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Dalila Ippólito, la crack del potrero a la que una videollamada le cambió la vida

Tenía 7 años, se asomaba por la ventana y le brillaban los ojos. Debajo de su departamento en la torre 117 de Villa Lugano se jugaban los Mundialitos. Y para ella, esa canchita era La Bombonera o cualquier sede de una Copa del Mundo. Aunque los postes improvisados sean camperas o postes de luz. ¿Los protagonistas? Su hermano Franco, su primo Juan Manuel y un grupo de amigos más grandes. Solo esperaba un guiño o el pulgar arriba para bajar y prenderse. Eran todos varones, salvo ella.

La diferencia de edad no era un impedimento para Dalila Ippólito. Nunca le tuvo miedo a nada. En ese potrero aprendió a aguantar los choques y los golpes. En sus propias palabras, así se volvió “bicha”.

Su vínculo con el fútbol nació bastante antes. De chiquita siempre pateaba todo. Hasta las cabezas que les arrancaba a las muñecas que le regalaban. A los 3 años acompañaba a su papá a los partidos en el barrio. “Ravana”, como se lo conocía en Lugano 1 y 2, era un excelente jugador, que lamentablemente no pudo tener una carrera profesional.

La infancia no fue sencilla para la familia Ippólito. Su padre trabajaba como podador de árboles y su madre Wendy, en limpieza. Les costaba ir a ver jugar a la hija del medio de cinco hermanos (3 varones y 2 mujeres). Más de una noche la vio llorar a su mamá Wendy porque el dinero escaseaba. De hecho, los padres del club coordinaban llevarla y traerla, e incluso para comprarle los botines.

Arrancó en Jóvenes Deportistas, donde fue la única chica hasta los 13. Tal fue su legado que en 2020, la institución bautizó el estadio principal de futsal con su nombre y se transformó en la primera jugadora en conseguir semejante reconocimiento. Luego se mudó al club La Plaza y en simultáneo arrancó en River Plate. Por entonces, sabía poco y nada del fútbol femenino y desconocía que incluso existía la Selección Argentina.

En 2017, cuando todavía estaba en el Millonario, sufrió una insólita fractura de clavícula que la marginó cuatro meses de las canchas. Frente al estadio Monumental, quiso asustar a una amiga, corrió con su pesado bolso, chocó con una valla escondida detrás de un auto y, con mucha mala suerte, se cayó de espalda. Sus acompañantes creyeron que su reacción era parte de la broma y la dejaron unos minutos sola hasta que confirmaron que el dolor era importante.

Se define enganche y sobresale por su gambeta. De muy buena técnica individual, no duda en encarar cada vez que le dejan espacios. Después de cuatro años, su siguiente paso lo dio en la UAI Urquiza y sus grandes actuaciones le hicieron ganar la convocatoria a la Selección Argentina. Tuvo su bautismo el 23 de mayo de 2019, en el 3-1 sobre Uruguay en el amistoso disputado en San Juan, y formó parte del plantel que disputó la Copa Mundial de Francia 2019.

En aquella cita, quedará para siempre en su memoria el histórico 3-3 frente a Escocia en el Parque de los Príncipes, en el que la Albiceleste se recuperó de un 0-3 con una destacada labor personal.

LA VIDEOLLAMADA QUE LE CAMBIÓ LA VIDA
Corría 2020 y Argentina atravesaba la cuarentena por la pandemia de coronavirus. El día a día era difícil. El entrenamiento se hacía en casa, con los materiales que había a disposición. Las futbolistas recibían la planificación los lunes y las charlas se daban tres veces por semana por Zoom.

Un día de junio, Dalila recibió el siguiente mensaje de su representante Chavi Pascual: “Necesito hablar con vos. Avisame cuando estés libre”. Una vez que se concretó la videollamada, escuchó lo que a priori le pareció un chiste: Juventus quería contratarla. Firmó por tres años y se quedó con la camiseta 5 a la que le inscribió “Dalila” y no su apellido. No le encantaba, pero era el número más “clásico” que tenía para elegir. Además, lo asoció a un referente en su puesto: el que usó Zinedine Zidane en Real Madrid.

Llegó a un fútbol más profesionalizado y a un equipo que no paraba de ganar. En Europa su desequilibrio en el uno contra uno no es moneda corriente. Además, se acostumbra a jugar más con internas que con enganche. Por las calles de Turín, solo piensa en lo que daría por disfrutar esa maravillosa ciudad junto a su familia. Sin embargo, Lugano sigue siendo su lugar en el mundo, al que siempre quiere volver para reencontrarse con familia y amigos.

Lionel Messi siempre fue su inspiración, el modelo a seguir. Aunque nunca faltan los videos de Juan Román Riquelme. Porque si bien se formó y creció en River Plate, su corazón está en la vereda de enfrente. Y poder vestir algún día los colores de Boca Juniors sería un sueño para ella.

Con apenas 21 años, afronta su segunda Copa Mundial en Australia y Nueva Zelanda 2023. Pasó todo demasiado rápido, a toda velocidad como cuando encara a las rivales. ¿La receta? “Tiempo, proceso, trabajo, sacrificio y soñar en grande, siempre. Los sueños se cumplen tarde o temprano”. Dalila lo tiene clarísimo.

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