Fútbol Americano
Alejandro Caravario 8y

Argentina prefirió cuidar su ventaja ante Colombia

BUENOS AIRES -- Tata Martino podría decir, a lo Groucho Marx: “Esta es mi idea, pero si no les gusta (o no ganamos), tengo otra”. Porque de aquel equipo remoto de presión constante, voluntad ofensiva y posesión, pasamos a uno que cede espacios y centra sus argumentos en el contragolpe.

Nada que objetar. Se supone que el entrenador evaluó las características de sus futbolistas antes de escoger esa alternativa.

El tema es que después no se le puede atribuir un resultado adverso a “la suerte”, lamento que se escuchó de continuo luego del empate ante Brasil.

Es cierto, el tiro en el poste de Banega pudo sellar el resultado. Pero a veces –diría que casi siempre–, para que entren una o dos hay que llegar en seis o siete ocasiones. Y Argentina, en el Monumental, luego de un buen primer tiempo, atacó poco y mal.

Tal vez la Selección está acuñando un razonamiento un tanto usurario: pretende hacer modestas inversiones y sentirse con derecho a llevarse todo. Para que la suerte no meta la cola, es necesario ser categórico. Hacer más goles, atacar más, tener la pelota. Desarmar al rival.

Frente a Colombia, Argentina apostó a una segunda estocada –aislada, poco menos que azarosa– que asegurara el triunfo. Así, dejó arrimarse a un rival blandito, sin ideas. Que nunca lo sobresaltó, pero que, en el último minuto, producto de una carambola, a punto estuvo de empatar.

Si el rebote que tomó Murillo terminaba en la red, ¿habríamos culpado a la suerte por semejante desenlace? Seguramente.

Es cierto que el equipo de Pekerman hizo muy poco. Pero Argentina, por su actitud confiada en la mínima diferencia, lo ayudó a arrimarse a un empate que no se merecía.

¿Por qué los dirigidos por Martino no atacaron con mayor insistencia, toda vez que los locales demostraron cierta fragilidad en la gestión defensiva?.

Claro, la suerte (el palo otra vez) le ahogó el gol de Dybala (mucho más activo y de mejor aspecto atlético que su reemplazado Higuaín). Pero ese fue el único avance profundo de Argentina en todo la segunda parte.

Había que ganar y se ganó. Ahora la tabla no es bochornosa, como antes de jugarse en Barranquilla.

Pero la Selección parece haber cambiado de programa. Tal vez así los resultados se presenten favorables.

Eso sí: habrá que sufrir, sin dudas. Y rogar que la suerte nos acompañe en la preservación de ese único gol con el que nos lanzaremos a ganar los partidos.

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