Fútbol Americano
Alejandro Caravario 8y

Sacarle el aire al Barcelona

BUENOS AIRES -- River, se sabe, se abrazó a la obsesión del Mundial de Clubes hace meses. Por esta competencia dejó de pensar en otros compromisos, les restó importancia a cada uno de los partidos que acometió y, previsiblemente, cayó en picada.

Ahora que llegó a la tierra prometida de Japón con la debida anticipación y que coinciden realidad presente y objetivos del año, es de esperar que su rendimiento mejore.

La demorada unión de cuerpo y mente hace pensar que así será.

De todos modos, tanto plantel como hinchas están jugando el segundo partido antes que el primero, una prisa que, por más que el viento sea favorable, no es lo más aconsejable.

Se sabe que, antes del encuentro soñado con Barcelona (un sueño semejante al de los chicos con sus ídolos), River se las tendrá que ver con el ganador del duelo entre Hiroshima Sanfrecce y Mazembe, de Congo.

Ninguno de estos nombres remite a potencias deportivas, pero igual es necesario salir a la cancha y ganar.

Con las ideas orientadas al partido con los catalanes, Marcelo Gallardo probó en el entrenamiento con Lucho González por delante de la línea de volantes.

Sería una suerte de enlace, de reserva futbolística y de eje organizativo, en lugar de Pisculichi, que arrastra un notorio bajón. Ni siquiera su reconocida pegada le ha llevado soluciones a River en los últimos tiempos.

Enfrentar al mejor equipo del mundo, a los hacedores de una revolución futbolística y al mismísimo Messi con los acompañantes que más lo aprovechan y entienden es tarea ímproba. Y ganar, una misión imposible.

Todo será más grave sin un plan de contingencia. Sin un libreto que apunte a forzar debilidades de un equipo que casi no las tiene y a potenciar valores propios.

Renunciar a la pelota ante el Barcelona equivale a asumir el rol de espectador durante todo el partido.

El Barça jamás se cansa de tenerla. Tiene paciencia de monje y angurria de capitalista salvaje. Y la posesión ajena sólo desanima, sienta las bases de una derrota que jamás será digna.

Si River lograra evocar sus tiempos no tan lejanos –comienzo de la era Gallardo– en que se agrupaba por las bandas, imponía superioridad de hombres y hacía circular la pelota con velocidad y precisión, emparejará las cosas.

Arrebatarle, aunque sea parcialmente, la pelota a los catalanes, es como quitarles el aire. Y en este sentido, Lucho González aporta una buena señal. Al parecer, Gallardo no abonará la tesis del lanzador para ver qué se les ocurre allá lejos a Mora y Alario.

Si River se limita a recuperar y cree que así romperá la hegemonía acostumbrada del rival, va por mal camino. Hay que tenerla, jugar en bloque, desplegarse en la cancha solidariamente. También a la hora de defender.

Las pistas ofrecidas por Gallardo suenan alentadoras. La semifinal será una prueba de dónde está parado River, más allá de sus aspiraciones y del desbordante entusiasmo del público, que ha viajado en masa a oriente.

Este domingo, el equipo de Gallardo deberá prenderse al televisor: Hiroshima Sanfrecce y Mazembe de Congo se medirán (7.30 hora argentina) y el ganador se cruzará con el Millo en semis.

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