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Partido bisagra

BUENOS AIRES -- A horas del partido ante Brasil, en el estadio Monumental, por una eliminatoria que arrancó bastante mal para Argentina, Tata Martino se ve obligado a improvisar.

Y no es cualquier cambio de planes. Le falta, y no es novedad, su arma irremplazable, Leo Messi. También el Kun Agüero, quizá el ladero más lúcido y compatible de los que tiene el diez del Barcelona.

Javier Pastore padece una molestia muscular y su presencia es poco más que un anhelo. Él ha sido, hasta aquí, la apuesta del entrenador, defendida con insistencia, en el comando de la mitad de la cancha.

Martino pretende que las fluctuantes inspiraciones del cordobés pauten la elaboración de juego de la Selección.

Tevez es una baja confirmada a último momento pero presentida durante días. El jugador de Boca está exhausto y lo bajaron del plantel que afronta la doble fecha que se completa con el partido frente a Colombia en Barranquilla.

La defensa también suma heridos (Zabaleta y Garay) y no presentará su versión titular.

Esta serie de contratiempos se produce de cara a un partido bisagra en la relación entre el equipo –y en especial el entrenador– y el público.

Un triunfo ante Brasil evacuaría rencores y lamentos por las dos desdichadas actuaciones anteriores en el torneo continental.

Y permitiría un crédito. Quizá no muy perdurable, pero un crédito al fin.

Un juego fallido determinaría un mal humor difícil de revertir, y un desconcierto todavía mayor en el equipo.

Este partido que, por las condiciones adversas, tendría que ser una transición, una emergencia, es clave para restituir un clima de moderado optimismo.

Y, tan importante como eso, para que Argentina desaliente la impresión de que es un equipo insignificante sin Messi.

Aunque quedó la postal decepcionante de una final mal jugada y además perdida en los penales, la Copa América fue aceptable.

La Selección consolidó su juego, el boceto de Martino tomó forma y logró adhesiones. Más allá del subcampeonato que puede vivirse como un recuerdo ingrato.

Luego, sin Leo, el equipo no jugó a nada. Probablemente las cosas no se hubieran modificado con él, pero su ausencia quedó unida a la parálisis, como su causa primordial.

Brasil tiene una camiseta pesada. Sin embargo, su formación contrasta con las glorias pretéritas. El equipo achicó talento y ambiciones. Salvo Neymar, claro, la excepción deslumbrante.

Es probable que Dunga ordene un planteo de realismo conservador, que no lo exponga demasiado.

Por su parte, Martino diseñaría una línea de tres volantes de contención con Mascherano, Biglia y Banega. Mientras que Di María, Higuaín y Lavezzi compartirían el ataque.

Se insinúa como un argumento simétrico al que hipotéticamente adoptará Brasil para jugar el clásico. Primero recuperamos, después vemos.

El modo de ver de Argentina, hasta ahora, ha sido la prisa y el desorden. Es decir, la velocidad –gran capital de este equipo– mal administrada.

Es un momento ideal, pese a las ausencias, para defender “la idea”, como le gusta a Martino referirse al estilo de juego que pregona.

Una idea que, suponemos por sus antecedentes, es ofensiva, y amiga del buen fútbol. Pero que en la eliminatoria se ha vuelto irreconocible.