PARÍS -- La exigencia acabó con España en París. El hambre de gloria de la que hizo gala bajo la batuta de Luis Aragonés y que la condujo a la eternidad a las órdenes de Vicente del Bosque es un recuerdo. Es pasado. Se acabó. Italia, la azzurra ante la que Cesc derrumbó el muro en los cuartos de final de la Eurocopa de 2008, se encargó de cerrar el círculo virtuoso, la etapa gloriosa, al cabo de ocho años. Se tomó la revancha la selección italiana del 4-0 de 2012 pero, más allá de eso, demostró que este equipo, este grupo, está agotado y reclama a gritos una renovación en su seno. Quizá, incluso, empezando por el propio seleccionador y, sin duda, por varios de sus jugadores, algunos de los cuales no dieron la talla esperada en el momento más necesario. España se rodó frente a la República Checa y se divirtió contra Turquía. Y ante Croacia mostró el principio y el final de sí misma. Media hora inicial divina y media hora última preocupante. O, peor, demostrativa de la realidad de este equipo. Solo le faltó el ruido mediático alrededor, con las quejas de Pedro y la salida de tono de Jordi Alba, para sospechar que esta selección estaba, está, demasiado alejada de sus virtudes. Y a la que llegó Croacia se cayó el castillo de naipes. La España eterna ya es historia y habiendo tiempo para personalizar es momento de analizar y admitir que por más que algunos lo nieguen se ha acabado un ciclo. Hubo un tiempo en que España tuvo hambre, ambición y fortaleza. Ahora no le queda nada de aquello, si acaso orgullo, porque eso no se le podrá negar a este equipo. Se condenó contra Croacia por ceder en su concentración y se condujo a este final cruel. Lo que se adivinó en Brasil se concretó en Francia. La España divina ya es historia.
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