrica: logró el objetivo que se había planteado, pero no le sirvió de nada. Y si no, remitámonos al resultado: el 1-0 final el domingo a la noche en Soccer City consagró a España campeón del mundo y dejó a la selección naranja, por tercera vez en una final, con las manos vacías.

Para pasar en limpio: durante gran parte de los 120 minutos que duró la final del Mundial 2010, Holanda logró lo que se había propuesto, que era cortar los circuitos creativos de España. Pero tanto empeño en conseguirlo terminó teniendo como consecuencia que se transformara en un equipo tibio en ataque, con pocas ideas (y menos chances) de crear peligro en el arco ajeno.

Para no entrar en debates estériles sobre quién mereció quedarse con la Copa del Mundo, vayamos directo a las palabras de los protagonistas. Y de los que más que importan en este caso, es decir, de los de Holanda.

"Así es el deporte y es amargo, pero ha ganado el mejor", dijo Bert Van Marwijk, el DT holandés, en la conferencia de prensa posterior al partido. Y aclaremos también que no culpó al árbitro, más allá de mencionar un par de fallos dudosos.

"España tiene el equipo más fuerte del mundo", dijo nada menos que Wesley Sneijder. Su compañero Giovanni van Bronckhorst felicitó a España, y siguen las firmas.

Entonces, ahora que este punto quedó claro (la justicia del triunfo español), vale la pena decir que esta historia podría contarse de otra manera si Arjen Robben hubiera estado apenitas más preciso.

Las dos oportunidades más claras que tuvo Holanda pasaron por sus pies, y en ambas perdió ante Iker Casillas. En una remató y su ex compañero en el Real Madrid desvió casi milagrosamente con los pies. En la segunda quiso cambiar el libreto e intentó esquivarlo, pero el arquero se arrojó a sus pies y le quitó el balón.

El problema es que eso fue Holanda en ataque, y no mucho más. Hubo un par de remates de Robben de afuera, de esos con su sello, tras sucesivos enganches de afuera hacia adentro. Y una ocasión que desperdició Mathijsen, quien se encontró en una situación inesperada, solo en el área tras un corner, y erró su remate.

Hasta el habitualmente activo Wesley Sneijder estuvo muy intermitente, aunque dejó su sello metiendo un pase magnífico para una de esas corridas de Robben. Pero claro, Holanda cerraba los caminos de España, pero no necesariamente tenía la pelota. Y cuando la tenía, la volvía a perder muy rápido, por la presión del rival o porque le faltaba precisión.

Y fíjense que, de todos los jugadores que podían aportarle algo a Holanda en ataque, solamente nombramos a dos. Pasemos a los demás para ver por qué Holanda no fue, ni por asomo, ese equipo vertical y punzante de partidos pasados.

Mientras que Robben al menos intentaba por derecha, por izquierda Dirk Kuyt se dedicaba más a marcar que a generar. Tuvo que preocuparse una y otra vez por las subidas de Sergio Ramos, y cuando tuvo la pelota, el resultado fue casi siempre el mismo: la perdió intentando la individual o entregándola a un rival.

En el centro del ataque, Robin van Persie tuvo menos gravitación que en partidos anteriores, lo cual es lo mismo que decir que su participación fue nula. En este esquema de 4-2-3-1 que se ha puesto tan de moda (pero es tranquilamente motivo de otra nota), Van Persie no parece ser el hombre indicado para ser ese "1", ya que no tiene la presencia física necesaria ni es un nueve neto de área.

Ni siquiera los cambios lograron torcer el rumbo: ni Eijero Elia, que mucho había prometido en la fase de grupos, ni Rafael van der Vaart, que pasó desapercibido, consiguieron darle a Holanda la dinámica de ataque que tanto necesitaba.

De ahí para atrás, la nada. O el todo, según como se lo mire. Porque los dos volantes centrales, Mark van Bommel y Nigel de Jong, más los cuatro de atrás, no suman a la hora de ir para adelante, pero sí fueron responsables de anular, o al menos de poner en peligro, el plan de juego de España.

En el fondo, Holanda cumplió con su cometido: en base a presión y a un juego físico agresivo, por momentos en el límite de las reglas (y en muchos momentos cruzando ese límite claramente), le quitó a España la continuidad que necesita ese fútbol de toque y posesión para, en algún momento, encontrar por dónde está haciendo agua el rival.

Ni siquiera hace falta discutir si la rudeza de las infracciones holandesas era parte de un plan preestablecido o simplemente la manera en que se dio un partido en el que había mucho en juego. Y en el que los españoles también pusieron pierna fuerte cuando la situación lo ameritó.

"No es algo bueno ver tantas faltas en una final, no es nuestro estilo, pero en una final se juega a ganar. Me hubiera gustado mucho ganar jugando un fútbol no tan hermoso", fue otra de las frases que dejó van Marwijk.

Otra vez, le damos a Holanda el beneficio de la duda y creemos que hasta la patada criminal que le aplicó De Jong a Xabi Alonso en el pecho fue producto de una circunstancia de juego (aunque, obviamente, merecía la tarjeta roja). Pero volvemos a lo mismo como para terminar de dejarlo claro y cerrar nuestro análisis: tanto se creyó Holanda ese papel de la dureza en la marca y la obsesión por quitarle la pelota a España, a cualquier precio, que se olvidó de su esencia.

Y esa esencia es, ni más ni menos, la que necesitaba para ganar el partido. Acordarse de que a la pelota hay que tratarla con cariño para que vuelva, de que enfrente hay un arco al que hay que apuntar no sólo a través de Robben y de que, en general, quien mejor juega, más gana.

Holanda se olvidó de todo eso. Prefirió convertirse en un negativo (nunca mejor la palabra) de aquellos equipos que también se quedaron en el umbral, pero que al menos hicieron historia por su manera de jugar. Y así, no hay dudas, no alcanza para ser campeón.