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El Clásico de Lionel Messi

BUENOS AIRES -- Lionel Messi daba tiempo de vida por participar aunque fuera un rato de la fiesta organizada por sus compañeros sobre el césped del Santiago Bernabéu. Se le notaban las ganas de jugar, aunque siempre primó la cautela. Era fundamental que tanto él como el cuerpo técnico actuaran con precaución y sensatez para evitar males mayores tras una lesión más que seria en el ligamento colateral interno de la rodilla izquierda.

Hace 56 días salvó de milagro la salud del ligamento cruzado de esa articulación en un encuentro contra la Unión Deportiva Las Palmas. Este sábado se trataba de que Leo pudiera reencontrarse con buenas sensaciones después de entrenar apenas una semana de manera exigente junto a sus compañeros. Todo salió a pedir de boca. Ubicado detrás de Neymar y Luis Suárez, repartió juego tras reemplazar a Ivan Rakitic y le faltó muy poco para alimentar su histórico registro particular frente al Real Madrid en el combo goles+asistencias.

Messi combinó con Neymar en el minuto 66’, quien le dio un gran pase de tacón como cuando habilitó a Iniesta para fusilar el 0-3, aunque su remate posterior salió desviado al córner tras dar en el defensa madridista Raphael Varane. Lanzó también una falta directa que se estampó en la barrera. En e minuto 71’ recuperó el balón tras una mala salida del Real Madrid, asistió a Luis Suárez y Sergio Ramos salvó el gol en la línea. Pero lo mejor fue su arranque en la jugada que dio a luz al 0-4 obra del propio Luis Suárez tres minutos después, en el minuto 74’. Condujo en corto la pelota, se la cedió a Jordi Alba, una de las claves del triunfo táctico de FC Barcelona sobre Real Madrid, y este la filtró para que el uruguayo entrara en el área y picara su remate por sobre la salida del arquero Keylor Navas.

El capitán de la selección argentina resolvió en pocos toques cada contacto con la pelota. Se mostró práctico, inteligente, y evitó entreveros en la zona caliente. El eje de la zaga madridista, desde donde Sergio Ramos limó las piernas rivales como suele hacer cuando se encuentra con arbitrajes que permiten más brusquedades de las tolerables.

La entrada de Messi estaba destinada a hacer justicia con la forma en que Leo se empleó a fondo en su rehabilitación para llegar a este partido. Premio a su tesón y estímulo para su ilusión. La idea era que le pusiera la guinda al resultado con alguna genialidad marca registrada. Pero también hubo gente que interpretó su entrada en el escenario como un riesgo alto teniendo en cuenta que la impotencia de algunos jugadores madridistas hizo que se emplearan con extrema dureza, como en el caso del internacional Isco, quien fue expulsado tras ver la tarjeta roja directa después de pegarle un patadón en la rodilla a Neymar.

Aún bajo esa amenaza, los 35 minutos de que dispuso el 10 fueron más que interesantes teniendo en cuenta que no está ni cerca del cien por ciento de su capacidad física por una cuestión lógica. Demasiado tiempo de inactividad merma a cualquier jugador. Teniendo en cuenta sus características y su fútbol de explosión en espacios reducidos, la consiguiente inactividad traía aparejado que debiera modificar su comportamiento natural en la cancha. Con todo, el enorme desconcierto general del Real Madrid jugó a favor de su inteligencia cada vez que se dispuso a encontrar espacios para recibir el balón en libertad, como también benefició a un FC Barcelona que por momentos pareció caminar la cancha. Al Barça le supo de maravilla poder conseguir semejante triunfo sin tener que depender exclusivamente de su rey de oros. La forma en que hizo suyo el partido y se acabó imponiendo, habla bien del equipo y le quita condicionamiento al propio Lionel Messi, sobre quien ya había puesta bastante presión de parte del entorno para que apurase al máximo su regreso. Si bien su vuelta se produjo entre algodones, resultó casi perfecta. Reflejo de una buena gestión interna, muy diferente de la que guiaba al equipo azulgrana hace exactamente un año, cuando Luis Enrique era arduamente cuestionado.

En el horizonte cercano aparecen Roma (partido por la UEFA Champions League), Real Sociedad y Valencia (en Liga) y Bayer Leverkusen (para cerrar la fase de grupos en la Liga de Campeones de Europa). Messi apunta a estar apto para disputar estos partidos desde un rol acaso más cercano al de un director de orquesta que al del killer que supo ser hace no tanto tiempo. Su versión actual administra mejor la energía y elige cada vez con mayor sabiduría los momentos en los que debe intervenir para descomponer un partido y hacerlo suyo.