Fútbol Americano
Alejandro Caravario 8y

El mundo del revés

BUENOS AIRES -- El martes 29 de marzo, Lionel Messi marcó en Córdoba, ante Bolivia, uno de los hitos de su carrera en la Selección.

Además de meter un gol, tuvo una de esas noches memorables. Exhibió su profuso repertorio de destrezas y estuvo participativo, empeñoso, con deseos evidentes de convertirse en el gran protagonista. Quería que se notara su fervor.

Hilvanó algunas gambetas largas, con sucesivas víctimas en el recorrido, que nos recordaron aquello de “Messi y diez más”. Si bien la gran estrella del Barcelona ya se había amigado con el público argentino, intervenciones como estas lo colocan en el altar de los héroes.

Y postergan en el olvido (al menos hasta nuevo aviso) el doblete de frustraciones del Mundial y la Copa América, torneos en los que supuestamente el número uno tendría que haber levantado la copa de campeón.

Pero, como si el destino le hubiera propuesto un enroque perfecto, al volver al Camp Nou, el sábado 2, Leo tuvo ante el Real Madrid –nada menos– uno de esos partidos en los que parece ausente.

Y repitió cada uno de los pecados que, en un pasado no muy lejano, la hinchada argentina le enrostraba. Caminó más de lo que corrió, se empecinó inútilmente en gambetas previsibles y fallidas (por desganadas), jugó a cincuenta metros del arco rival en lugar de hacer pesar su talento en las cercanías del área, pareció indiferente a la suerte de su equipo…

En una semana nomás se dio vuelta la taba. Messi la rompió en la Selección y resultó un fiasco en su equipo. Algún desorientado acaso piense que cambiaron las prioridades de Messi. Que ahora su libido se enfoca hacia el equipo nacional y que el Barça está en segundo plano.

Difícil. A diferencia de lo que sucedía con sus compatriotas, en España evalúan que Messi siempre juega al máximo de sus posibilidades y con el entusiasmo intacto a pesar de todo lo que ganó.

Creen que a veces –casi siempre– su contribución es, además de decisiva, deslumbrante. Y que en ocasiones –pocas– no le sale una y se deprime. Tan simple como eso.

De hecho, a pesar del golpe duro que significó para los catalanes la caída en el Camp Nou frente a sus rivales más enconados, ni siquiera los medios partidarios cargaron las tintas sobre Leo.

La prensa deslizó que el tridente (Messi-Suárez-Neymar) había resultado inofensivo y que quizá, por la holgura con que lidera la liga, el equipo de Luis Enrique no abordó el clásico con la debida seriedad ya que está más atento a los próximos pasos en la Champions League.

En fin, algo hay decir cuando una derrota duele y no se explica con facilidad. De todos modos, el capital de Messi es tal, que ni siquiera un desliz ante el Madrid lo somete a críticas. No se trata de una afición y un medio periodístico más condescendientes, sino de que Messi se ha ganado sobrado crédito con sus proezas y títulos.

Sin duda lo afectó más la aparición de su nombre entre los magnates del mundo que depositan dinero en paraísos fiscales, según la escandalosa denuncia conocida en estos días. Esa sí es una mala noticia. Este martes, Leo volverá a la cancha para enfrentar a Atlético de Madrid por los cuartos de final de la Champions.

Nadie irá a facturarle deserciones ni fracasos. Todos se sentarán una vez más dispuestos a gozar del asombro.

^ Al Inicio ^